Capítulo 17

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Abiel

Los minutos se hicieron horas, y las horas, una eternidad. Ya casi era media noche y papá aún no regresaba.

—¿Mamá está segura que llegaría hoy? —pregunté, meciendo mis pies en el aire al no poder tocar el suelo debido al acolchado sillón de tres—. Está tardando...

—Ya llegará, pequeño —me animó, Lithy, tejiendo a mi lado—. Mamá incluso se está arreglando para recibirlo.

—¿Qué estás tejiendo? —cambie el tema.

—Un mini abriguito —respondió.

Mire a detalle la prenda, por el momento tan solo era un pequeño cuadrado de color celeste. Eso era muy pequeño para mí...

—¿Para quién es? —insistí—. Es muy pequeño para mí.

Lithy detuvo el tejido y tras una pequeña risa, me acaricio la mejilla.

—No es para ti, Abiel. Eres muy grande.

—¿Entonces?

Mi hermana guardó silencio un momento, retirando su mano de mi mejilla para llevarla nuevamente al tejido, haciendo unos pocos puntos más, antes de dejar la prenda a un lado del sillón.

—Abiel —su tono de voz fue un poco serio—. ¿Sabes cómo nacen los bebés?

Asentí. Claro que lo sabía a la perfección, el profesor de biología nos había explicado todo el proceso de la creación de un bebé, desde que era fecundado, hasta que nacía. Incluyendo en la clase los tipos de parto, el tiempo de gestación, incluso los métodos anticonceptivos, tanto femeninos, como masculinos.

Lithy hizo una nueva pausa, ¿Qué era todo este misterio?

—Pequeño —habló—. ¿Te gustaría tener un hermanito? O una hermanita, también es posible.

—¿Mamá esta embarazada? —pregunté, con la sorpresa, a flor de piel.

El rostro de mi hermana se entristeció.

—No... —susurró—. Mamá y papá lo están intentando aun, pequeño.

—¿Entonces el tejido es para el futuro bebé que aún no llega?

—Así es —respondió, Lithy, acariciando nuevamente mi mejilla—. Eres muy inteligente, Abiel.

—Los profesores me dicen lo mismo cuando...

El timbre de la casa interrumpió mis palabras, de un salto me bajé del sillón y corrí hacia la entrada principal. Sabía perfectamente de quien se trataba.

Abrí con lentitud la puerta, sabía que era papá, pero los nervios se habían apoderado de mi cuerpo. La última vez que lo había visto fue hace 4 meses...

—Papá... —susurré, al abrir la puerta.

Mi corazón se contrajo de la emoción al ver el robusto cuerpo de papá, camuflado por las gruesas ropas negras que siempre llevaba encima, cargaba su típico bolso grande cruzado, mientras en su mano izquierda llevaba un paraguas cerrado.

—Abiel... —escuche su dulce voz, mientras se quitaba el gorro de lana y dejaba a la vista su claro cabello cobrizo—. Ya estoy en casa, campeón.

Sin pensarlo dos veces, me lancé a los brazos de papá, ignorando las náuseas que el brusco movimiento me generó. Papá me recibió encantado entre sus brazos, dejándome impregnar por su característico olor a tierra y humedad.

—Bienvenido a casa, Cariño —mamá no tardo en aparecer en la puerta, seguida de Lithy.

—Hasta que finalmente llegas, papá. Tenías a Abiel preocupado.

—Lo siento... —se disculpó papá—. El jefe no nos quería soltar.

Mamá y Lithy sonrieron, seguido de mí, quien, sin dudar, tomó el paraguas de papá para dejarlo en el armario de la entrada, para tomar su mano y guiarlo hacia el interior de la casa. La mano de papá siempre era áspera y robusta, y esta vez, no era la excepción.

—¿Cómo ha ido la quimioterapia? —preguntó, papá, dejándose caer al sillón, sin quitarse la ropa, ni su bolso. Se notaba agotado.

—Sobre eso...

—¡Muy bien! —interrumpí a mamá—. Vamos notando avances.

Papá intento sonreír, pero le fue imposible. Él sabía que la quimioterapia no me estaba ayudando en prácticamente nada, de igual manera, sabía que le acababa de mentir. Lo sabía, porque mamá ya se había dedicado a informarle todo por teléfono.

Y también sabía, que yo no debía saber eso, ya que había sido una conversación privada que había escuchado por error a media noche, cuando me había levantado para ir al baño.

—¿Hasta cuando te quedaras, papá? —quise cambiar de tema.

—El jefe nos dio una semana libre, antes de volver a la mina.

Sonreír y abracé nuevamente a papá. Lo había extrañado mucho.

Lazos | BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora