La reunión se alarga más de lo esperado y no salimos de las oficinas hasta las ocho y media. El rostro de Taehyung es serio. Jimin, para mi gusto, es un tocapelotas, no ha hecho más que poner impedimentos a todo lo que se hablaba.
Nos montamos en la limusina, con Jimin. Durante el trayecto, Taehyung va parapetado tras una máscara de hostilidad que no me gusta y me pide varios papeles. Se los entrego. Él y Jimin los miran mientras hablan sin parar.
Cuando llegamos al hotel deseo correr a la habitación y desnudarme como él me ha pedido. No he podido parar de pensar en ello. Taehyung y yo. Taehyung sobre mí. Taehyung poseyéndome. Pero mi gozo se va a un pozo cuando le oigo decir:
—Señorito Jung ¿le apetece cenar con Jimin y conmigo?
Eso me paraliza. Aquella pregunta, en realidad, debería ser: «Jimin, ¿le apetece cenar con el señorito Jung y conmigo?».
Siento que la furia se concentra en mi estómago. Ardo por dentro. Aunque, esta vez, mi ardor nada tiene que ver con el deseo. Percibo la mirada de aquel chico rubio sobre mí. En el fondo, le joroba tanto como a mí compartir la compañía de Taehyung.
—Muchas gracias por la invitación, señor Kim —respondo, dispuesto a darle el gusto—, pero tengo otros planes.
Para no variar, Taehyung pone cara de sorpresa. Por su mirada, sé que esperaba cualquier otra contestación menos aquélla. ¡Eso por listillo! Doy las buenas noches y me marcho. Siento la mirada de Taehyung en mi espalda pero continúo mi camino.
¡Para chulo, yo! Cuando llego al ascensor y las puertas se cierran consigo respirar.
Y cuando entro en mi habitación grito frustrado.
—¡Imbécil! Eres un imbécil.Irascible hasta con el aire que me roza, me dirijo hacia el baño. Miro la bañerapero finalmente decido darme una ducha. No quiero pensar en él, ¡que le den!
Salgo de la ducha. Me seco el pelo y me obligo a ser el tío con el carácter que siempre he sido. Suena el teléfono de la habitación. No lo cojo. Abro rápidamente mi móvil.
Tres llamadas perdidas de mi hermana. ¡Qué pesadilla! Decido llamarla en otro momento y telefoneo a una amiga de Barcelona. Como es de esperar, se vuelve loca al saber que estoy en la ciudad y quedo con ella. Apago el móvil. Nadie me va a chafar mi alegría, y menos Taehyung.
Así que ansioso por salir de allí lo antes posible sin ser visto, me pongo una camisa transparente de mallas y un saco y un pantalón apretado. Hace un calor horroroso y esa camisa liviana me viene de perlas. Cuando estoy preparado cojo el bolso.
Abro la puerta con cuidado y miro el pasillo. No hay moros en la costa y salgo.
Pero sé que Taehyung está en la suite de al lado y en vez de esperar el ascensor me escabullo por la escalera. Bajo cinco tramos y finalmente cojo el ascensor.
Sonrío por mi proeza y cuando llego a recepción y salgo por las puertas del hotel Arts, casi doy saltos de alegría. Pero ésta dura poco. De pronto soy consciente de que he dejado vía libre a ese lobo de Jimin y la mala leche se instala de nuevo en mí.
Cojo un taxi y le doy la dirección. Mi amiga Irene me espera allí. Cuando llego al lugar, rápidamente la veo. Está guapísima y rápidamente nos fundimos en un sincero abrazo. Irene y yo somos amigas de toda la vida. Mi madre era catalana y, hasta que murió, íbamos todos los veranos a Hospitalet.
—Dios, nene ¡qué guapo estás! —me grita.
Tras una enorme tanda de besos, abrazos y piropos, cogidas del brazo nos encaminamos hacia el puerto. Irene sabe que me gusta la pizza y vamos a un restaurante que sabe que me encantará. Para no perder la costumbre, comemos de todo, regado con litros de Coca-Cola y no paramos de cotorrear durante horas.
Sobre las dos de la madrugada estoy cansado y quiero regresar al hotel. Nos despedimos y quedamos en llamarnos al día siguiente.
Feliz por la velada con Irene regreso al hotel lleno de energía. Irene es tan
positiva y tan vitalista que estar con ella siempre me llena de felicidad.
Cuando el taxi se detiene en la preciosa entrada del hotel Arts, pago al taxista, me despido de él y me bajo sin fijarme que una limusina blanca está parada a la derecha.
Camino con decisión hacia la puerta cuando oigo una voz detrás de mí:
—¡Hoseok!Me doy la vuelta y el corazón me da un vuelco. En el interior de la limusina, por la ventanilla, veo el rostro pétreo de Taehyung, alias Iceman. Mi estómago se contrae. El rictus de su boca me hace saber que está enfadado y su mirada me lo ratifica.
Intento que no me importe, pero es imposible. Ese hombre me importa. Con chulería camino hacia el coche lentamente. Noto que sus ojos me recorren entero, pero no se mueve. Cuando llego hasta él, me agacho para mirar por la ventanilla abierta.
—¿Dónde estabas? —gruñe.
—Divirtiéndome.
Un incómodo silencio se cierne entre los dos, hasta que decido claudicar.
—¿Qué tal tu noche? ¿Lo has pasado bien con Jimin?
Él resopla. Sus ojos me fulminan.
—Deberías haberme dicho dónde estabas —gruñe de nuevo—. Te he llamado mil veces y…
—Señor Kim —lo interrumpo y, con voz de pleitesía, añado educadamente—: Creo recordar que me dio la opción de decidir si quería o no cenar con usted y el señor Jimin… ¿No lo recuerda?
No contesta.
—Simplemente decidí divertirme tanto o más que usted —continúa el arpía que hay en mí.
Eso lo encoleriza. Lo veo en sus ojos. Miro su mano y me doy cuenta de que sus nudillos están blancos por la furia. De repente, abre la puerta de la limusina.
—Entra —exige.
Lo pienso unos segundos. Los suficientes como para cabrearlo más. Al final, decido entrar. En realidad, todo yo lo está deseando. Cierro la puerta. Él me mira desafiante y, sin retirar su mirada de mí, toca un botón de la limusina.
—Arranque.
Noto que el coche se mueve.
—Para su información, señorito Jung —añade, con la mandíbula tensa—, la cena con Jimin fue una cena de compromiso y negocios. Y, como exige el protocolo, usted es el secretario y a usted era a el que debía invitar a la cena, no a Park Jimin.
Muevo mi cabeza afirmativamente. Tiene razón. Lo sé, pero igualmente me cabrea. En algunas ocasiones no puedo evitar ser un bocazas, y ésta es una de ellas. Sin querer dar mi brazo a torcer, respondo:
—Espero que al menos lo haya pasado bien en su compañía.
La mirada de Taehyung me abrasa, mientras él se mantiene a escasos centímetros de mí, sin acercarse. Su perfume embriaga todos mis sentidos y cientos de maripositas comienzan a aletear en mi bajo vientre.
—Le aseguro, me crea o no, que hubiera disfrutado más de su compañía. Y antes de que siga comportándose como un niño malcriado, exijo saber con quién ha estado y dónde. Llevo horas esperando su regreso, sentado en esta limusina, y quiero una explicación.
Eso me saca de mi mutismo de indiferencia.
—¿En serio llevas horas esperándome a la puerta del hotel?
—Sí.
Mi parte de príncipe que aún cree en los cuentos de hadas salta de alegría. ¡Me ha estado esperando!
—Taehyung, qué mono eres —murmuro, con voz dulce—. Lo siento. Yo creía que…
Noto que sus hombros se relajan.
—Vaya… —me pregunta, sin variar su duro tono de voz—. ¿Vuelvo a ser Taehyung, señorito Jung?
Eso me hace sonreír. Él no mueve ni un músculo. ¡Ay, mi Iceman! Y, como ya me ha tocado la fibra tontorrona, me acerco más a él. Siento que su cara se normaliza.
—Hey… lo siento.
—No lo sientas. Procura comportarte como un adulto. No creo pedir tanto.
Vale. Me acaba de llamar niñito.
En otras circunstancias, me hubiera bajado del coche y le hubiera dado con la puerta en las narices, pero no puedo. Su magia ya me ha hechizado. Sigue sin mirarme, pero yo no desisto.
—Llevo todo el día pensando en desnudarme para ti. Y cuando me dijiste eso de la cena con Jimin yo…
No me deja terminar la frase. Clava sus ojazos en mí y me interrumpe:
—Este viaje es fundamentalmente de trabajo. ¿Acaso lo has olvidado?
La dureza con la que se dirige a mí rompe el encanto del momento y, con ello, mi tregua. Mi gesto cambia. Mi respiración se acelera y no puedo evitar sacar mi genio español.
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All You Want (Vhope)
FanfictionTras la muerte de su padre, Taehyung, un empresario alemán decide viajar a España donde conoce a Hoseok, un joven del que se encapricha y con el que entrará en morbosos juegos llenos de fantasías y sexo. HOSEOK BOTTOM & TAE TOP ADAPTACIÓN