Tras una noche sumamente larga, y unos instante donde me costó conciliar el sueño, logré dormirme. El día que había tenido con Felix ayer se repetía en mi cabeza constantemente desde que había puesto un pie fuera de la cama, y eso explicaba la estúpida sonrisa que llevaba mi rostro a esas horas de la mañana.
Sabía que había muchas cosas que charlar, y cosas que poner en su lugar. Porque obviamente no quería ser vista como la mujer que se interpuso y acabó con una relación de años. No quería verme como quien rompió una familia, no quería ser la villana en la historia.
Quería estar en paz con todos y conmigo misma. Algo difícil de conseguir de una sola vez.
Para evitar todo eso, era de suma importancia que hablara con Felix acerca de lo que íbamos a hacer de allí en adelante, ¿cómo íbamos a manejar las cosas? Debíamos de ser cautelosos.
La palabra nosotros me emocionaba.
Esperaba que fuese cierto, y no una cursi fantasía que me inventaba. Estaba esperando encontrarme con Felix para que me confirmara que todo aquello que nos habíamos dicho el día anterior-Respecto a nuestros sentimientos-Era definitivamente cierto y que yo ya no lloraría, ni reclamaría más, por un amor no correspondido.
Pero quería por sobre todo que me dijese que ese era realmente el comienzo de un nosotros.
Pese a que me sentía en una nube, aún había demasiadas cosas entre medio de la cual debíamos deshacernos. Sin embargo, no tenía ganas de pensar ni lidiar aún con ello, así que-Mientras me dirigía a mi oficina-Ladeé la cabeza para deshacerme de ese manto de problemas, e incógnitas.
El día estaba soleado y caluroso, ideal. El sol se filtraba por el extenso cristal que conformaba el ventanal de la oficina, y el aire desprendía un dulce aroma a...¿jazmines?
Me detuve a medio camino del escritorio al observar un hermoso y gran ramo de flores. La sonrisa en mi rostro se amplió, se es que eso era posible, y mi corazón se hinchó, de emoción.
Me acerqué e hice mi bolso a un lado. Cerré los ojos y absorbí la fresca fragancia que desprendían los jazmines, y estando allí parada con las flores en mano, me tomé mi tiempo. Tomé el sobre y busqué por la tarjeta, sabía de antemano acerca de quien se trataba, sin embargo me moría por leer el mensaje.
''Flores. Como la primera vez. F xx''
Solté una risa, flores como la primera vez.
La primera vez, cuando Felix-La misma persona encargaba de darme el puesto de trabajo que en ese momento ocupaba-Me regaló un ramo lleno de rosas azules y blancas acompañado de una tarjeta de felicidades.
Recordé cuan extraño, y dulce a la vez, me había resultado el detalle. Recordé también como toda esa semana estuve días dándole vueltas al asunto de las flores, preguntándome el porque del presente y rompiéndome la cabeza buscando respuestas, cuando en verdad existía una sola: él era así, sorprendente.
Felix era así, hermoso y halagador. Si tenía sus momentos de inmadurez, insensateces y cambios de humor inentendibles, pero tenía también esos pequeños detalles. Esa peculiaridad de siempre sorprenderme (que valía muchísimo) y que superaba en gran cantidad cualquier imperfección.
El teléfono sonó, transportándome nuevamente a la realidad. Dejé las flores cuidadosamente a un lado, prometiendo ir luego por un florero donde resguardarlas.
-Marinette Dupain-Atendí.
-¡Marinette!-Tuve que separar mi oreja del teléfono al escuchar el chillido de mi prima. Esbocé una sonrisa mientras me acomodaba en la silla reclinable, tras el escritorio-No puedo creer lo enfadada que estoy contigo por no ocupar cinco minutos de tu tiempo para llamarme ¿sabes como estoy?-Volvió a chillar.