Etapa 0

773 96 40
                                    

Sentía su corazón a punto de salir de su pecho mientras conducía directo al hospital, pasándose los semáforos en el camino.

Su viejo le dijo que él y Keigo ya estaban ahí y que la prensa se amontonaba por la entrada, así que tenía que estacionar unas cuadras atrás y tratar de escabullirse por su cuenta. Maravilloso. Malditos noticieros que les gusta chupar de la vida de un héroe profesional como mosquitos incluso cuando casi pierde la vida en poder protegerlos.

Quizás no estaba razonando correctamente en esos momentos, porque lo único que tenía en la cabeza era la imagen de Katsuki. Katsuki, Katsuki, Katsuki. Se suponía que no iba a salir lastimado. Se suponía que el debía de estar en casa, con esa sonrisa dulce como el caramelo y sus ojos brillantes y expresivos.

Hizo lo que le pidió su padre. Al no tener su traje de héroe puesto y una capucha sobre la cabeza en conjunto con una mascarilla logró pasar por la entrada trasera del hospital sin ser visto. Keigo estaba ahí esperándolo, igual de angustiado que él. Por una vez en su vida no lo veía como alguien molesto, no. De verdad estaba tan mal que incluso podía estar frente a Takami y desmoronarse sin importarle nada.

El héroe alado lo sostuvo, eligiendo sabiamente permanecer en silencio. Estuvieron unos minutos así, con Shōto soltando sollozos casi inaudibles. Claro que quería llorar también, Katsuki se había vuelto en alguien importante para él, aunque estaba seguro que para Enji también se comparaba al dolor de su hijo.

Katsuki era como un hijo para Enji, y la noticia lo destrozó. Incluso así, se mantuvo lo suficientemente firme como para llamar a su hijo menor y decirle que viniese de prisa. Pero Keigo lo vio con lágrimas en los ojos al colgar la llamada, y ahí supo que este estaba tratando de permanecer fuerte, mas simplemente no podía. Y él, el que más calmado de encontraba hasta el momento, debía servir como soporte no sólo para su pareja, sino también ahora con su hijo. Y así lo hizo.

—¿Cómo... cómo está Suki?— la respiración entrecortada del bicolor trataba de regularse.

—Está en la sala de operación ahora mismo, nos han dicho que necesita un trasplante de sangre, Enji se está encargando de eso—la mención de su padre haciendo todo lo posible para acelerar la estabilización de su esposo lo hizo calmar un poco, sabiendo lo muy unidos que eran ese par—. Estará bien, Shōto. Katsuki es fuerte, tu lo sabes mejor que nadie.

Si lo sabía, por supuesto. Pero también sabe que Katsuki es un ser humano y que podía morir. Esa sensación lo mantenía en el filo de la tristeza, en una agonía y penumbra que amenazaban con explotar y salir de su garganta como no viese a su esposo abrir los ojos de nuevo. Su pecho dolía, su corazón dolía, mucho. Demasiado. Tuvo que ser consolado por el rubio de ojos ámbar otros minutos más para finalmente ingresar al ala de emergencias del hospital.

Nunca le gustaron los hospitales. Su madre estuvo en uno la mayor parte de su niñez y adolescencia, por culpa de un ataque psicótico. Y el también estuvo ahí, ya que ese 'accidente' provocó aquella cicatriz que también servía de recuerdo de lo que fue en algún momento la familia Todoroki: una familia disfuncional y rota. Quizás el olor a antiséptico ya no lo hacía incomodar tanto, pero el frío del aire acondicionado si que lo ponía de los nervios, así como las paredes completamente blancas y las camillas con pacientes que se movían de un piso al otro.

Kirishima lo recibió, junto a Denki y Shinso. Eijirō tenía algunos moretones y vendajes en sus brazos y un parche que cubría toda su espalda, el resto solo estaba con su traje de héroe algo sucio por el polvo. Cuando se percataron de su presencia, el de pelo teñido tembló y caminó con dificultad hasta estar frente a frente.

—T-Todoroki— por como se veía, se le notaba que había estado llorando durante un buen rato, esa mirada decaída y mueca de dolor no le iba para nada.

Call me fatherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora