capítulo veintinueve.

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—¿De verdad haces boxeo?— pregunta el peliazul mientras devora las fresas bañadas en ese delicioso caramelo como un muerto de hambre, eran escasas las veces en la que se permitía comer así y creía que la ocasión lo ameritaba

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—¿De verdad haces boxeo?— pregunta el peliazul mientras devora las fresas bañadas en ese delicioso caramelo como un muerto de hambre, eran escasas las veces en la que se permitía comer así y creía que la ocasión lo ameritaba. Estaba agradecido a no encontrarse con carnes y solo frutas silvestres en su lugar.

Al parecer Bang recordaba que él era un poco delicado cuando se trataba de comida. El peliazul adoró que todo dentro de la carpa fuese rojo, incluso las mantas eran rojas. Lo único que rompía la tonalidad era la lámpara, pues ésta era dorada. Hasta habían pétalos de rosas esparcidos por todo el estrecho lugar y se había sonrojado al verlo, pues el pelinegro estaba siendo muy romántico a su parecer.

—Sí, así que ten cuidado conmigo. — Chan le guiña un ojo y Felix ríe, negando con la cabeza.

Se acaba el plato cuando menos se da cuenta, frunce el ceño al ver que no le ha preguntando a Chan si él quería acompañarlo a comer.

—Lo siento, me comí todo y no te invité... — susurra avergonzado, lamiendo sus deditos.

—Tranquilo, no tengo hambre. Al menos, no de comida. — dice esto último por lo bajo, por lo tanto Felix no lo oye.

Al terminar el peliazul, deja el plato en el canasto, fuera del colchón inflable donde se estaban sentando. Aprovecha y divertido empuja a Bang hasta que éste estrella su cabeza contra la suave almohada, se coloca sobre su cuerpo y le da un pequeño y casto beso.

—Gracias por hacer esto, Chan. Sinceramente no me lo esperaba.

—Pues de eso se tratan las sorpresas, tonto, de que no tengas que saberlo.

Ambos ríen y se abrazan por un rato, sus cuerpos están fríos debido al viento que entra a la carpa, pues aún no la habían cerrado. Felix al no soportar los molestos escalofríos que sufría su cuerpo decide cerrarla, acurrucándose a un lado de Bang, seguido de taparlos con una de las gruesas mantas. El pecho del pelinegro era una cómoda almohada. Ahora solo oían al viento impactar con la carpa, era algo tranquilizador.

—¿Recuerdas cuando dije que el día que supiera por qué me comporto de esta manera contigo, te diría el motivo?— habla Chan de repente, mientras le acaricia el cabello con suavidad.

—Sí, lo recuerdo.

—Bueno, pues ya lo sé. — levanta la parte superior de su cuerpo y se apoya en un codo, dejando que el peliazul se acurruque a su lado.

—Dímelo entonces, porque no soy adivino.

Felix se derrite al sentir la mano cálida de Chan acariciar su rostro, sus mejillas en realidad.

—A éste idiota le gustas mucho, Felix. — susurra el pelinegro, mirándolo tan profundo a los ojos. — Es un poco obvio, ¿no?

—...

Han no sabe qué responderle, era eso lo que exactamente quería oír y ahora simplemente se quedaba sin palabras. Pasan unos segundos largos en donde el silencio reina.

paciencia › chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora