Abiel
El abrazo, que inicio por unos segundos, termino durando varios minutos. Minutos eternos, en los cuales nos pudimos brindar algunas palabras de afecto, en silencio.
Demian finalmente era mi amigo, y eso me hacía inmensamente feliz. Pero la felicidad no es eterna, al menos no para mí.
En cuanto me percaté de la oscuridad que nos rodeaba, pude caer en cuenta de que era tarde. Demasiado tarde.
—Demian... —susurré, sutilmente, rompiendo el abrazo—. Lo siento, debo regresar a casa.
Sus oscuros ojos se cruzaron con los míos, haciendo latir mi corazón de una manera hormigueante. Era sorprendente la manera en que sus oscuros ojos podían transmitir tanta tristeza, como si en ellos, pudieras ver la desesperación de pedir ayuda.
—¿Ya no tienes frío en tus manos? —pregunté, al notar que la suave llovizna, se había detenido y el clima poco a poco se temperaba.
Demian negó con la cabeza.
—Me alegro... —sonreí—. Puedes quedártelos, tengo unos de repuesto en casa.
—Gracias... —entre la oscuridad de la noche, pude notar un suave y sutil sonrojo en sus mejillas—. Los cuidaré mucho.
—Bueno, debo irme antes que sea más tarde —hice ademán de alejarme un poco más de su cuerpo, pero fue inevitable no percatarme nuevamente de su desabrigada ropa—. ¿Vives muy lejos?
—No —respondió, negando con su cabeza para dar efusividad a sus palabras—. Vivo cerca.
Sus delgados dedos apuntaron el camino contrario para llegar a mi casa. Eso significaba que Demian se desviaba del camino a su casa para venir al puente, después de todo, el colegio estaba ubicado en el extremo donde él apuntaba.
—¿No tienes ropa más abrigadora?
Volvió a negar con la cabeza.
—A mamá no le gusta gastar demasiado dinero en ropa, dice que hay otras prioridades.
¿Otras prioridades? ¿Qué podía ser más importante que mantener abrigado a su hijo?
—¿Quieres acompañarme a casa? —me animé a preguntar—. Tengo un abrigo que hace tiempo no utilizo, estoy seguro de que te quedara, después de todo, somos casi del mismo tamaño.
Demian no tardo en asentir con una pequeña sonrisa en su rostro.
—Bien —de manera nerviosa, tomé la mano de Demian y lo guie por el camino contrario a su casa—. Vamos.
El camino fue silencioso, cada uno estaba sumergido en sus propios pensamientos, quizás peguntándonos como es que, en tan poco tiempo, tantas cosas habían cambiado entre los dos.
—Te presentaré a Lithy —rompí el silencio—. Estoy seguro de que le agradaras.
—¿Quién es Lithy?
—Mi hermana mayor —respondí—. Nos llevamos por 10 años, ella ya va en la universidad. Aunque ahora mismo está de vacaciones.
—10 años de diferencia es bastante, ¿Cómo se llevan?
—¡De maravilla! —exclamé—. Me cuida mucho, en especial cuando...
Cerré mi boca de golpe al darme cuenta lo que estaba a punto de decir.
Cuando estoy en cama por mi quimioterapia... ¿En serio planeaba decirle eso?
—¿Abiel? —sus palabras me hicieron salir de mi trance de golpe—. ¿Estás bien? Te quedaste callado de golpe...
—Lo siento —me apresuré a disculparme—. Me distraje un momento.
—Descuida.
—¿Y tú? —cambié de tema—. ¿Tienes hermanos?
Demian negó con la cabeza de manera monótona.
—Soy hijo único.
—¿Y no te aburres solo?
—Digamos... —siseó—. Que paso ocupado en otras cosas...
—¿Cómo que cosas? —curioseé.
Demian soltó una pequeña risita.
—Algún día te lo diré, Abiel.
Sonreí. Deteniendo mis pasos, frente a la bajita reja de la casa donde vivía.
—Ya llegamos —anuncié.
Sin soltar la mano de Demian, toqué el timbre con mi mano libre, siendo abierta a los pocos segundos por mi hermana mayor, Lithy.
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Lazos | BL
RomanceLa vida en un ciclo que tarde o temprano llega a su fin. Pero en algunos casos este ciclo era interrumpido abruptamente. Abiel, quiere vivir. Demian, quiere morir. [Especial San Valentin 2022]