8: rehén.

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─ y entonces parecía que su cabeza iba a explotar... ¡Oh! ¿Despertaste por fin? Estaba en debate si mi voz era suficiente para que abrieras los ojos ─el platinado jugueteó con los afilados dientes de la motosierra, mientras se acercaba a la figura del esposado─, no tengas miedo. No te haré daño... Pero él sí.

─ estoy contento de conocerte por fin.

Las orbes magenta de ambos chocaron, la autoridad que emanaba generaba un escalofrío en Mori, pero no podía intimidarse, sonrió gustoso ante el comentario. Entre sus labios un hilo de sangre seco arruinaba la presentación.

─ pues, estamos aquí ahora, encantado de conocerte ─entrecerró sus párpados por un momento, viendo de pies a cabeza la pálida figura masculina, llevaba un largo abrigo blanco─, ow. Te estrecharia la mano pero...

Una risa se escapó por parte del pelinegro más alto, su mano derecha lo observó descontento, no entendía el chiste o lo gracioso. Quería ser parte de aquella carcajada.

─ ¿No te interesa saber dónde estás? ¿O quiénes somos?

─ estoy esposado en una habitación con poca iluminación, un tragaluz y una puerta, dándome la impresión de que estoy en un sótano. Además, me acabas de decir de hacer entender que son el enemigo, lo siento. Mi papel de víctima es muy malo, ¿Debería empezar a brotar lágrimas?

Ante la sugerencia, el más alto negó, acercándose despacio. Nikolai retrocedía permitiéndole espacio.

─ ¿No te interesa saber sobre Fukuzawa? ─Mori no respondió, desvío la mirada sobre las esposas.

Qué patético y aburrido, tranquilamente podría activar a Elise, pero debía ser precavido, desconocía las habilidades de ambos ajenos.

─ tu amigo me noqueó antes de saber sobre él. Sacando tema de conversación; ¿Cómo llegué aquí? Estaba bien protegido.

─ ¡En una descuido del otro y la niña fui detrás de tí! Principalmente pensaba deshacerme de Fuku-sensei pero... Dos-kun me castigaría ─el de trenza se abrazo a sí mismo removiendo sus piernas y torso como si sintiera frío─, estabas muy concentrado en ayudar a una inocente niña, cuando te levantaste huí rápidamente hacia tí. ¡Fue genial! Debiste ver la cara de Fukuzawa-san.

Tras esas palabras, Ōgai exhaló decepcionado de sí mismo, creyendo que tenía una ventaja con Fukuzawa y la rubia. Al parecer, solo había que ser precavido con los enemigos.

─ no pongas esa cara larga, lo complicaste un poco huyendo de la mafia, a decir verdad me sorprende un poco que seas capaz de estar un paso adelante de mí ─el dedo índice del de ushanka sostuvo el mentón del mayor, el contacto visual ahora era estrecho─ te subestimé, Mori-senpai.

El murmullo y cualquier mínimo sonido a su alrededor sonaba como un delirio, su cabeza palpitaba con pequeñas gotas de sudor. Su brazo izquierdo ardía, posiblemente por el corte que cargaba en su piel. La sangre traspasaba la tela de su yukata, y aunque las personas espectadoras trataban de ayudarlo, se negó.
Terminó desapareciendo en un callejón, recargó su cuerpo sobre la pared, exhausto, sin fuerzas, y no entiende por qué. Nunca antes por un simple corte había sentido tanta adrenalina, su vida en juego.

Sus ojos se fueron cerrando, a medida que se le borraba más la vista, una figura oscura se le asomó, tapando la luz que ingresaba por la entrada del callejón.

...

─ ¿Cómo está el presidente?

La mujer fue inmediatamente atacada por preguntas y muecas a penas salió de la habitación. Sacó los guantes de sus manos, inhalando y exhalando con estrés, tiró la prenda en un pequeño tacho de basura, luego se sentó sobre el sofá en la sala de espera. Los ojos seguían sobre ella.

─ está bien, logré extraer el veneno, mi habilidad no funcionó como esperaba, está inconsciente aún. Debe descansar ─se levantó, cogiendo un vaso descartable que se posaba por la mesita, dentro de este había café caliente─. No comenten nada sobre Ranpo a penas despierte, puede afectar su salud.

Los que se encontraban en la habitación de espera asintieron, un agrio sabor en sus bocas los interrumpieron, en aquella sala solo esperaban Kunikida, Dazai, Tanizaki y Haruno. El resto se encontraba en la planta baja negociando con la mafia.
Yosano se retiró, terminando de beber su café rápidamente y reciclando el recipiente. Su mirada era neutra, pero por dentro, una oscura necesidad de golpear a alguien le comía la cabeza.

El tiempo pasó, los detectives terminaron por reencontrarse en la sala de conferencias, los únicos tres de la mafia hacian de estatua frente al pizarrón. El castaño se reposaba sobre la mesa, molestando ─poniendo en riesgo su salud─ al pelirrojo de la Port Mafia, mientras los hermanos azabache controlaban su terca actitud, ambos quietos a un costado. Claro que para Ryunosuke, tener a su antiguo mentor en la misma habitación lo debilitaba demasiado, no dejaba de ser su perro protector en busca de aprobación, brillitos se reflejaban en sus oscuras pupilas con cada movimiento del vendado.

Para todos en la habitación era incómodo, tener que separar su diferencias ahora por sus jefes, la salud de ellos, por el trabajo.
Y tampoco era agradable la ausencia de su compañero, incluso la culpa que cargaba ahora la adolescente, todo el ambiente era sombrío con finas capas de humor por parte de Osamu.

─ ¿Qué es esto?

La voz ronca y gruesa del ojiazul espantó a la mayoría, en su cuello colgaban vendas, llevaba una remera blanca ajustada y pantalones sueltos carmesí. Su ropa había sido tirada por la desgastes. La castaña con lentes junto a la pelinegra de cabello largo se acercaron y lanzaron sobre él, con cuidado de no lastimar su cuerpo. Lágrimas brotaron por parte de Naomi, quién era la más preocupada.
Kyoka desvío la vista, estaba aliviada de que él esté bien, pero temía, sus manos en forma de puño fueron acariciadas por las suaves yemas de Atsushi, al elevar su vista encontró una cálida sonrisa de su parte.

─ presidente, nos alegra saber de que está bien, pero es preferible que siga descansando, no sobrecargue su cu-

─ pregunté algo, ¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? ─el tono de su voz sonaba más autoritario, el rubio de lentes no pudo ejercer ni un poco de poder ante ese ceño fruncido. Todos en la sala callaron, mientras permitían el sacrificio del sucesor.

─ tuvimos un problema en la investigación, fue una trampa del enemigo. Nosotros... Perdimos a Ranpo, hirieron a Kyoka gravemente para poder secuestrarlo, estamos buscando datos sobre ellos.

─ ¿Qué pasó con el jefe?  Se supone que estaba contigo.

El de sombrero se acercó con un aura amenazante, aunque su espina dorsal ardía por las miradas fijas sobre su espalda, clara indirecta de que no era momento para empezar a alardear. Chuuya apretó la mandíbula, recibiendo simplemente un vistazo neutro por parte del peliblanco.
La muñeca del menor fue jalada por el castaño, alejándolo rápidamente de Fukuzawa.

─ está bien, podemos solucionar esto. Necesito... Necesito descansar un poco, mientras tanto reúnan datos sobre quién secuestró a Ranpo y yo me encargo de Mori, él también fue raptado.

Los mafiosos abrieron los ojos por sorpresa, uno de ellos golpeó la mesa impulsivamente. Los hermanos uno se cruzó de brazos y la otra volteó, estaban preocupados por su jefe, pero más por los enemigos, conociendo lo psicópata que podía llegar a ser, su personalidad era muy peligrosa.
Fukuzawa no esperó respuesta, dió la vuelta y fue directo a su oficina, estaba descalzo. Sostuvo su frente con dolor, su pecho ardía levemente y su piel se erizaba.

Tenían a Mori y a Ranpo, todo se salía de sus manos. Ingresó a la oficina, con cuidado cerró la puerta y apoyó las manos sobre el escritorio, cerró los ojos con fuerza. La compostura le regresó cuando escuchó el material de la puerta crujir dándole paso a la pelinegra menor.
Sus ojos estaban cristalinos, y sus labios eran apretados hacía adentro. Él entendía como se sentía; miserable, inútil. No comentó nada ante su abrazo, permitió que las lágrimas frías de la chica empaparan la tela de su ropa.

Con cariño y terquedad, sus dedos acariciaron los finos y suaves hilos oscuros de su cabellera.
Al menos ella estaba bien, y tiene el sentimiento que los otros dos también lo están.

alianza ✧ Fukumori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora