Capítulo 10.

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Maratón 3/3.


Hermione seguía molesta con sus hermanos, menos en Cassandra, en realidad. Pero con Will y Blaise si. Incluso estaba molesta con Theodore. Y es por eso, que no habló durante el desayuno, porque seguía molesta con ellos. Solo leía el Profeta, donde se hablaba sobre el baile de ayer y su presentación, básicamente era portada. Gruñó por lo bajo, no le gustaba ser la protagonista de nada, no le gustaba destacar en esos temas.

"La hija perdida de los Zabini resultó ser quien menos nos esperábamos. Que calladito se lo tenía Hermione Granger, ocultando sus verdaderos orígenes. . ."

Hermione bajaba las escaleras mientras leía el estúpido artículo de Rita Skeeter, quien parecía ser que había olvidado que ella era conocedora de su secreto ilegal. Así que decidió que más tarde tendría una conversación con sus progenitores sobre aquél asunto, para tomar cartas y denunciarla.


―Herms, que bueno verte ―exclamó Daphne, con una sonrisa en su rostro.

―Lo mismo digo, preciosidad. Pansy, Astoria ―saludó a las otras dos chicas, con un leve movimiento de cabeza―. ¿Vendréis al Callejón Diagón? Voy a cambiarme en lo que llega Draco y nos vamos.


Diez minutos más tarde, la castaña volvió a aparecer donde estaban, ya con el bolso y el dinero que le dieron sus padres. Una gran cantidad por solo lo que tenía que comprar. No obstante, no les dijo nada al respecto, pues le pareció que sería grosero hacerlo.


― ¿Ya están listos? Hola, Draco ―saludó al rubio con un beso en la mejilla. El rubio rió y también besó a su amiga.

― ¡Hermione! ―Exclamó el primogénito, entrando al salón en esos instantes―. ¿Cómo dejas que te bese?

―Es un beso, en la maldita mejilla, paranoico. Además, soy lo suficiente mayor para saber qué puedo y qué no puedo hacer.



Se dirigió hacia la chimenea, furiosa con su hermano mayor. ¿Se pensaba que tenía cinco años o qué? Tenía quince años, a punto de cumplir los dieciséis. No era ninguna cría ya. Aterró en el Caldero Chorreante, donde esperó a su hermano y a sus nuevos amigos. Amigos que podrían llegar a ser los mejores, pues realmente siempre envidió la amistad que tenían los miembros de la casa de las serpientes, siempre tan unidos.

Caminaron por el Callejón Diagón mientras hablaban de temas triviales, iban comprando cosas para el colegio como los libros o nuevos utensilios para pociones, ya que menos Daphne, todos seguían dando pociones en sexto año y Astoria debía darla en quinto aun, con los TIMOS al terminar el curso. Pero no todo es un mundo de color de rosa, lleno de flores y buenos momentos. Siempre hay algo o alguien que lo estropea, y no podía ser alguien que no fuera un Weasley. En ese instante, Hermione supo lo que se avecinaba. Y es que, aunque no tenía intención de protagonizar un escándalo sin necesidad de vivirlo, sabía que no sería nada fácil deshacerse de esos tres.


― ¿Hermione? ―preguntó San Potter, metiéndose siempre dónde no le llamaban―. ¿Por qué no has contestado nuestras cartas?

― ¿Qué haces con ellos? ―fue el turno de Ronald, intentando hacerse el valiente, aunque tampoco era de extrañarse―. Ven con nosotros.

Y eso fue la gota que hizo colmar el vaso, su paciencia se fue al garete.

― ¿Perdón? ¿Quién te crees que eres tú para mandarme? No eres ni mi padre ni mi madre, que yo recuerde. Pero bueno, no tendría que hacerlo pero les daré una explicación, aunque no debería ser necesario ―la castaña rodó los ojos altamente molesta, porque aunque no quería montar un escándalo, ya había visto que era imposible―. ¿Leen el Profeta o no llegan a esto, tampoco? Soy una Zabini. Ya no soy más esa sangre sucia que pensaba que era. No lo crean, ahora soy una verdadera sangre pura como debería haberlo sido siempre. ¿Juntarme con ustedes ahora? ―una mueca de asco se formó en su rostro solo de pensarlo, haciendo que Pansy soltase una carcajada―. ¿Juntarme con traidores a la sangre y un mestizo que llama la atención y que le paró los pies al Señor Tenebroso sin hacer nada? No, gracias. Me quedo con mis amigos, que son de mi rango y de mi altura.

―Vil traidora, ¿cómo te atreves? ―se metió Ginevra, que parecía estar tan roja como su propio cabello, lo que hizo que todos rieran a carcajadas.

― ¿Cómo me atrevo, estúpida pobretona? Porque puedo hacerlo, porque soy más importante que ustedes y su familia juntos. Podría estar dando muchas razones, mas sería darles importancia a personas que carecen de ella.

―Por si no lo sabías, no eres más nuestra amiga ―dijo Potter con rencor, aunque había más dolor en su voz que otra cosa.

―Ni que quisiera serlo. Solo fui su amiga por no ser una sabelotodo sin amigos, nada más. Y, ahora me arrepiento de esto.


Dicho esto, se fueron a comer al Caldero chorreante, como habían acordado. Todos la felicitaron por tal rebeldía y ataque de sinceridad, y comieron felices. . . Ya que el día de mañana volverían a Hogwarts.


( . . . )


Hermione y Will hablaron, él se sinceró y solo estaba preocupado, no quería que le hicieran daño a su hermanita. No ahora que la había recuperado. Ella entendió esto y también le dijo que lo entendía pero que quería ser como siempre, sin que nadie la celara. . . Al menos a tal extremo. Llegaron a un acuerdo. Ambos estuvieron de acuerdo: Will no la celaría tanto siempre y cuando ella le contase todo lo que pasase en su vida: tanto su rutina como su vida amorosa. Y ella le contaría todo a su hermano mayor y le pediría consejo siempre que lo necesitase.

Esa noche los dos durmieron juntos, ya que era la última noche que podrían hacerlo. La siguiente noche, Hermione estaría en Hogwarts en su nueva habitación de su nueva casa, ya que la elegirían para otra casa y quedaría en Slytherin y Will estaría en casa a la vez que estudiaba medimagia, los estudios superiores que había escogido.

Los dos cayeron dormidos como si Morfeo los hubiera adormido con su don. 

✓ | Hermione, ¿Zabini?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora