''Yo te amé rojo pasión, pero ahora se está tornando azul. Me dices que me necesitas, entonces vienes y me cortas. Pero esperas, y me dices que te perdone. No pensaste que me daría la vuelta, y te diría: es demasiado tarde para pedir disculpas''
En diciembre Nueva York está helado. Cada sendero y cada árbol están cubiertos de blanca, fría nieve. Los peatones transitan por las calles con abrigos que los cubren hasta la nariz. Es una ciudad que, para cualquiera-En cualquier estación-Resulta mágica.
Mis labios se entreabrieron para soltar un suspiro. Un humo de vaho se escapó, debido a la baja temperatura del día. Estaba desde hace ya varios minutos congelándome en el exterior del café, mientras mis ojos veían clientes entrar y salir. Había decidido que estaba lista para-Luego de prácticamente un mes sin noticias de él-Volver a verle la cara. Concreté una cita para encontrarnos allí. Debía de admitir que tuve unos segundos de vacilación, donde la idea de voltearme y regresar a casa sonaba bastante bien. Pero no, tenía que acabar con eso.
La nota y el ramo de rosas que Felix dejó en mi casa hace unas cuantas semanas me dejó pensando; pensando mucho. Y, en parte, fue lo que me llevó a tomar aquella. El resto era culpa de Alya y su insistencia.
Como dije y reitero, no creo en segundas oportunidades-Felix fue la excepción-Lo que quiere decir que mucho menos creo en terceras. Me mantengo firme a mi decisión de alejarme de él: más eso no logra quitarme la curiosidad. Necesito escuchar todo lo que él tenga que decirme. Tiene que existir un porqué detrás de todas las cosas que ocultó; y eso mismo lo que necesito conocer. El ''porqué''.
Las campanillas sonaron cuando empujé la puerta para ingresar. De entre todas las cabezas que voltearon a ver, solo me enfoqué en el cabello liso color rubio. Mordí mi labio inferior cuando mis ojos conectaron con los suyos, después de todo un mes.
Me quité el gorro de lana, y la bufanda que llevaba puesta, mientras me abría paso hacia la mesa. Mis manos temblaban, mis piernas también-Y no precisamente de frío.
-Mari-Habló con voz afligida, cuando estuvimos cara a cara.
Felix-Susurré.
Nos quedamos unos minutos observándonos mientras la tensión aumentaba. Entonces, hice el primer movimiento para sentarme junto a él. Jamás fui buena mintiendo, y seguro era pésima para ocultar mi nerviosismo. Lo bueno es que él no trataba de aprovecharse de esa vulnerabilidad.
Lo observé todo lo que pude. No parecía ser el mismo Felix de siempre, había algo diferente en su mirada ¿tal vez? Estaba como apagada. Su cabello más despeinado de lo usual, y pude detectar ojeras bajo sus ojos. Lucía como si hubiera envejecido al menos cinco años, hombre.
Bueno, aunque si nos poníamos analistas, yo me encontraba igual.
De cualquier manera, detecté como luchaba por mantener su fachada de hombre sin problemas que todo el tiempo lleva. Quien no lo conociera diría, a simple vista, que la vida lo trata bien. Y eso porque para él es fácil pretender.
-Tu llamada fue un alivio. Creí que nunca te volvería a ver-Aclaró su garganta-Han pasado tantas cosas.
-Lo sé-Interrumpí-Ha pasado un mes, Felix. Han pasado cosas, sí.
-Te extraño, como jamás he extrañado a nadie. Cada palabra que escribí en aquella nota fue cierta-Se apresuró a decir. Apoyó las manos sobre la mesa e inclinándose hacia delante murmuró-Lo siento.
Por primera vez, en tanto tiempo, sonó honesto. Nuestros rostros estaban tan cerca, y era tan difícil resistirse.
-Que te crea el que no te conoce-Susurré tan bajo que no sé si fue capaz de escucharme. No efectuó ningún gesto.