De su bolso quitó el móvil y fijó su vista en la pantalla para corroborar si tenía algún mensaje de su prima, Brigette, quien se encontraba en ese precios instante trabajando dentro de aquella enorme casa.
Los minutos pasaron lentos y atormentadores, y luego de impacientarse decidió marcar el número para llamarla, no podía esperar más por ella, aún quedaban cajas en el departamento que desempacar, debido a la mudanza, y cosas que organizar antes de tener su primera entrevista de trabajo al día siguiente por la mañana. El teléfono timbró unas cuantas veces antes de mandarla al buzón de voz, así que tomó la decisión de irla a buscarla por sus propios medios.
Entre bufidos cruzó la calle, era increíble, la casa ocupaba casi toda una manzana, la cola de autos era impresionante, debía de ser una gran fiesta la que estaban dando. Rejas altas se alzaron ante su figura; el portero se acercó y antes de que ella pudiese decir algo él se le adelantó.
-Usted debe ser la camarera que estaba faltando-Sonrió.
Ella frunció el ceño, no era una camarera, era una chica ordinaria que acababa de mudarse a Nueva York, que se veía en la obligación de ir por su prima, quién debía de haber salido hacia horas del trabajo...pero, si ella se explicaba con eso tal vez no lograría entrar, aunque odiaba mentir, hizo lo impensable.
-S-Sí, lo soy-Balbuceó.
La música se coló por sus oídos en cuanto entró. la fiesta se estaba dando al aire libre sobre un césped de gran extensión, verde y perfectamente cuidado. Se habían colocado mesas redondas que eran ordenadas por blancos y finos manteles, y sobre ellos flores de todos colores y aromas.
Una mesa servida con un gran bufete; invitados bebiendo de sus copas de champagne y charlando. Se avergonzó al instante de como se encontraba vestida-Con unos cortos shorts, una blusa de tirantes poco formal, unas simples zapatillas y un bolso de cuero que colgaba hasta su cadera. Recordó que se encontraba en un barrio de gente refinada, y que alguien como ella (de economía media) jamás encajaría en lugares como ese.
Se maldijo así misma. La próxima vez debía de pensárselo dos veces antes de tomar una decisión que pudiese meterla en apuros.
Para su suerte logró pasar desapercibida, y llegar hasta la puerta de la casa, en algún lugar debía encontrarse con su prima...pero ¿dónde? era la pregunta. Luego de traspasar el salón atestado de gente y llegar a la cocina; se centró en localizar la cabellera azabache correspondiente a Brigette.
Soltó un suspiro, y su mirada vagó por cada rincón.
Una mujer que se encontraba bajando las escaleras enfocó su vista en ella, y luego de analizarla de pies a cabeza, frunció el ceño y se acercó. Pareciera estar entre los cuarenta o cincuenta, y llevaba consigo un vestido bastante ajustado, que le llegaba unos dedos más arriba de las rodillas.
-¡Al fin llegas!-Exclamó indignada mientras dejaba caer sus brazos a cada lado de su cuerpo-Estamos atareados y necesitábamos más camareras, Felix debería de bajarles las ganancias por llegar tarde-Reprochó-El uniforme se encuentra en la cocina, no tienes que hacer más que servir, y sonreír; ¿de acuerdo?-Le dio a Marinette leves empujones para que se pusiera en marcha.
Ella asintió un tanto conmocionada por su actitud. La veterana, luego de soltar un resopló, se alejó haciendo resonar sus tacones en las baldosas, y proponiéndose saludar a los invitados, uno por uno.
Mari viró sus ojos enseguida se encontró con Brigette, quien cargaba con una bandeja a la vez que luchaba por quitarse el pequeño delantal de su uniforme.
-¿Qué haces aquí dentro?-Preguntó la azabache con sorpresa, y deteniendo a medio camino sus acciones.
-Vine a buscarte, dijiste que saldrías en unos cinco minutos, y ha pasado media hora.
-Marinette no puedes estar aquí, si se entera mi jefe, podría llegar a perder mi trabajo-Ahogó una exclamación-¿tanto te costaba esperar fuera unos minutos más?
Sin responder a aquello, Mari se apoyó en la encimera, mientras su prima terminaba de quitarse el delantal y quejarse, para que al fin pudiesen marcharse.
-Brigette, ¿has visto a mi madre...o a Chloe?-Una voz ronca, y grave provocó que ambas muchachas se giraran sobre su posición, para ver.
Un joven elegante, vestido de traje, se encontraba parado frente a ellas, con ambas manos apoyadas sobre la isla, que se encontraba al centro de la cocina.
Tenía unos ojos verdes increíbles, y una delicada sonrisa en su rostro. Su cabello rubio se encontraba enmeriñado, y peinado hacia atrás como quitándole importancia, sin saber quizás que aquella despreocupación, lo hacia lucir más atractivo.
Era bastante joven, se podía decir, Mari lo notaba en las facciones de la cara, tal vez estuviera alrededor de los 22 o 23. Ella se encontró atrapada por su mirada, y cautivada. Desde que la había localizada, él no se había deshecho de la confusión, como no le había quitado tampoco la mirada de encima.
¿Trabajaba ella allí? Obviamente no, porque de haber estado trabajando él se hubiese dado cuenta mucho tiempo antes. Aparte, no portaba el uniforme de trabajo, sino que más bien vestía un tanto informal para dicha ocasión. Lleva el cabello recogido en una coleta alta, y sus ojos celestes contrastaban con el blanco tono de su piel. Sin duda se hubiese dado cuenta antes, pensó él.
Brigette asintió mientras doblaba el delantal y lo dejaba sobre la encimera despreocupadamente.
-Las he visto en el jardín, charlando con los invitados.
Él asintió con la cabeza en forma de agradecimiento, mientras esbozaba una sonrisa, sin despegar sus ojos de la azabache que se encontraba ahora un tanto ruborizada, y que se concentraba en intentar eludir su mirada. Se podía decir que eso le causaba diversión.
Mari, a diferencia, se sentía demasiado cohibida; ¿qué tenía? ¿Por qué le miraba tanto, de ese modo tan peculiar?
Brigette se despidió fugaz dejando al joven plantado en la cocina. Empujó de su prima lejos hasta dar con la puerta trasera. El portero, mostrándose confundido por las idas y venidas de las muchachas, volvió a abrirles la puerta sin chistar, y para cuando ya se encontraban adentrándose en el coche, Mari no pudo retener más las ganas de preguntar responder a su curiosidad:
-¿Quién era él?
-Felix, Felix Agreste-Susurró su prima acomodándose en el asiento del copiloto, mientras Mari ponía en marcha el vehículo-Trabajo en su casa en celebraciones especiales-Le restó importancia con su mano, mientras quitaba de su bolso un espejo y retocaba su brillo labial color cereza.
-Era un gran bufete ese que estaban dando allí dentro-Bromeó Mari mientras manejaba entre el tráfico de Nueva York, rumbo al que sería desde allí, su nuevo departamento.
En realidad si, si que había sido una gran fiesta, pensó mientras Brigette se tomaba su tiempo para acotar algo más.
-No era un bufete-Rió su prima, luego de juntar sus labios y guardar los cosméticos nuevamente en el bolso. La peliazul negó con su cabeza, y enfocó la mirada en su prima para agregar-Celebraban su compromiso.