Capítulo 16

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Abiel

—¿Cómo te sientes, pequeño? —Lithy tomó mi mano con dulzura.

Ya habían pasado 4 días desde la última sesión de quimioterapia, la cual había sido interrumpida nuevamente por mis náuseas, con la diferencia, que esta vez sí logré vomitar.

—Mejor...

—Mamá te está preparando una rica sopita de verduras —informó—. Así que prométeme que te la comerás toda.

—Lo prometo —sonreí.

Ya era el cuarto día en que faltaba a clases y mamá estaba notoriamente preocupada por mi inasistencia en la escuela. Incluso, más de tres veces, ya le había escuchado hablar por teléfono con el director, explicándole el motivo de mi ausencia.

—Después de comer —me animé a preguntar—. ¿Puedo levantarme? Estar tantos días en cama, hace que me duela la espalda...

Pude ver en el rostro de Lithy que dudo un poco antes de responder.

—Solo si mamá lo aprueba.

Asentí, desviando mi mirada a la única ventana que tenía mi habitación, la lluvia ya se había detenido y ahora el cielo era adornado por unas grisáceas nubes.

Era un agradable día como para estar en cama...

—Lithy, ¿Crees que pueda...?

Mi pregunta se vio interrumpida por el timbre de la casa, Lithy no tardó en darme una corta mirada de extrañeza, antes de levantarse del suelo alfombrado donde estaba, para ir a abrir la puerta.

Agudicé el oído con curiosidad, eran muy pocas las veces en que alguien tocaba el timbre de la casa, ya que era un pueblo pequeño y los vecinos no eran de mucho contacto estrecho con el prójimo.

—¿Hola? —escuché la voz de mi hermana al abrir la puerta.

—¡Hola! —distinguí de inmediato la familiar voz de Joy—. Somos amigos de Abiel.

—¿Él está bien? —esta vez fue la voz de Thomas.

—Hace días que no asiste a clases y nos preocupamos, íbamos a venir antes, pero la lluvia nos arruinó los planes —y ahí estaba la voz de Lucas—. ¿Podemos verlo?

—¡Pasen, chicos! —la voz de mamá se hizo presente—. Abiel esta un poco delicado de salud, así que por favor no hagan mucho escándalo.

Joy, Lucas y Thomas no tardaron en cruzar el umbral de mi habitación con una enorme sonrisa en sus rostros. Esta era la segunda vez que venían a mi casa, pero al parecer, ya se sabían de memoria cuál era mi habitación.

—¡Abiel! —Joy fue la primera en hablar, lanzándose a la cama, para darme un abrazo—. Nos tenías preocupados.

—El profesor dijo que te ausentarías unos días —dijo, Lucas, tomando asiento en el borde de la cama—. ¿Te resfriaste?

—Papá no me deja faltar a clases por un resfrío... —se quejó, Thomas, tomando asiento en la silla giratoria de mi escritorio.

—Lo siento chicos —me disculpé.

—Pero, ¿Estás bien? —insistió, Thomas.

—Si, solo tuve una recaída de un resfriado —mentí.

Mis amigos desconocían totalmente mi estado de salud, incluso en la escuela era un secreto, a excepción del director, nadie más sabia de mi avanzado cáncer. Y era mejor así...

Cuando me lo diagnosticaron hace 3 años, ya estaba en etapa avanzada, incluso nos habíamos preparado mentalmente para lo peor. Sin embargo, mis padres decidieron luchar hasta el final y fingir lo mayor posible. Fingir que su hijo no estaba enfermo, y a su vez, llorar en silencio el hecho de que su hijo menor, no llegaría a los 20 años.

—Tienes que cuidarte, Abiel —me regaño, Joy—. Sin ti, ¿Qué haremos cuando el profesor pida tareas en grupos de cuatro?

Reí por las ocurrencias de mi amiga. Desde el fondo de mi corazón, agradecía tener amigos leales, quienes me apoyaban sin necesidad de saber a trasfondo los hechos.

—No está en nuestros planes, socializar fuera de nuestro círculo este año, Abiel —agregó, Thomas.

—Quizás para el verano, si —añadió, Lucas—. Mínimo un amor de verano, espero para alguno de nosotros.

—Yo le buscaré una novia a Abiel —continúo, Joy—. Para que deje de andar pegado estudiando y se distraiga.

Los cuatro reímos ante el comentario de Joy. Era imposible no reír con las ocurrencias de cualquiera de los cuatro.

—¿Se quedarán a comer? —me animé a preguntar, aun sin siquiera preguntarle a mamá.

Los tres negaron a la par.

—Lo siento, hoy llegan mis padres y planeamos una cena familiar —. Se excusó, Lucas.

—Papá salía hoy temprano de trabajar y me prometió que jugaríamos algún videojuego juntos —añadió, Thomas.

—Yo me quedaría... pero tu mamá me da miedo —admitió, Joy.

Y como si el destino lo tuviera todo planeado, Lithy ingreso a la habitación.

—Abiel, mamá ya servirá la comida.

Al escuchar las palabras de mi hermana, mis amigos se levantaron de sus lugares y se comenzaron a despedir.

—Mejórate, Abiel —dijo, Joy.

—Nos vemos el lunes —agregó, Thomas.

—Adiós, amigo —se despidió, Lucas.

—Adiós, chicos —me despedí con un movimiento de mano—. Tengan cuidado de regreso a casa.

—¡Nos vemos! —dijeron los tres al unísono, antes de perderse por el pasillo de la casa.

—Tienes unos buenos amigos —dijo, Lithy.

—Si... —respondí, levantándome de la cama y sintiendo la cálida atmosfera de la calefacción encendida—. ¿Vamos?

—Vamos, pequeño.

Lithy tomo mi mano y juntos nos encaminamos al comedor, donde mamá ya tenía servida la comida y se podía notar la ausencia de mis amigos.

—Hoy llegará papá —soltó mamá, tras el primer bocado.

Una enorme sonrisa se apoderó de mi rostro. Eran pocas las veces que podía ver a papá, pocas, pero gratificantes.

Lazos | BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora