9: traidor

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Las voces de sus subordinados resonando en su cabeza pasaban de estresante a inaudibles, el silencio inundaba las oficinas, especialmente un escritorio. El consultorio estaba cerrado, la habitación oscura relataba la ausencia de la doctora: Yosano había tomado el día libre para comprar más herramientas y medicinas, el escritorio de su sucesor seguía como siempre ─increíblemente más limpio y organizado que los demás─, el castaño recargaba sus piernas sobre su mesa pero concentrado en unos papeles ininteligibles. Los novatos junto al campesino patrullaban por algunas calles de yokohama, los hermanos aprovechaban el almuerzo en la cafetería y él solo se encerraba en su oficina, cruzado de brazos ensimismado en sus pensamientos.

Se tomó una bocanada, levantándose de su asiento y armado con la katana resguardada bajo su yukata, salió de la oficina. Fue despedido respetuosamente por sus empleados en el edificio, medianamente cuestionado por dos de ellos. Desde la desaparición de Ranpo, el silencio se mantuvo con cautela, aunque sea doloroso para él, no podía evitar sobrepensar el estado de su careciente "hijo". Otra bocanada, muchos suspiros escapan de sus labios abatidos por la tristeza, desde hace días también subordinados de la mafia sorprenden con su presencia trayendo información en sus manos. Son bastantes sigilosos y astutos sobre las estrategias, sorprendiendo a Fukuzawa el sustituto temporal del Jefe más peligroso. Ambos lados estaban necesitando de la cabeza en todo, la ayuda que la mafia portuaria proponía era muy indiscreta pero beneficiosa.
Yukichi caminó sin rumbo por las veredas de su ciudad, sintiéndose el líder de esas calles, "aunque el vacío en el pecho sea molesto, todo un comandante debe tener sus debilidades en cada momento".
Un felino se interpuso en su camino, la revoltosa melena oscura con manchas blancas en la parte inferior eran relucientes, el pequeño animal paseó entre las piernas del espadachín que no dudo en inclinarse y acariciarlo. El pequeño gatito maullo, y en un abrir cerrar de ojos, huyó por el espantoso ruido de dos metales chocando entre sí.

Fukuzawa equilibro muy bien su fuerza con la espalda, pero ambos de sus brazos se sentían extrañamente débiles. Su adversario al contrario mantenía una compostura demasiado perfecta, llevaba una máscara blanca junto a un uniforme gris, una capa oscura por encima de sus hombros e incluso era un poco más alto que él. Tenían la misma fuerza física, la misma estatura y el mismo físico.
Pero el presidente desconoce de otro con mejores técnicas marciales que él, sin miedo, fluyó la espada representante de su labor a un costado, su pie impactó sobre la rodilla del contrario recibiendo nada más que un retroceso.

─ ¿¡Dónde esta él!? ─elevó su voz, frunciendo el ceño con semienfado. Eran los dos únicos habitantes de esas calles, casualmente todo estaba silencioso. Ambos hombres con espadas se posicionaron.

Se tardó en recibir una respuesta, su contrario soltó un carcajada antes de hablar seriamente.

─ ¿Estás tan desesperado? ¿Es tan importante para tí? Estás de suerte ─relajó su postura─ él quiere verte.

Antes de que reprochara con curiosidad, un escalofrío recorrió su nuca, algo frío choco contra la piel de su cuello y el mareo no tardó en hacer efecto, le habían disparado un dardo tranquilizante. Cerró los ojos mientras caía primero de rodillas.

[...]

El frío era evidente, su ropa estaba húmeda, las cadenas eran frías, la luz era a penas visible, el piso estaba inundado por culpa de uno de los tubos en pérdida, su cabeza dió pequeños impactos contra el aire tratando de componerse recto.
Apretó la mandíbula, su cuello dolía y le desagradaba el sabor metálico en su boca.
Unos pasos firmes que chocaban contra el agua del suelo hicieron aumentar la guardia de Fukuzawa.

─ bienvenido, estoy encantado de conocerte ─la esbelta figura del ruso se hizo presente, llevaba una capa blanca alrededor de su cuerpo.

─ Tú...

alianza ✧ Fukumori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora