Capítulo 22: Eres mío

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Alexandre

Quería matar a alguien.

El maldito mano derecha de los hermanos Salvatore me habia caído bien en un inicio pero ahora solo deseo patearle el culo a un avión y mandarlo de regreso a Italia.

Detesto ver como posa sus manos sobre Amara, como ella le sonríe y se sonroja como si él fuera su puto novio del que está profundamente enamorada.

La rabia me consume a tal punto que debo encenderme un cigarro para apaciguar la rabia que me carcome.

- Nunca pensé que viviría para ver esto.

Marina aparece y se posa a mi lado, le tiendo el cigarro y lo acepta gustosa.

- ¿A qué te refieres?

- Estás celoso.

Doy una larga calada cuando me lo devuelve y expulso el humo antes de contestarle.

- No lo llamaría celos.

Suelta una risa falsa.

- No soportas que la toque pero como no has tenido una relación y dices que nunca la tendrás....no quieres admitir que sientes algo más.

Sonrío de lado y la miro con algo de diversión, está totalmente errada en lo que dice, yo no puedo estar enamorado y no lo estoy.

- No me gusta que la toquen, lo admito, eso no quiere decir que la amo y estoy enamorado de ella, me atrae pero nada más.

No llega a decir nada porque ambos hermanos se acercan acompañados de su amigo, prefiero no mirarla ya que me encuentro muy cabreado y sé que si veo algo que no me gusta terminaré peleando con ella.

Respondo a su pregunta en un tono bastante cortante dejando a relucir que algo me molestó, sin embargo y como era de esperarse con lo orgullosa que es, se hizo la desinteresada y siguió su camino ignorandome como yo a ella.

- ¿Quieres desquitar todo en el ring?

Pienso un segundo si será conveniente pero decido aceptar ya que ella se fue con su amiguito.

Nos preparamos y comenzamos a luchar, no sé cuanto tiempo pasa entre golpes y movimientos estratégicos pero cuando Marina queda sobre mí en el suelo, soy bastante consciente de que Amara entra en el gimnasio con ese imbécil.

Quito a Marina de un empujón y cambio de posición mientras ella intenta liberarse, ellos comienzan a entrenar y el que la toque tanto comienza a fastidiarme pero me contengo por lo menos un rato.

- Me rindo, será mejor que estiremos.

Lo hago con ella pero sin quitar los ojos del objetivo, quien párese sentir mi mirada ya que se nota como tensa los músculos.

- Ayúdame con la espalda.

Hago lo que Marina me pide y en eso su amigo se marcha mientras ella me lanza una mirada por encima de su hombro, se dirige a las duchas y se pierde en el interior.

No soy idiota, sé perfectamente que algo quiere esa maldita mocosa, por lo mismo la sigo luego de echarle una mentira a Marina sobre que las duchas del gimnasio están descompuestas.

Cruzo la puerta y echo el pestillo observándola con rabia, odio que sea tan preciosa como lo es, detesto no poderme resistir a ella pero lo que más aborrezco es como descoloca todo mi ser, como es capaz de volverme loco en segundos y luego hacerme sonreír como si nada.

Ella se acerca a paso lento hasta que está frente a mí, acaricia mi rostro con su delicada mano y baja por mi pecho.

- Estoy enfadada- confiesa.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora