6:00 am.
Solo se podía escuchar el goteo de un grifo roto fuera de la habitación en donde estaba. El splash se estaba volviendo molesto para sus sensibles tímpanos. Dolían, como si te clavasen un cuchillo en el oído repetidas veces, y esta sensación se multiplicaba por cada gota cayendo en un charco del que no sabía su procedencia exacta.
Había un dolor punzante en uno de sus miembros. El tono púrpura tirando a negro mostraba lo insalvable que era. Y Natsuo estaba cansado. Su garganta estaba seca y dolía por tanta gritar, le pesaban los párpados y su pecho estaba amenazando por cerrarse y cortarle la respiración.
Sin embargo, no podía quedarse a dormir en su propia miseria. Aún no.
Con las fuerzas que pudo reunir, tiró de las ataduras hasta que escuchó el crujir de su muñeca. No sintió dolor, cree que es producto de la adrenalina cerrando sus sentidos y cualquier tipo de sensación. Y fue oportuno: con un brazo dislocado le bastó para poder aflojar las cuerdas y sacar una de sus extremidades de ahí, deshaciéndose de lo que lo tenía amarrado a aquella silla.
Aún estaba el problema del estado de su extremidad destruida, así que usó la cuerda para amarrar como pudo su brazo sangrante. Al menos eso detendría la hemorragia durante un tiempo hasta que pudiese recibir ayuda.
Un maldito teléfono era lo que necesitaba. De seguro el psicópata que lo secuestró tendría uno, ¿no es así?
Esperaba que su suerte estuviese de su lado después de abandonarlo por horas. ¿Días? El dolor se le hizo eterno como para calcularlo. Pero bien, contando que estuvo inconsciente un buen tramo de tiempo debido a que había sido drogado, no podía estar seguro. En realidad, preferiría estar drogado en esos momentos. Casi.
No podía permitirse dormir ahora. No solo porque si cerrase los ojos su destino bien podría ser incierto, sino porque había otra cosa que lo asustaba.
Pensó en su familia y en la que estaba por venir.
Pensó en Shōto, su hermanito idiota. Pensó en Katsuki y los niños.
Descolgando el teléfono de la cocina, marcó un número.
Y esperó.
[°°°]
Era extraño para él pensar en que tenía dos vidas floreciendo dentro suyo. Es decir, es un hombre. Biológicamente hablando tiene un cuerpo masculino, concebir no viene dentro de su paquete de nacimiento, ¿saben? Y aún así, ahí estaba él, con dos parásitos (sin afán de ofender) durmiendo tan cómodos como si no fuesen la causa número uno actual de sus dolores de cabeza matutinos.
Aún así, Katsuki sentía cariño cuando se veía el vientre, el pequeño bulto que poco a poco iría creciendo. Los niños que nacerían saludables porque se va a asegurar que así sea. Diablos, hasta ha empezado a marcar los días de espera junto con Shōto en el calendario, preparándose para lo que estaba por venir.
Estar emocionado era poco en comparación. Estaba feliz.
Su cita con la doctora Yamamoto se daría en la tarde y estaba emocionado. Había regresado de la casa de Kirishima después de desayunar ahí (aunque pasó más tiempo del que iba a admitir dándole de comer a Subaru en vez de fijarse en su propio plato) y no sabía qué hacer hasta que llegase la hora.
... Bueno, en realidad si sabía, porque no tardó en acomodarse en el sofá mientras sacaba una libreta que había estado escondiendo en su mesita de noche las últimas semanas. Quizás por vergüenza o por mero orgullo infantil que se negaba a mostrar su lado más suave era que ni su pareja sabía de su pequeño secreto. Una lista entera de nombres y combinaciones que le gustaría darle a sus hijos. Nombres masculinos, femeninos e incluso neutros, emparejados por cómo sonaba mejor. Incluso, admite, se atrevió a imaginarse cómo sería si les pusiese apellidos extranjeros. Es decir, no sería tan raro, muchas personas han adquirido la costumbre de usar nombres que no fuesen japoneses debido al boom del resurgimiento de los héroes de los cómics americanos. Clay o Alex no sonaban para nada mal, sus hijos merecían los mejores nombres. Y quizás por eso era que se atrevió a explorar opciones tan diversas.
ESTÁS LEYENDO
Call me father
FanfictionEse día Todoroki fue el primero en llegar a casa. Su casa. El olor a caramelo en cada mueble, todo perfectamente limpio y ordenado, como a su esposo le gustaba. Shōto no podía estar más feliz de tener a Katsuki en su vida. Sin embargo, y ahora que l...