Tenía quince años la última vez que visité un salón de bolos, y había sido en compañía de mi madre. Ahora-Siete años más tarde-Me encontraba de camino a uno también, solo que en circunstancias distintas. Felix sostuvo mi mano todo el tiempo que duró nuestro viaje al centro de la ciudad, que dicho sea el paso no fue demasiado. Él si que podía ser convincente cuando se lo proponía.
Salir de la habitación de un hotel a medianoche, de la mano de mi jefe-Con quien comenzaba a tener un amorío-No era algo muy propio de la antigua Marinette. Sin embargo era algo que la Marinette moderna parecía estar, y sin problemas, dispuesta a hacer.
-Aquí estamos-Habló Felix cuando estuvimos parados frente al gran local de letrero centelleante donde descansaba la palabra ''Bowling''. Asentí con una sonrisa, y con cierta emoción-Gracias, Pepe-Felix se volteó para agradecer al chófer, este asintió discretamente-Te avisaré a la vuelta.
Cuando el hombre estuvo fuera de nuestro alcance, hablé:
-Pepe ha estado allí todo este tiempo, presenciando cada una de nuestras demostraciones creo que...
-Tranquila, él es de confianza-Felix me cortó antes de que pudiera acabar con mi teoría.
Aunque odiara la palabra y el concepto que arrastraba, era cierto y tenía que admitirlo, era la amante de Felix, y sin más. Eso me volvía paranoica en todo momento y en todo lugar. Era difícil mantener todo en secreto, y tener que estar-Constantemente-Adivinando en quien se puede confiar, y en quien no. Sabía que no era la única, pues aunque Felix no lo admitiera, se notaba que le costaba ser cauteloso, y estar alerta.
Cuando aceptamos la relación, y desde el primer momento, supimos que para mantenerlo debíamos ocultarnos de los ojos de las personas a nuestro alrededor-Y por sobre todo-De los ojos de la prensa.
Estar juntos implicaba todo eso, si, pero por él-Y por eso que empezábamos a construir-Valía la pena correr el riesgo.
Sentí las manos de Felix sobre mis hombros, y las pequeñas caricias que depositó. Comenzaban a transformarse en un gesto habitual, propio de él, y del cual no tenía problema alguno con acostumbrarme. Me guió dentro del local e inmediatamente mis oídos captaron el sonido de las bolas al derrumbar los bolos, y el de estos al caer. También se escucharon risas y diversas exclamaciones, todo eso acompañado de la música que se filtraba a volumen moderado por los altos parlantes.
-Hey, Felix-Cuando nos acercamos a el mostrador para pedir por los zapatos correspondientes, uno de los empleados saludó a Felix con notable entusiasmo.
Este último, quitó las manos de mis hombros y devolvió el saludo de igual forma. Traté de ocultar la decepción que me trajo el hecho de no sentir más su tacto sobre mi piel. Fallé épicamente en el intento.
-¿Qué hay de nuevo Nino?-Observé a Felix sonreír abiertamente y rodear el mostrador para saludar con un abrazo-Parece que pasaron años desde la última vez, es bueno verte, amigo.
Me mantuve unos centímetros lejos, discretamente apartada, y fingí prestar atención a los juegos que se desarrollaban a mi alrededor mientras Felix se mantuvo unos minutos conversando.
-Ven aquí-Sentí su susurro en mi oído y su mano en mi espalda-Te quiero presentar-Aguardo unos segundos hasta que asentí y me acerqué, entonces, donde su conocido se encontraba-Nino, ella es Marinette-Me guiñó un ojo-Marinette él es un viejo amigo.
Extendí mi mano en dirección a Nino, este la estrechó atentamente y esbozó una sonrisa.
-Un placer conocerte, Nino.
-El placer es mío.
Pasadas las presentaciones nos dispusimos a hacer lo que allí habíamos ido a hacer, jugar a los bolos. Como dicho anteriormente, tenía quince años la última vez que jugué pero confiaba que mis cualidades permanecían allí, intactas. De todos modos tampoco se requería de mucho ingenio para jugar, más que nada de concentración-Algo que me faltaba en gran cantidad cuando Felix se hallaba a mi lado.