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51. Humbert Humbert XVIII

La expresión de la asistente parecía que tenía algo que decir pero se estaba conteniendo. Fei Du solo la miró y supo lo que quería decir. Muy comprensivamente, dijo: "Si hay documentos que necesitan mi firma, déjalos en mi escritorio. Si alguno de ellos es urgente, volveré a la oficina por la noche".

"También hay algunas cartas de socios comerciales que pueden necesitar su atención personal", agregó rápidamente la asistente. "¿A qué hora sería adecuado que lo recogiera por la noche?"

"Ningún momento sería adecuado". Fei Du, abriendo la puerta del auto, se rió de sus palabras. "Llamaré un coche para mí. Si retraso tu cita con tu novio después del trabajo, es posible que yo ya no te agrade. ¿Qué haré entonces?"

La asistente dijo muy generosamente: "Ese novio mío, no tiene dinero ni apariencia. No sé por qué lo mantengo cerca de mí. Solo da la orden y lo patearé a la acera de inmediato".

"Ten piedad del pobre hombre arrodillado a tus pies. Además, tu maquillaje es tan encantador hoy. ¿Cómo puedes mostrárnoslo sólo a mí y a la computadora? Es un desperdicio imprudente de la generosidad de la naturaleza". Sin consultar a nadie, Fei Du salió del auto. Antes de irse, puso una mano en la puerta del auto y se inclinó para exhortarla. "Este auto puede ser un poco complicado. Conduce más lento en el camino de regreso. Envíame un mensaje cuando regreses a la oficina".

Ante sus palabras, la asistente subconscientemente revisó su maquillaje en el espejo retrovisor, descubrió que el color de sus labios se había desvanecido y, cuando Fei Du se fue, se apresuró a repasarlo con su lápiz labial varias veces. Entonces no pudo resistirse a levantar la cabeza para mirar a Fei Du.

La espalda de Fei Du a menudo tenía una arrogancia distintiva. Visto desde atrás, su brazo, levantado por su escayola, apenas se diferenciaba de su postura habitual con una copa de champán; luciendo como si estuviera asistiendo a una cena, se dirigió tranquilamente y sin preocupaciones a la Oficina de la Ciudad.

La asistente se apellidaba Miao. A diferencia de las secretarias "mayordomas de palacio" especialmente asignadas a las nimiedades, ella había recibido una educación solemne en una escuela de élite y era una excelente trabajadora. Debido a que una vez tuvo problemas con un individuo desagradable, sus esperanzas en el lugar de trabajo se habían amargado; Fei Du le había echado una mano.

El joven presidente Fei era un famoso “mujeriego”, bromeaba casualmente con cualquier joven que conocía, pareciendo familiar con todos; pero, de hecho, sólo aquellos bajo su dirección personal sabían lo que hacía todos los días.

Fei Du siempre trabajó al pie de la letra. Rara vez rechazó las propuestas del equipo de alta gerencia, entendiendo muy bien el sentido de dejar que los expertos manejaran negocios que requerían conocimiento experto; mientras que en algunos otros asuntos, las cualidades de un hijo de la riqueza eran inusualmente evidentes. Tal vez porque lo habían mimado al crecer en medio del lujo, no podía albergar ninguna codicia en sus huesos; renunció a todos los beneficios inmateriales que pudo, haciendo muy armoniosas sus relaciones con los pequeños accionistas. Estaba más que preparado para la tarea de socializar. Era un sucesor que no causó problemas a nadie... excepto que la asistente Miao había visto con sus propios ojos cómo había arrebatado el control del conglomerado en ese entonces.

Pero lo extraño era que, por lo que podía ver la asistente Miao, su “hijo de la casa” no tenía la disposición de un líder pionero; no tenía ambiciones descabelladas de pisar Asia-Pacífico y dominar todo el globo. Mientras tuviera dinero cuando quisiera gastar dinero, parecía no tener otras visiones.

El fuerte impulso al comienzo de su sucesión parecía haber sido solo para hacer sentir su presencia y mostrar a los demás que no trataran de engañarlo. Después de familiarizarse a fondo con todo el funcionamiento del conglomerado, no había metido demasiado la mano; este último medio año había sido especialmente escaso, desapareciendo más y más a menudo sin que nadie supiera lo que estaba haciendo, aparentemente decidido a ser un líder que no interviene.