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Desnuda y con su duro cuerpo sobre el mío, intento recuperar el control de mi
respiración. Lo ocurrido ha sido ¡fantástico! Le acaricio la cabeza, que reposa sobre mi cuerpo, con mimo y aspiro su perfume. Es varonil y me gusta.

Noto su boca
sobre mi pecho y eso también me gusta. No quiero moverme. No quiero que él se
mueva. Quiero disfrutar de ese momento un segundo más. Pero entonces, él rueda
hacia el lado derecho de la cama y me mira.
—¿Todo bien, Hobi?
Digo que sí con la cabeza. Él sonríe.
Instantes después veo que se levanta y se marcha de la habitación. Oigo la
ducha. Deseo ducharme con él pero no me ha invitado. Me siento en la cama
sudoroso y veo en mi reloj digital que son las siete y media.
¿Cuánto tiempo hemos estado jugando?
Minutos después aparece desnudo y mojado. ¡Apetecible! Me sorprendo al
darme cuenta de que coge los calzoncillos y se los pone.
—Anoche perdisteis el partido de fútbol contra Italia. ¡Lo siento! Os mandaron a
casita.

Taehyung me mira y añade:

—Sabemos perder, te lo dije. Otra vez será.

Sigue vistiéndose sin inmutarse por lo que le acabo de decir.

—¿Qué haces? —le pregunto.

—Vestirme.

—¿Por qué?

Tengo un compromiso —responde escuetamente.
¿Un compromiso? ¿Se va y me deja así?
Irritado por su falta de tacto, tras lo que ha ocurrido entre nosotros, me pongo la camiseta y las bragas.
—¿Vas a repetir con mi jefa? —le suelto, incapaz de morderme la lengua.
Eso lo sorprende.
¡Ay, Dios! Pero ¿qué he dicho?
Sin mover un solo músculo de su cara se acerca a mí, vestido únicamente con los calzoncillos.
—Sabía que eras curioso, pero no tanto como para leer las tarjetas que no son para ti —me dice, escrutándome con su mirada.
Eso me avergüenza. Acabo de dejar constancia de que soy un fisgón. Pero sigo mostrándome incapaz de contener mi lengua.
—Lo que tú pienses me da igual —le digo.
—No debería darte igual, pequeño. Soy tu jefe.
Con un descaro increíble, lo miro, me encojo de hombros y respondo:
—Pues me lo da, seas mi jefe o no.

Me levanto de la cama y camino hacia la cocina.
Quiero agua, ¡agua! No champán con olor a fresas. Cuando me vuelvo está detrás de mí.
—¿Qué haces que no te vistes y te vas? —le pregunto sin inmutarme y levantando una ceja.
No responde. Sólo me mira, desafiante, con los ojos entornados.
Furioso lo empujo y salgo de la cocina.
Camino de vuelta a mi habitación y siento que viene detrás de mí.
—Vístete y vete de mi casa —le grito, volviéndome hacia él—. ¡Fuera!
—Hobi… —oigo que me dice en voz baja.
—¡Ni Hobi, ni leches! Quiero que te vayas de mi casa. Pero, vamos a ver: ¿para qué has venido?
Me mira con un gesto que me impulsa a partirle la cara. Me contengo. Es mi jefe.
—Vine a lo que tú ya sabes.

—¡¿Sexo?!
—Sí. Quedé en que te enseñaría a utilizar el vibrador.
Dice eso y se queda tan pancho. ¡Flipante!
—Pero ¿es que me crees tan tonto como para no saber cómo se utiliza? —vuelvo a gritarle, preso de los nervios.
—No, Hobi —comenta con aire distraído, mientras me sonríe—. Simplemente quería ser el primero en hacerlo.
—¿El primero?
—Sí, el primero. Porque estoy convencido de que a partir de hoy lo utilizarás muchas veces, mientras piensas en mí.
Esa seguridad chulesca me mata y, torciendo el gesto, replico, dispuesto a todo:
—Pero ¡serás creído! ¡Presumido! ¡Vanidoso y pretencioso! ¿Tú quién te crees que eres? ¿El ombligo del mundo y el hombre más irresistible de la Tierra?

Con una tranquilidad que me desconcierta, responde mientras se pone el pantalón:
—No, Hobi. No me creo nada de eso. Pero he sido el primero que ha jugado con un vibrador en tu cuerpo. Eso, te guste o no, nunca lo podrás obviar. Y aunque en un futuro juegues solo o con otros hombres, siempre… sabrás que yo fui el primero.
Escucharlo decir aquello me excita.
Me calienta.
¿Qué me pasa con ese hombre?
Pero no estoy dispuesto a caer en su influjo.
—Vale, habrás sido el primero. Pero la vida es muy larga y te aseguro que no serás el único. El sexo es algo estupendo en esta vida y siempre lo he disfrutado con quien he querido, cuando he querido y como he querido. Y tiene razón, señor Kim. Le tengo que dar las gracias por algo. Gracias por no regalarme unas ridículas rosas y regalarme un vibrador que estoy seguro que me resultará de gran ayuda cuando esté practicando sexo con otros hombres. Gracias por alegrar mi vida sexual.
Lo oigo resoplar. Bien. Lo estoy cabreando.
—Un consejo —me replica, contra todo pronóstico—. Lleva el otro vibrador que te he regalado siempre en el bolso. Tiene forma de barra de labios y reúne toda la
discreción para que nadie, excepto tú, sepa lo que es. Estoy seguro de que te será de gran utilidad y que encontrarás sitios discretos para utilizarlo solo o en compañía.
Eso me descoloca. Esperaba que me mandara a freír espárragos, no aquello.
Malhumorado, me dispongo a sacar al arpía mal hablado que hay en mí, cuando me coge por la cintura y me atrae hacia él. Lo miro y, por un momento, me siento tentado a subir la rodilla y darle donde más le duele. Pero no. No puedo hacer eso. Es el señor Kim y me gusta mucho.

All You Want (Vhope)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora