HEIDEN
¡Otro año más que se acaba!
Bueno, en realidad aún no se acaba, falta poco menos de dos horas para finalizar esta vuelta al sol.
Mi mama ya está en casa. Había llegado ayer bastante temprano, aunque estaba un poco cansada, su vuelo se retrasó por cuestiones climáticas y tuvo que dormir algunas horas en un aeropuerto. Supongo que eso no fue nada agradable y muy agotador.
Desde que llegó comenzó a compartirme toda la aventura de su viaje. Trajo su equipaje al doble de lo que se llevó. Una parte de ello fue unas considerables bolsas de golosinas para mí. Ella sabía que era lo único que no me molestaría de cosas que vinieran de Italia.
En este momento ya estoy devorando más que todo las sobras de aquellas abultadas bolsas las cuales su contenido está pasando a mejor vida. En mi radar comestible se encuentran los productos tradicionales que adornan las mesas en estas fechas y pienso determinadamente ir a por ellas.
Sí, yo también soy parte de aquel grupo de personas que se sienta en una esquina a esperar que el reloj marque las 00:00 a.m. mientras come todo lo que encuentra y revisa su celular.
Estoy escaneando mis redes sociales, las cuales no son muy sociales ya que no llegan a más de cincuenta seguidores por mi parte entre los cuales predominan las páginas de memes y contenido de mi agrado. En esta temporada hay muy buen material para reír así que estoy más que a gusto en este momento.
—Heiden ya solo faltan treinta minutos para medianoche. ¿Piensas quedarte en pijama? — grita mi madre desde la sala de estar mientras sirve algunas bebidas a algunos vecinos o conocidos que han venido para pasar el rato mientras se llega la hora.
Gianna, mi madre, de cuerpo escandalosamente perfecto lleva puesto un vestido dorado muy favorecedor, unos tacones negros de tacón grueso, accesorios y maquillaje acorde. Es obvio que una mujer así quiere ver a su hija en la misma sintonía. El problema es que a mí me falta el cuerpo y el perfecto sentido por la moda.
No es mi intención hacerle pasar un mal rato a Gianna así que termino de comer algunas malvas rellenas de caramelo y contesto — No te preocupes, ya voy a cambiarme.
En mi closet no encuentro algo que no sea camisetas holgadas, pantalones oscuros, mallas negras, entre otras cosas y entro en una pequeña crisis de no saber qué ponerme en estas ocasiones.
Cada año tengo el mismo problema y siempre pongo en mi lista de propósitos comprar algunas prendas para estos momentos con algún toque de mis gustos modistas, pero simplemente nunca lo hago.
Con razón dicen que los propósitos de año nuevo son una pérdida de tiempo. Nunca se cumplen, aunque todos los años los propongamos.
—Sabía que estarías sin saber qué ponerte— dijo mi madre detrás de mí. Rápidamente giré sobre mi eje para quedar frente a ella y me desconcertó lo que traía en sus manos.
—Vi esto en un centro comercial en Italia y quise traértelo. Procuré que te gustara por lo menos en el color— explicó abriendo un perchero. Era un vestido negro de tirantes, ajustado arriba y suelto en la parte de la falda—Puedes ponerte unos leggins y botas o zapatillas— agregó.
Estaba indecisa, usualmente no uso vestidos, creo que si me he puesto dos han sido muchos desde que alcancé mi adolescencia, pero al parecer mi madre quería con ansias que lo usara — Permíteme ver a mi hija en un lindo vestido por favor— pidió y no pude negarme.
Cinco minutos antes de pasar a otro año, ya estaba vestida y la verdad es que no me degradaba para nada mi atuendo. Me gustó mucho más de lo que esperé. Mi madre tiene un buen gusto. Ojalá hubiera tenido una hija que no desperdiciara ese don como yo lo hago.
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A MIS ALAS ROTAS
Teen FictionDepender de alguien no es amor, es odiar nuestra existencia sin ese alguien, pero ¿qué es el amor después de todo? ¿Podríamos vivir sin haberlo experimentado? Yo creo que no, y aunque aún no lo entiendo y con pocas probabilidades lo haga alguna vez...