Felix:
El día había sido totalmente agotador y me había dejado exhausto. Salí de una reunión para entrar a otra y no deseaba hacer otra cosa más que dormir, sin embargo, el recuerdo de que Emma regresaba de Cancún lograba animarme, no la veía desde hacía meses.
En cuanto entré, el barullo me envolvió, al igual que el exquisito olor a comida casera. Me detuve en seco en la sala y sonreí al ver a Emma allí, sentada en uno de los sillones siendo atacada a preguntas probablemente acerca del viaje. La sala se sumió en un silencio al momento que se percataron de mi presencia y mi hermana sonrió de oreja a oreja parándose del sillón, donde se encontraba sentada, de un salto.
-¡Felix!-Exclamó sonriente. Extendí mis brazos hacia ella y se abalanzó a mi atrapándome en un grato abrazo.
-Emma, ¿qué tal estuvo el viaje?
-Fantástico-Se separó para verme-. Te he echado de menos, ¿qué tal estás tú? Estas más alto, y más guapo-Bromeó.
La sala estalló en carcajadas. Negué levemente con la cabeza sin borrar la sonrisa en mi rostro. Me abrí paso entre mi familia; mis padres estaban allí junto a la madre de Chloe, pese que ella no se veía por ningún lado. Me senté en uno de los sillones individuales.
-Tenemos que festejar tu llegada, Emma, con un brindis-La voz de Chloe inundó el lugar y provocó que todos volteáramos a verla.
Apareció siendo seguida por Brigette que llevaba puesto su uniforme y cargaba con unas copas de champagne que descansaban sobre una bandeja metálica. Por simple instinto, estiré mi cuello para ver detrás de ella, no sabía el motivo del porque pretendía encontrar a Marinette si estaba claro que era imposible, y no cabía posibilidad alguna de que estuviera allí. Negué levemente con la cabeza deshaciendo aquellos pensamientos, era totalmente consciente de que estaba actuando como un adolescente con hormonas revolucionadas y había dejado de serlo hacia tiempo.
Marinette era una mujer llena de cualidades, belleza, inteligencia y simpatía, y algo extraño sucedía cada vez que me encontraba a su lado, me sentía cómodo y a gusto, sin embargo y a su vez resultaba desconcertante porque la conocía hacia menos de una semana. Debido a esas explicaciones que me daba constantemente, me gustaba creer que el sentimiento que despertaba en mi cada vez que estábamos juntos no era más que una simple atracción física y que pasaría al cabo de un tiempo; después de todo, era un hombre comprometido y parcialmente seguro de sus sentimientos por su mujer.
-Cariño, ¿estás bien?-Chloe se dejó caer sobre el posa brazo del sillón donde me encontraba sentado quitándome de mis pensamientos y suposiciones.
Asentí con la cabeza y rodeé su cintura con una de mis manos, colocando la otra sobre su pierna desnuda. Ella sonrió de oreja a oreja y me pasó una de las copas de champagne para que me uniese al brindis.
Pasado el brindis nos encontrábamos reunidos en la mesa familiar compartiendo de una cena que había preparado mi madre. Mi padre encontró el momento para atormentarme a preguntas cuando mi madre comenzó a charlar animadamente con la madre de Chloe, acerca de como se encontraba la empresa y mis proyecciones a futuro para con ella. Lo que menos quería era hablar de trabajo, sin embargo era difícil eludirlo. Luego de eso, me concentré en escuchar los relatos de Emma acerca de Cancún y el sinfín de bares y clubes a los que había asistido. Ella estaba cerca de cumplir los venticinco años pero cada vez que abría la boca para hablar parecía una adolescente de 16, chillaba y se emocionaba con sus propias palabras.
Aunque di todo de mi por evitarlo, nuevamente mi mente tomó camino propio abriéndose paso y llevando mis pensamientos a otro lugar, hacia Marinette. Era una locura, eso de que no pudiera sacármela de la cabeza.