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Al día siguiente, cuando llego a la oficina, todos parecen felices. Me cruzo con Jungkook y no puedo evitar sonreír. Él y la jefa. Si ellos supieran que los vi… Pero, como no quiero pensar en ello, me dirijo hacia mi mesa y mientras enciendo mi ordenador veo que se acerca hasta mí.
—Buenos días, Hoseok.
—Buenos días.
Jungkook, además de ser mi compañero, es un tipo muy simpático. Desde el primer día que llegué a la oficina ha sido un encanto conmigo y nos llevamos muy bien. Casi todas en el curro babean por él, pero, no sé por qué, en mí no surte el mismo efecto. ¿Será que no me gustan los bomboncitos sonrientes? Pero, claro,
ahora, sabiendo lo que sé y habiéndole visto su aparatito en acción, no puedo evitar mirarlo de otra forma mientras intento no gritar: «¡Torero!».
—¿Recuerdas que esta tarde hay reunión general?
—Ajá.
Como es de esperar, sonríe, me agarra del brazo y dice…
—Venga, vamos a tomarnos un café. Sé que te mueres por un cafecito y una tostada de la cafetería.
Sonrío yo también. Cómo me conoce el puñetero… Además de simpático y guapo, al tío no se le escapa una. Ése, junto a su perpetua sonrisa, es el gran atractivo de Jungkook. No olvida detalle. De ahí que se lleve a las churris de calle. Cuando llegamos a la cafetería de la novena planta, vamos a la barra, pedimos nuestra consumición y nos dirigimos a nuestra mesa. Digo nuestra mesa porque siempre nos sentamos allí. Se nos unen Namjoon y Jin. Una parejita gay con la que me llevo muy bien. Como siempre hacen, me besuquean el cuello y me hacen reír. Los
cuatro comenzamos a hablar e inconscientemente recuerdo lo que vi la noche anterior en el parking. ¡Jungkook y la jefa! Vaya polvazo más morboso que se marcaron ante mi cara. ¡Vaya con mi compañero, es un portento el chico!
—¿Qué te pasa? Te noto distraído —me pregunta Jungkook.
Eso me reactiva. Lo miro y le respondo, intentando olvidar las imágenes que por mi mente pululan:
—Estoy en Babia, lo sé. Mi gato cada día está más apagadito y…
—Qué pena, el Currito —murmura Namjoon y Jin me hace un gesto comprensivo.
—Vaya, lo siento, precioso —responde Jungkook, mientras me coge la mano.
Durante un rato hablamos de mi gato y eso me pone aún más triste. Adoro a Curro e, inevitablemente, cada día que pasa, cada hora, cada minuto, su vida se acorta un poco más. Es algo que aprendí a asumir desde que el veterinario me lo dijo, pero aun así me cuesta. Me cuesta mucho.
De pronto, mi jefa llega, rodeada por varios hombres, como siempre. ¡Es una
comehombres! Jungkook la mira y sonríe. Yo me callo. Mi jefa es una mujer muy atractiva. Vamos, una cincuentona potente, una morena de rompe y rasga, soltera pero no entera, y a la que se le han atribuido varios líos en la empresa. Se cuida como nadie y no falta ni un solo día al gimnasio. O sea, que le gusta… gustar.
—Hoseok —me interrumpe Jungkook—. ¿Te queda mucho?
Vuelvo en mí y dejo de mirar a mi jefa para mirar mi desayuno. Doy un trago al café y contesto:
—¡Acabado!
Los cuatro nos levantamos y salimos de la cafetería. Debemos comenzar a trabajar.
Una hora después, tras hacer las fotocopias pertinentes y acabar el recurso, me dirijo al despacho de mi jefa. Llamo con los nudillos y entro.
—Aquí tiene el contrato finalizado para la delegación de Albacete.
—Gracias —responde escuetamente mientras lo ojea.
Como de costumbre, me quedo parado ante ella a la espera de sus órdenes. El pelo de mi jefa me encanta, tan ondulado, tan cuidado. Nada que ver con mi pelo castaño y liso. Suena el teléfono y antes de que me mire lo cojo.
—Despacho de la señora Jennie Kim. Le atiende su secretario, el señorito Jung, ¿en qué puedo ayudarlo?
—Buenos días, señorito Jung —responde una voz profunda de hombre con cierto tonillo guiri—. Soy Kim Taehyung. Querría hablar con su jefa.
Al reconocer aquel nombre, reacciono rápidamente.
—Un momento, señor Kim.
Mi jefa, al escuchar aquel apellido, suelta los papeles que hasta ese momento sujetaba y, tras arrancarme literalmente el teléfono de las manos, dice con una encantadora sonrisa en los labios:
—Tae… ¡qué alegría saber de ti! —Tras un pequeño silencio, continúa—: Por
supuesto, por supuesto. ¡Ah! Pero ¿ya has llegado a Madrid?… —Entonces suelta una risotada más falsa que un euro con la cara de Popeye y susurra—: Por supuesto, Tae. A las dos te espero en recepción para comer.
Y tras decir esto, cuelga y me mira.
—Pídeme cita para la peluquería para dentro de media hora. Después, reserva para dos en el restaurante de Gemma.

All You Want (Vhope)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora