5: ⟨⟨☕⟩⟩ Visitante.

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Dazai se gira hacia la puerta.

—Bienvenido al Café. —y su voz se le traba en la garganta.

Ya lo había superado. Lo estaban jodiendo. Entonces, ¿por qué está parado en la puerta de su café vacío treinta y siete minutos antes del cierre con un par de jeans ajustados, una camiseta blanca lisa y una chaqueta de motociclista con un casco de moto bajo el brazo?

El hombre abre la cremallera del bolsillo del pecho y extrae una tarjeta de visita, la misma que le dio Dazai hace tres semanas. Se da cuenta de que sus esquinas rojas se han deshilachado un poco. 

—¿Café Lupin? —en esa voz, el nombre suena como la perfección. Por otra parte, Dazai puede pensar en otros nombres que le gustaría escuchar saliendo de la boca de ese hombre. Su mente se queda en blanco cuando los ojos azules lo atraviesan—. ¿Eres el dueño?

—Sí. —Dazai se endereza. De alguna manera, este hombre se ve aún más vibrante a plena luz del día. Su cabello es de un rojo impactante, sus ojos azul eléctrico. Todavía es demasiado bajo, pero Dios, esos jeans ajustados son criminales para él. Y Dazai nota, al menos eso cree, cómo esos ojos azules le dan una mirada antes de caer en la tarjeta que tiene en la mano.

—Aquí dice que tu nombre es Dazai Osamu.

—Así es. —dice.

El hombre se ríe, e incluso su risa es demasiado. 

—¿Aún vas a honrar ese café gratis que me prometiste? ¿O te bebiste tanto whisky que se te olvidó?

Una lenta sonrisa se dibuja en el rostro de Dazai. Internamente, está gritando: ¡Él recuerda! ¡Recuerda lo que bebí! Tan feliz como está, responde en un tono uniforme.

—Lo hago. Aunque es un poco tarde para el café, ¿no crees?

—No hay tal cosa. Puedo beber una olla antes de acostarme y aun así quedarme dormido.

—Qué suerte para ti. Tome asiento en el bar. Enseguida estaré contigo. —Dazai escucha los zapatos del hombre mientras camina por el suelo. Camina lento, como si estuviera observando el lugar mientras se mueve. Mientras Dazai limpia la mesa, mira por encima del hombro. La cabeza del hombre gira lentamente alrededor del lugar, y cuando termina, se sube a un taburete. Deja su casco a su lado y se vuelve hacia las latas de café en grano detrás del mostrador.

Justo en ese momento, Dazai termina de limpiar la última mesa en la esquina. Da un paso detrás del mostrador y se arremanga para lavarse las manos. Los vendajes color canela le devuelven la mirada. Rara vez desea no necesitarlos, pero ahora los necesita. Él empuja ese pensamiento a un lado y dice:

—Entonces —sacando la palabra mientras termina de secarse las manos. Tira la toalla de papel a la basura y gira hacia su cliente—, ¿qué será?

—¿Cuál es tu recomendación?

Si Dazai no estuviera en modo de servicio al cliente, está seguro de que se ahogaría. Si estuviera más seguro de que este hombre tenía preferencias similares a las de él, inmediatamente habría bromeado: «—Yo». Pero su sonrisa permanece intacta. 

—Bueno —dice—, eso depende de lo que te guste.

El hombre apoya los brazos sobre el mostrador y se inclina hacia delante. 

—¿No puedes decirlo con solo una mirada?

Dazai se ríe. Observa al hombre reaccionar al sonido con un parpadeo lento. 

—¿Qué? ¿Mis clientes están difundiendo rumores de que soy propietario de un café psíquico?

—Se dice en la calle que con un cliente en particular, se podía decir lo que le gustaba dentro de una hora de estar aquí.

Una Gota De Café Negro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora