La gran estructura de ''Agreste Enterprise'' se interpuso ante mi anatomía; tomé una bocanada de aire. Lunes a la mañana daba lugar a mi primer día de trabajo y estaba sumamente nerviosa, podía sentir mis manos sudar... y es que realmente quería hacer las cosas bien, era una chica un poco torpe para mi edad y sabía que solía meter la pata y hacer el ridículo fácilmente.
Empujé con mi mano la puerta de cristal para darme paso; dentro el clima era fresco debido al aire acondicionado que se encontraba encendido apaciguando el calor del exterior, me sentí fresca al instante. Chequeé por última vez-Y disimuladamente-Mi vestimenta mientras me dirigía a paso rápido al ascensor, quería verificar que llevaba todo puesto y del lado correcto, no quería humillaciones.
Mi dedo apretó el botón que me llevaría a la tercera planta de la empresa. En cuanto las puertas se abrieron, me permitieron ver a Alya detrás de su escritorio trabajando en su ordenador, tecleando y observando la pantalla. Me acerqué a ella sin saber a donde más dirigirme y enseguida enfocó su vista en mi a la vez que esbozaba una dulce sonrisa.
-Señorita, Dupain-Ahg, detestaba la palabra ''señorita''.
-Dios, no-Solté una risa discreta-Dime Mari, por favor-Pedí.
Ella asintió con la cabeza y dio la vuelta a su escritorio para pararse a un lado mío.
-Si quiere puedo acompañarla hasta su nueva oficina en lo que el señor Agreste se desocupa-Asentí amablemente con la cabeza siguiendo sus pasos por hasta la última puerta del extenso corredor, sin decir una palabra.
Mi cabeza comenzó a maquinar ideas acerca de en que se debía de encontrar ocupado Felix, y en cuanto se me llenó de desagradable supersticiones hice una mueca y negué levemente con la cabeza para borrarlas, debía estar concentrada. Tras las puertas se encontraba un ambiente acogedor y de gran tamaño, igual de ordenado e iluminado que el espacio de Felix. Dentro yacía ya un escritorio, con un correspondiente ordenador, un portalápices y una silla reclinable.
Dios, todo se veía tan...perfecto.
-La dejaré para que se acomode, señorita Dupain...-La miré rápidamente y ella sonrió apenada-Mari.
-Gracias, Alya-Dejé mi bolso sobre el escritorio-, eres muy amable.
-El señor Agreste estará aquí en un par de segundos-Dijo desde debajo del umbral de la puerta antes de marcharse y dejarme completamente sola, únicamente con el sonido de mi prolongado suspiro.
Miré todo mi alrededor; era tan espacioso e ideal, había soñado tanto tiempo con un trabajo como aquel en un lugar como Nueva York y sobre todo de tener una oficina como aquella. Todo iba tan bien que me asustaba. Sentí la puerta abrirse y quité mi vista del ventanal para posarla en el cuerpo de Felix que se encontraba traspasando la puerta.
-¿Se puede?-Preguntó sonriente.
-Oh, claro-Sonreí nerviosa-Adelante.
Caminó los pasos necesarios hasta quedar cerca de mí.
-Espero que estés a gusto aquí, ya sabes que cualquier cosa que te incomode, de ahora en adelante, me lo puedes decir que trataré de arreglarlo-Habló.
Era tan considerado...me aferré al escritorio disimuladamente.
-Gracias-Llevé un mechón de mi cabello, que se encontraba suelto, hasta detrás de mi oreja-;digo, por la oportunidad-Añadí rápidamente.
Mantuvimos una charla de unos minutos en los que él me aclaraba rápidamente algunas dudas que tenía. Se mostraba tan profesional pero tan joven a la vez. Seguía creyendo que para la edad que tenía, era demasiado joven para llevar acabo semejante empresa, pero sus asuntos personales no me incumbían, debido a que era mi jefe, a que no debía verlo más que como eso y, debía mantener con él una relación únicamente profesional, no podía pasar a más.