Capítulo 21.

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Habían pasado ya casi cinco meses desde que el grupo de Slytherin que eran jóvenes mortífagos dejó Hogwarts y que estaban cumpliendo órdenes por el señor Tenebroso. Mejor dicho, no habían dejado el colegio como tal pero sí era cierto que pasaban mucho tiempo en sus respectivos hogares o bien en un piso franco que solo ellos tenían la localización, puesto que estaba oculto bajo el encantamiento Fidelio y tan solo ellos eran los guardianes del secreto. Habían conseguido ocultar una de las propiedades de la familia Black que pertenecía a las hermanas Black para poder estar todos juntos. . . era como su hogar colectivo, el único sitio en el que podían ser ellos mismos y estar solos. Ese permiso que habían obtenido era debido al embarazo de Hermione, que necesitaba tranquilidad y que Snape era conocedor de aquél estado, además de que tanto Hogwarts como el Ministerio de Magia estaba bajo las órdenes de los mortífagos, por lo que no había sido difícil conseguir el permiso especial que les habían dado a todos ellos.


Sin embargo, aquella noche, Hermione se había quedado a dormir en la mansión Malfoy. Cuando estaban en la habitación, no usaba el hechizo de ocultación, y es que su vientre notorio de cinco meses, casi seis, hacía muy felices a la pareja. La razón por la que se había quedado ahí era la revisión que tenían en el hospital mágico San Mungo la tarde siguiente, así podría pasar el día junto a Draco.

No obstante, esa tranquilidad fue interrumpida por un grupo de carroñeros que llegaron a la mansión Malfoy con tres chicos: los traidores de sangre y el niño que vivió. Esto podría ser lo que necesitaban para que el Señor Tenebroso volviese a confiar en Lucius Malfoy, como antaño.


—Cissy, trae a los chicos —exclamó Bellatrix Lestrange, quien se había asentado para distanciarse de Rodolphus en casa de su hermana, además que Lord Voldemort también se había asentado en aquella mansión varios meses atrás y así podía seguir fingiendo locura y su lealtad al cien por cien—. ¡Vamos!

—No me des órdenes, Bella. Es mi casa —respondió la mujer, mirando a su hermana mayor—. ¡Y no chilles! A Hermione no le conviene alterarse.

—Es importante, Cissy —espetó seguidamente—. ¡Rápido!

Narcissa Malfoy salió de la sala de estar y buscó a los chicos. Ella solo deseaba que todo terminase, no podía ver a su hijo, a sus sobrinos y a todos los demás pasándolo mal. Había intentado que su futura nuera no se enterase, pero al ver que estaba durmiendo junto a Draco era imposible.

—Venid a la sala, unos carroñeros llegaron y trajeron compañía.

Theodore Nott, Draco Malfoy, Lyra Lestrange y Hermione Zabini le hicieron caso y corrieron hasta la sala, sin parar.


—Draco, Hermione —exclamó Bellatrix y se acercó a ellos, con rapidez—. ¿Son ellos?

Hermione miró a su prometido y padre de su futuro hijo y suspiró. Era momento que ella hiciera algo para la pareja. Él siempre había velado por su seguridad y por la de su bebé, pero ella también lo había hecho con él y era momento de seguir haciéndolo. Además, sabía que su venganza se cumpliría esta noche.

—Son ellos —espetó con furia—. ¡Finite Incantatem! —apuntó a Potter, haciendo que el hechizo de desfiguración que habían aplicado en su rostro desapareciera, dejando una muy visible cicatriz en su frente, y se giró hasta los carroñeros—. ¿No pensaron en eso, verdad?

—No, mi señora —negaron el grupo, bajo la terrible y temerosa mirada de Bellatrix en sus nucas.

—Estúpida traidora —espetó Ginevra Weasley, con tanto odio en su cuerpo que no viviría para contarlo.

—Oh. ¿Cómo olvidarlo? La venganza se cumplirá hoy —añadió Hermione, con una sonrisa macabra en su rostro, y miró a Bellatrix y a sus padres, que habían llegado en ese instante—. Llevad a esos dos al calabozo y dejarme a solas con la traidora. Voy a ajustar unas cuentas pendientes con ella.

—Herms. . .

—Draco, no. Mi hermano murió por su culpa, y yo me vengaré —espetó, con un tono de voz que daba miedo, y después dirigió la mirada de nuevo hacia Bellatrix—. Tía Bella se puede quedar, apostaría lo que fuera que le encantará jugar a las torturas también.


Con una sonrisa ladina por parte de Bellatrix, el resto se fueron con el otro hermano Weasley y Potter a los calabozos, donde ya estaban Ollivanders, Luna Lovegood y Dean Thomas, junto a un duende de Gringotts, Griphook. Hermione Zabini no tardó en empuñar su varita con firmeza.

Sintió como la magia y la energía fluía en su interior mientras se imaginaba los gritos de aquella chica de cabellos pelirrojos, de la chica a la que una vez llamó hermana, mejor amiga. Un rayo de luz rojiza salía de la punta de su varita, torturándola. Sin perder la concentración ni la imagen mental de lo que quería, de lo que más deseaba desde lo más profundo de su corazón, sintió que estaba preparada al cimbrar su fiel compañera en su diestra.

—Crucio —exclamó, apuntando al pecho de la menor de los Weasley—. Crucio —repitió aun con más furia. Iba a vengar la muerte de su hermano gemelo—. Crucio.

La pelirroja gritaba de dolor, Hermione era muy poderosa. Incluso con las maldiciones imperdonables.  Y sí, sabía que haciendo lo que hacía podría ir a Azkaban con cadena perpetua, mas no le importaba en esos momentos. Su hermano iba a ser vengado y tendría lo suficiente para vivir en paz.

Y es que, la venganza es un plato que se sirve frío.


( . . . )


No todo salió bien, los tres escaparon con Dobby, pero Bellatrix Lestrange lanzó una daga que le llegó a la traidora Weasley, apuñalándola en el estómago de manera mortal. Eso alegró a todos los jóvenes, su amigo y hermano había sido vengado. Mas, el hecho que los tres chicos escaparan enfureció al Señor Tenebroso como nunca le habían visto enfadado.


—Harry Potter ha vuelto a escaparse, de nuevo —siseó—. No pasa nada, mis fieles seguidores, tendremos otra oportunidad.

— ¿Lo dice de verdad, mi señor? —preguntó Bellatrix, fingiendo locura, ya que no entendía demasiado bien por donde quería ir ni a lo que se refería.

—Lord Voldemort olvida pero no perdona —siseó de nuevo, arrastrando las palabras—, y no hay castigo peor que ver a una persona "querida" sufriendo —se burló—. Los jóvenes serán quienes serán castigados.

Los adultos se miraron entre ellos, realmente asustados.  Voldemort castigó a todos y a cada uno de los jóvenes con varias maldiciones de la tortura. Todos los jóvenes evitaron mostrar dolor aunque Hermione fue la que peor lo pasó; por su embarazo.

Una vez que el Señor Tenebroso se fue de la Mansión Malfoy, Draco corrió hacia su chica.

— ¿Estás bien, cielo? —le preguntó. Le preocupaba su estado, el embarazo y su salud.

—Creo que si —susurró la castaña.

—Deberíamos ir a San Mungo —dijo, secamente, el patriarca de los Zabini—, para asegurarnos de que todo está bien.

Dos horas más tardes se aseguraron que todo estaba bien. Y que lo que esperaba Hermione Zabini eran gemelos. Dos bebés; un niño y una niña. Por eso su vientre era tan grande, pese a llegar en pocos días a los seis meses.

✓ | Hermione, ¿Zabini?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora