El otoño dio paso al frío invierno tan típico de las tierras británicas, junto a una gran nevada que obligó a los alumnos a quedarse en el interior. Las vacaciones de Navidad estaban a la vuelta de la esquina y, en el caso de la casa Slytherin, de la cual Severus Snape seguía siendo el jefe, dejó el pergamino en manos de los prefectos para que todos aquellos que iban a quedarse en el castillo durante las vacaciones. Ninguno del grupo de hijos de mortífagos se apuntó, pues en realidad estaban deseando volver a sus hogares unos días.
Lejos de todo eso, en el séptimo piso, en la sala de los menesteres, dos jóvenes de sexto curso intentaban arreglar un armario evanescente, con el que podrían concluir con la misión que se le había encomendado al heredero de los Malfoy. Muy a pesar de éste, Hermione había decidido ayudarle, fuera por las buenas o por las malas. . . y como nadie quería ver a Hermione Zabini enfadada, Draco terminó por aceptar su ayuda, a regañadientes.
― ¿No hay ningún hechizo que pueda servir? ―preguntó mientras leía un libro de encantamientos de artes oscuras que la sala les había proporcionado―. ¿Draco?
El prefecto de la casa Slytherin seguía mirando esa manzana verde que se había llevado del Gran Comedor. El plan de reparación del armario consistía en dos fases: primero un objeto inanimado, como sería la manzana, con el que sí funcionaba ese primer paso sería devuelta mordida; y un segundo paso, con un pájaro que podrían coger de las jaulas de la Torre de las Lechuzas. Aunque, como el plan no avanzaba rápidamente ni al ritmo que requería, Draco Malfoy se había visto obligado a trazar un plan alternativo, que tampoco surgió efecto. En vez de llevarle el collar maldito a Dumbledore, después que Rosmerta lo escondiera en el lavabo de mujeres de su taberna tras estar bajo los efectos de la maldición Imperius, la estúpida de Katie Bell lo tocó con las manos. . . ahora se encontraba en San Mungo, supuestamente fuera de peligro.
"Harmonia Nectere Passus" susurró la castaña, ante la mirada atenta de su. . . amigo. O novio, ni siquiera sabía cómo catalogar la relación que ambos tenían. Leyó un par de veces sobre ese encantamiento antes de conjurarlo. Era el único que podría ayudarles a reparar el armario evanescente, puesto que servía para eso.
Hermione canalizó toda su energía y magia en su interior, que fluía por su cuerpo hasta concentrarse en un punto. Y de ahí, a su fiel compañera, que al recibir la energía mágica, cimbró. Apuntó al armario, decidida, sin perder la concentración.
―Harmonia Nectere Passus, Harmonia Nectere Passus, Harmonia Nectere Passus.
Pronunció el hechizo en más de una ocasión, tal y como mencionaba el libro. Se quedó mirando el armario ante ellos, levantó su varita y comenzó a cantar el encantamiento de manera inquietante, repitiendo el proceso varias veces. La superficie del armario brilló, temblando bajo la luz de la luna que se colaba por una ventana falsa que se había creado en más de una ocasión, cuando se encerraban en ese lugar. Parecía estar casi vivo. Luego se detuvo. La joven de cabellos cada vez más oscuros miró hacia atrás, donde unos metros alejada de ella estaba Draco, con un gesto de asombro y sorpresa en su rostro. Sus ojos, atormentados por lo que había hecho, ya decían que lo había reparado. Lo habían conseguido. . . creía. Había luz dentro del armario. Movimiento. Sombras parpadearon dentro, luego se unieron.
Un nudo se formó en su garganta y miró a Draco, suspirando.
―Deja la manzana dentro y repite el hechizo, solo así podremos saber si ha funcionado.
Unos minutos más tarde, después de salir de la Sala de los Menesteres, paró en seco. Hermione miró a Draco, cuando éste se giró.
―Es una tontería, pero. . . ―murmuró, hizo una pausa, le miró a los ojos―. Slughorn va a hacer una fiesta, la noche antes de irnos a casa. ¿Quieres acompañarme?
―Lo siento, Hermione, pero no creo que sea lo mejor.
Y dichas estas palabras, se fue, dejándola sola en el séptimo piso. ¿Qué demonios le pasaba al hurón albino con ella?
( . . . )
El ambiente de la fiesta no era lo que más deseaba en esos instantes, a decir verdad. Llevaba un vestido de color verde largo hasta los pies, con unas mangas que llegaban a la altura de los codos. Era ceñido, sin duda estilizaba su curvilínea figura. Y unos tacones negros, que hacían de sus piernas unas más largas. Finalmente, fue acompañada por Suhail Lestrange, quien se había convertido en su mejor amigo, su confidente, su inseparable.
―Profesor Slughorn, deberá disculparme, pero no me encuentro demasiado bien ―mintió, cuando Snape se llevó a Draco, y vio que Potter desapareció―. Suhail me acompañará a mi sala común, gracias por esta velada.
Se llevó de la mano a su amigo de la fiesta y le indicó que no hablase, llevando un dedo a sus labios: silencio. Tenía que evitar que Potter escuchase de más, así que se dirigieron hacia el despacho de Snape, donde ambos hablaban, o gritaban. Con una sonrisa maquiavélica en su rostro, llamó a la puerta con sus nudillos.
―Lárgate, Potter ―se burló, antes de entrar y hechizar el despacho, tras cerrar la puerta―. ¿Por qué no se ponen a hablar en mitad del pasillo? Así seguro que alguien les escuchará ―reprochó con la mirada a Malfoy, aunque después desvió la mirada hacia su profesor―. Potter estaba escuchando, tenéis suerte que he evitado que escuchase más.
―Ese inútil ―gruñó Snape―. Largo los dos, no quiero veros más por hoy. Y recuérdalo, Draco, hice un juramento para protegerte.
Malfoy fue el primero en salir del despacho, enfadado, y después le siguió Hermione. Snape farfulló unas palabras.
Las vacaciones de Navidad no serían tranquilas, lo tenía claro.
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✓ | Hermione, ¿Zabini?
Fanfiction"Una niña nacida a mitad de Septiembre descubrirá sus verdaderos orígenes, siendo traicionada por aquellos que dicen ser sus progenitores y deberá a unirse al mayor mago tenebroso y juntos podrán con todo, gracias a la unión de esta bruja podrá cont...