CAPÍTULO 11

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Después de andar durante 5 minutos llegamos a la puerta de mi portal. 

—Ehh... ya hemos llegado. Gracias por acompañarme— digo mientas me doy la vuelta para mirarle.

—Ha sido un placer, Naya— dice mientas me mira con una sonrisita esperando a ver en mi cara algo de felicidad por mi nuevo apodo.

—¿Naya?— digo mientras mi cara se transformaba a un tomate. Realmente me encantó mi nuevo apodo.

—Si, Nayara es muy largo. Será mi manera de llamarte, o es que no te gusta?

—No no, me encanta... digo... esta bien— torpe. Gracias conciencia, no me había dado cuenta.

Él soltó una risita. Ya había hecho el ridículo suficiente a si que decidí despedirme. Cuando me doy la vuelta para meterme en mi portal Raúl coge mi brazo y tira de él hacia atrás haciendo que ambos cuerpos chocaran ligeramente. Cuando nuestros cuerpos estaban totalmente unidos no pude evitar bajar mi mirada hacia sus labios, deseosos de rozar los míos. Raúl estaba esperando una especie de reacción por mi parte para asegurarse de que si podía lanzarse. Una vez analicé la situación decidí acercar mis labios un poco más, pero no lo suficiente como para tocar los suyos.— nunca antes había experimentado esta sensación, sentía mariposas correteando por mi estómago pero al mismo tiempo no podía relajarme porque estaba muy pero que muy nerviosa, ESE SERÍA MI PRIMER BESO— Cuando Raúl estuvo seguro que que yo si quería, soltó mi brazo y puso sus dos manos en mis muslos, exactamente debajo de mi culo. Yo en cambio  entrelacé una de mis manos en su pelo y con la otra acaricié su mandíbula. Raúl empezó a acercarse poso a poco y yo incliné un poco mi cabeza para no chocarme con su nariz. Antes de cerrar los ojos para  besarle algo hizo que subiera mi mirada hasta una pequeña cicatriz que tenía cerca de su ojo izquierdo. Me aparté de golpe.

—¿¡Qué pasa!?— dijo Raúl sorprendido con una expresión de horror en la cara.

No sabía que responder. ¡Tenía la misma cicatriz que el chico del secuestro!. Los recuerdos empezaron a invadir mi mente haciendo que tuviera unas ganas de llorar enormes. Intentaba convencerme a mi misma de que no era él, que era una coincidencia y que era imposible. En cierto modo sabía que no era él, pero había una pequeña posibilidad aterradora de que si lo fuera. Mi cabeza de tantos recuerdos empezó a colapsar y empecé a ver borroso debido a las lágrimas que me estaba conteniendo. 

Me di la vuelta y corrí hacia la puerta de mi portal para encerrarme en el ascensor.

NARRA RAÚL

No se que acaba de pasar, estoy más confundido que Jack en mates.

No puedes reírte de tus propias bromas y menos en este momento.

Cinco minutos después sigo de pie delante de la puerta del portal de Naya. Ya la he llamado 3 veces sin contar la gran cantidad de mensajes que la he mandado.

¿Y si se ha enterado...?

Maldita conciencia. No, eso no puede ser.

Después de otros 5 minutos al darme cuenta de que no volvería, decidí irme a casa.

Diez minutos después entro a casa y dejo mi chaqueta encima de la mesa. Fernando (mi padre) estaba sentado en el sofá con una botella de alcohol en la mano.

—¿Qué miras, canijo?— dice sin apartar su mirada del partido.

—La pena que das cuando bebes. Bueno espera perdón... siempre— digo sonriendo con una mueca para hacerle rabiar.

—Pero serás...— coge su botella y me la lanza a la cabeza. Es lo que pasa habitualmente a si que no me sorprende. La esquivo con facilidad y cuando choca contra el suelo uno de los cristales rebota y penetra en mi mejilla.

¿Por qué tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora