CAPÍTULO 12

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Al abrir los ojos me doy cuenta de que no estoy en mi cama. Ni siquiera estoy en mi casa. Estoy en el hospital que hay en mi barrio, en la habitación que siempre me asignan cuando paso la noche aquí. 

—Hola Nayara— me dice una voz muy familiar interrumpiendo mis pensamientos. Cuando me doy la vuelta veo a mi psicóloga sentada en una silla cerca de mi cama.

—Hola— digo mientras mi mente elaboraba una excusa rápidamente.

—¿Cómo te encuentras?

—Eh... bien, bien.

—¿Qué te ha pasado?— me dice sin más rodeos. Me quedé en silencio un momento.

—No lo sé— miento— ha sido de repente, me sentía muy mal y pues... pasó.

Mientes muy mal.

—Nayara... tu situación está empezando a preocuparnos, tanto a mi como a tu madre— se aclaró la garganta— No puedes tener ataques de ansiedad de la nada. Sabemos que nos estas ocultando algo.

Se quedó en silencio para que hablara pero al darse cuenta de que no iba a decir nada continuó.

—¿Has recordado algo?

Cada vez que alguien me formula esa pregunta, no puedo evitar que se me haga un nudo en la garganta y que me entren unas ganas de llorar inmensas. No iba a responder. Hace unas semanas me prometí a mi misma que no volvería a responder esa pregunta nunca más, ni a mi psicóloga, ni a mamá, ni a Jack, ni a nadie.

—Solo la pesadilla de siempre— mentí.

—No, hay algo más Nayara. De verdad si quieres que te ayude me lo tienes que contar. Por tu comportamiento se que has recordado algo. 

—Que va— digo secamente.

—Se te olvida que he estudiado el comportamiento humano.

No respondí.

—Vale como quieras— me dice indignada— pero después no vengas a mi consulta con la intención de que te ayude con algo que no me quieres contar.

Que grosera

—Llevas 3 años tomando terapias, y siento decirte que no has avanzado mucho. ¿Sabes que cuanto más intentes mantener en secreto lo que pasó más daño te haces? Dímelo y te prometo que te ayudaré, que lo superarás y volverás a ser tan feliz como antes. ¿Por qué lo escondes?

—En la consulta anterior me dijiste que iba bastante bien— digo intentando evitar la pregunta.

—Es para subir los ánimos— no conocía esa lado tan grosero de mi psicóloga—¿Por qué lo escondes?

—No se lo diré a nadie— escupí por fin.

—¿¿Por qué??

—Porque no quiero— digo secamente.

—¿¿Tienes miedo??

—Todo menos miedo

—¿¿Entonces por que?? ¡quiero entenderlo!

—¡¡Mama!!— grité instintivamente. El agobio reinaba en mi cuerpo y en ese momento no quería que nadie me siguiera torturando con las mismas preguntas de siempre.

—Como quieras— dijo mientras salía indignada de la habitación.

Por un momento pensé en contárselo todo, me imaginé como me ayudaba a salir de esto. Pero mi lado cabezota me aseguró que lo superaría sola.

Cuando mi psicóloga salió de la habitación entró mi madre, asustada.

—¿¿Qué pasa??

—Nada— digo mientras me coloco boca arriba mirando al techo.

¿Por qué tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora