6: "atardecer".

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La voz chillona de ambos mafiosos era un dolor de cabeza en el albino, quién seguía a paso lento por detrás a el dúo de "padre e hija", no eran más que una actuación en público, a Fukuzawa le asqueaba pensar lo que eran en realidad. No era de su incumbencia tampoco, estaban juntos temporalmente por términos de trabajo.
Debido a que se había perdido en sus pensamientos, chocó por la espalda del pelinegro, quien junto a la niña se habían detenido repentinamente frente a una vidriera.

Era un vestido corto blanco, con pequeños hilos esterilizados y adornado con un listón en la cintura. Perfectamente para el cuerpo de la rubia, Ōgai volteó con sus obvias intenciones reflejadas en sus ojos, pero Elise se negaba a llevar algo blanco, le gustaba su vestido actual. Fukuzawa tendría una migraña en cualquier momento; ambos habían empezado una pequeña discusión.

─ Podríamos ir a la heladería, yo invito. ─ Sugirió el más alto casi mordiéndose el labio inferior con desprecio. Una excusa más para evitar explotar y darle un puñetazo al pelinegro.

─ ¡Huuuh! ¡Fukuzawa-dono nos invita a comer helado! Quién lo diría, siendo presidente de una agencia de detectives...

─ empiezo a arrepentirme, te llevaré a prisión.

─ Yo quiero de menta. Pagaré los helados de Elise-chan. ─ sonrió, el contrario observó de reojo a la infante... ”¿Los helados? ¿Cuántos suele comer?" Pensó. No le dió vueltas al tema, pasó a un costado de los más bajos y fue quien guío a estos. De alguna forma, esa escena la familiarizaba con algo, un pequeño deja vú.

La distancia a la heladería tomó eso de diez minutos, pero teniendo en cuenta que Elise y Mori se detenían a ver ropa o juguetes, les tomó en total media hora llegar. Cuando ingresaron al local, la niña quedó encantada con la estética de gatos en aquella heladería, habían mestizos, negros, blancos, tricolor, incluso huyó de la seguridad de Mori con tal de acariciar un par.
El jefe de la mafia no iba a dejar pasarlo por alto, lo notó perfectamente, y también sabía la razón por la cual su rival lo había llevado ahí.

─ tomará un minuto hasta que preparen el licuado de ella. Mientras tanto, puedes pedir el tuyo... ¿Qué rayos haces con una mascarilla?

─ ¡Sé tu plan maquiavélico! Confíe en tí... Me trajiste a la base de tus aliados con tal de destruirme. Mataré a todos en este lugar como venganza.

El contrario lo miró confundido, con el entrecejo dudando. Fue suficiente para que el pelinegro prosiga su drama.

─ ¡Soy alérgico a los gatos, Yukichi! ¡Estoy seguro que me trajiste para matarme!

─ lo había olvidado, deja de ser tan infantil. Solo no los toques, puedes tomar algo para ello. ¿No? ─ Mori bufó, no era divertido si no le seguía la corriente.

Fukuzawa ya estaba reconociendo a su enemigo y todas esas personalidades. Antes de devolverle la palabra, la mujer de la barra lo llamó entregándole una malteada de banana y un cono de chocolate. El mayor recibió estos, acercándose devuelta a los contrarios y entregándole dichos pedidos. Mori fijo su vista al cono, se supone que no era suyo, el ojiazul interrumpió su análisis hacía el helado.

─ no quería helado, solo es para que ustedes dos se callen. Vámonos a casa, suficiente por hoy. ─ volvió su tono demandante, había aflojado bastante su personalidad con tal de controlar perfectamente a los mafiosos, dudaba si el trato que les daba estaba bien. El doctor no se inmutó, sólo volteó para lamer la punta del helado disimuladamente. Ambos salieron del local, siendo seguidos por la niña concentrada en su malteada.

Habían recorrido varios lugares reconocidos de Yokohoma, podría decirse que el peliblanco lo conmovió un poco, amaba su ciudad, amaba pasar el día por allí, pero cuando tienes a tu cuidado al jefe de la noche en aquella hermosa ciudad, parece el colmo de tus pecados. ¿Cómo era posible que, aquél tan temido mafioso ahora este frente a sus ojos sufriendo un parálisis en su lengua por el frío del helado? No pensaba que se volvió tan sensible. Había olvidado cada detalle de él, que alguna vez amó.
Prefiere no subestimarlo al respecto, es alguien inteligente, astuto y muy peligroso, pero también simpático o relajado, eran sus únicas virtudes para los roles a que se dedicaba en la vida: doctor y mafioso.

Los tres regresaban a la estación, el atardecer era tan hermoso desde la plaza. Lo admiró un corto minuto, siendo llamado por el pelinegro.
A lado de él la niña cabeceó somnolienta, su manito disponible sobaba su ojo, mientras la otra se sostenía de la mano masculina figurada como paternal. Yukichi entendió la señal, y por primera vez, le preocupaba que una habilidad se quede dormida en medio de un lugar público, siendo racionales le daba escalofríos dejar a la chica tirada en aquél lugar, pero también era imposible, Mori lo obligaba a llevarse bien con ella.
Con los pasos un poco acelerados, llegaron a la estación y subieron al último tren. Los adultos fueron los primeros en sentarse, Mori en el lado de la ventanilla, dónde cargaba a la menor ya dormida sobre su pecho. El pecho de la rubia subia y bajaba plácidamente en un sueño anónimo. La cabellera rubia de esta era acariciada por la punta de los dedos del pelinegro, quién parecía exhausto también, reposando un costado de su frente sobre el cristal.

La tranquilidad en los tres estaba por fin. ¿O no?

A mitad de camino, un temblor y sonidos de explosión alteraron el curso sobre el tren, el mismo vehículo perdiendo levemente el equilibrio entre las vías pero recuperándose rápidamente, gritos asustados y murmullos recorrían los pasillos, Fukuzawa junto a Mori que volvió a su compostura, fueron a revisar.
Efectivamente, en uno de los vagones entraba por el enorme agujero el viento frío. La zona parecía un poco despejada, a excepción por una niña pelirroja en el suelo herida.

El espadachín reaccionó pero Mori fue más rápido, asistió a la niña revisando cada extremo de su pequeño cuerpo. En un descuido, pero como retaguardia, Fukuzawa detuvo con su espada las bombas cortandolas por la mitad, esperaba que explotarán pero de lo contrario, sacaron pegatinas de color.
El cuerpo de la rubia ojiazules se elevaba por detrás del presidente, sostenía jeringas como arma, Ōgai levantó la vista, encontrándose así al terrorista del tren. El mismo llevaba una sonrisa carismática en su rostro, al igual que hacia una reverencia como si fuera una presentación formal.

─ Wohohoho~ ¡¡Estoy tan emocionado!! ¡Por favor, disfrutemos el show!

No tardó en acertar que se trataba de la organización, por fin dieron el primer paso. Mori se concentró atendiendo a la niña principalmente sacándola de ese vagón, Elise haría de compañera junto a Fukuzawa por esta vez, pero él no tiene problema mientras se trate de ayuda.

alianza ✧ Fukumori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora