Capítulo 7

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Abiel

Sentí como un nudo se me formaba en la boca del estómago, ¿Pensaba intentarlo nuevamente? ¿En serio intentaría tirarse otra vez? La simple idea me heló la sangre.

Con pasos cautelosos, me acerqué a él, posicionándome en su espalda, a un medio metro aproximadamente. Desde esta distancia, si intentaba volver a lanzarse, alcanzaría a sujetarlo en cuanto se suba al barandal.

Pero nada de eso sucedió.

Un silencio se formó entre ambos, con algunos autos a mi espalda pasando a mediana velocidad, sin prestar demasiada atención a la situación.

Fruncí el ceño al ver que no mostraba ni un mínimo interés en subirse al barandal. Quizás estaba perdiendo el tiempo y todo esto solo eran ideas mías.

—Disculpa...

—No me lanzaré —me interrumpió de golpe, haciéndome callar inconscientemente—. Puedes seguir tu camino con tranquilidad.

Guarde silencio unos segundos, la verdad no me esperaba que me hablara...

—¿De verdad no lo harás? —pregunté.

El chico se medió giro hacia mí, sin quitar su mano izquierda del barandal, clavando sus oscuros ojos en mí, los mismos ojos que había encontrado tan lindos, pero ahora estaban opacados por su nuevo moretón.

—En serio deberías dejar de preocuparte por los demás —dijo después de una pequeña pausa—. Simplemente, sigue tu camino e ignórame como el resto lo hace.

El chico volvió a darme la espalda, dejándome con las palabras en la boca.

¿En serio no necesita ayuda? ¿Quizás algún amigo? ¿Alguien que lo escuché?

Mis amigos habían dicho que era un chico problemático y que sus golpes eran por diversas peleas que provocaba con otros cursos, pero de todo eso... ¿En serio era verdad lo de los rumores o no era más que una mentira?

Mamá siempre me decía que no me preocupara tanto por el resto, que simplemente sea egoísta y piense en mi primero. Papá siempre me recomendaba preocuparme solo de mi tratamiento y de nada más.

Pero ahora mismo, no quiero ser egoísta, quiero por primera vez desobedecer a mis padres de manera consciente y actuar por mis propias decisiones.

Di un paso al frente, decidido.

—¿Estás bien? —la pregunta salió por si sola—. Anoche no te veías muy bien...

Seguí siendo ignorado.

—Sé que no me conoces... y que para ti no soy más que un extraño —continúe, dando un nuevo paso—. Pero quiero ayudarte.

Hice una pequeña pausa.

—Sé que hay momentos en la vida que es injusta con uno mismo, también sé que, en algunas circunstancias, uno busca la alternativa más rápida.

Apreté mis manos en forma de puño. Todas estas palabras, más que unas palabras de aliento, parecían palabras de desahogo conmigo mismo.

—Sin embargo —continúe—. ¿No crees que tus seres queridos te extrañaran? Tus padres, hermanos, abuelos... todos ellos quedarán con una pena inimaginable.

El chico finalmente se volvió a voltear para mirarme con el ceño ligeramente fruncido.

—Te dije que no me lanzaría —hablo firmemente—Además, ni siquiera sabes de lo que hablas.

—Lo sé.

—No, no lo sabes —me interrumpió—. Vienes aquí dándotelas del típico chico bueno que quiere hacer un acto de bondad sin siquiera saber el infierno que vive cada persona.

—Todo se puede solucionar.

—Hay que cosas que ya están suficientemente rotas como para buscarle una solución.

Guarde silencio.

—¿Por qué no puedes ser como el resto? —continuó—. Sigue tu camino e ignórame, olvídate de que alguna vez cruzaste palabras conmigo. Has lo que hacen todos y ya.

—No quiero ser del montón... —susurré—. En serio quiero ayudarte.

—¿Ayudarme en qué?

—Mis amigos dicen que tus golpes son por peleas que tienes con otros cursos —me sincere—. Pero estoy seguro de que no es por eso... hay otro motivo.

El chico guardo silencio, suavizando su expresión de molestia, ¿Había dado en el clavo?

—¿Eso dicen de mí?

Su pregunta me tomo por sorpresa.

—¿Dicen que mis golpes son por peleas?

Asentí.

Un nuevo silencio se formó entre ambos.

—No soy un buscapleitos... —admitió—. Tus amigos no saben lo que dicen.

—Eso pensé...

El clima se había puesto más frío que hace un rato, provocándome un pequeño escalofrío, a pesar de la abrigada ropa que llevaba puesta.

—Ojalá más personas pensaran como tú —fue lo último que dijo, antes de pasar por mi lado y marcharse, dejándome con las palabras nuevamente en la boca

Este chico no era un buscapleitos como lo tenían tachado en la escuela. Este chico estaba roto por dentro...

Lazos | BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora