Capítulo 9: Tensión y acuerdo

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Alexandre

Salgo con la furia palpitandome en la cien.

No veo a ninguno de los inútiles aquí afuera, malditos imbéciles, voy a matarlos uno por uno.

¡Seguro se dejaron engatusar por la niñata esa y no velaron por mi puta seguridad!

- ¡Alex!- exclama la persona que aprece frente a mi.

Se acerca preocupada e intenta tocarme pero aparto sus manos con brusquedad sacando el cuchillo con una mano y apretando la herida con la otra.

- No me toques- siseo con dureza.

No me importa ver el rostro dolido de Marina, ahora lo único que ocupa mis pensamientos es la mocosa que acaba de apuñalarme el puto brazo.

Es una maldita y no duraré en ahorcarla cuando la encuentre, Amara me las pagará pero a mí y solo a mí, no se la dejaré a mis hombres, me la voy a cobrar yo.

Llamo a mi médico privado y fumo un cigarro mientras lo espero, pienso en Amara todo el tiempo y me prometo que la tendré en mis brazos otra vez.

El médico llega unos minutos después, cose mi herida y me dice que agradezca que no ha sido una herida profunda, de lo contrario necesitaría una operación.

Me recuesto a descansar, el dolor de mi brazo es incómodo y solo quiero dormir, por hoy dejaré que Iván se encargue de todo.

No le he contado sobre Amara pero sin duda tendré que hablarle seriamente, él fue quien la dejó entrar primero que nadie y eso no era un secreto.

(**)

Despierto al día siguiente y el brazo ya lo tenía un poco mejor, molestaba aún pero era soportable.

Bajo a donde están los nuevos reclutas, debo buscar al hombre que parecía conocer a Amara, él tendría que rendirme cuentas si sabía algo sobre esto.

Pero entonces al llegar a la formación que había convocado me quedo quieto mirando a la personita que sonríe mirándome con burla.

¿Es que acaso está mal de la cabeza?

- Arlette- hablo con los dientes apretados- Ven conmigo, los demás pueden hacer sus labores.

Camina detrás de mí y me aseguro que nadie nos siga, voy con ella al establo donde tengo mis caballos y apenas noto que me alcanza la estampo a la pared.

- ¿A qué estás jugando?- pregunto cerca de sus labios.

Sonríe.

- Quiero proponerte un trato.

Sus palabras me sorprenden pero no lo demuestro, ya descubrí que la muñequita es muy impredecible, siempre tiene algo bajo la manga.

- ¿Qué propones para que no te mate aquí mismo?

Se ríe.

- Como si quisieras hacerlo.

Acerca su boca a la mía rozando mis labios.

- ¿Va a matarme, señor Dubois?- pregunta en un tono que me hace querer callarla de formas poco apropiadas.

Tomo su cuello y la aprieto contra la pared, la miro unos segundos a los ojos y noto que baja la vista a mis labios.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora