{ 13 }

249 22 3
                                    

—Tu turno—habló Italia, con una sonrisa burlona. Después de la vergüenza que había pasado  contándole toda la historia de aquel chico rubio con el que se había besado por primera vez a los quince años, estaba ansioso por conocer las respuestas que España le daba a sus preguntas. El menor frunció levemente el ceño antes de enderezarse.

—No—respondió, con tono dominante. —Tengo más preguntas para ti.

Italia ni se atrevió a discutírselo.

—¿Cómo cuáles?—Preguntó Italia, manteniendo su sonrisa burlona. Sabía que España no le preguntaría nada demasiado descarado porque era muy tímido, ni siquiera se atrevería a preguntarle nada demasiado personal o subido de tono aunque fuese su pareja. Aunque no debiera tener vergüenza frente a él.

España esbozó una leve sonrisa burlona también, pero de inmediato volvió a ponerse serio, pensando. Vio cómo Italia miraba su teléfono móvil en lo que esperaba su pregunta.

Antes de que el más mayor tuviera tiempo de darse cuenta, el español se lanzó sobre él, poniéndose encima suyo con el ceño fruncido y los labios apretados. Sorprendentemente, no parecía demasiado contento, como si de repente se hubiera acordado de algo malo sucedido y se hubiese enfadado.

—¿Qué pasa, España?—Preguntó el más alto, con los ojos muy abiertos por la sorpresa, mientras notaba las manos del menor apoyadas algo más arriba de la cintura, clavándolas con fuerza y haciéndole algo de daño. No se esperaba que el español hiciera eso. Dejó el móvil de lado. España sólo habló, tratando de no mostrarse demasiado molesto. 

¿Daniel o yo?

—¿Qué?—Preguntó Italia, sin entender a qué venía esa pregunta. Notó las manos del menor apretar con más fuerza su cintura, pero el otro no protestó. España apretó los dientes.

—Si tuvieses que elegir entre casarte, tener hijos y pasar el resto de tu vida uno de los dos, ¿Sería Daniel o sería yo?—preguntó. Al ver en las redes sociales de su pareja una foto de hacía varios meses en las que salía él con Daniel, había recordado la manera de la que se habían besado en el centro comercial. Había encontrado mucha más pasión en esas acciones que la primera vez, supuso que porque, por aquel entonces, él nunca había experimentado nada así, de modo que no sabía exactamente cómo iban las cosas. Se habían besado con tantas ganas, aunque fuese en público, que no le quedaban dudas de que a Italia todavía le gustaba un poco aquel chico. Y se habían acostado. Por muy novios que hubiesen sido en el pasado, era muy raro que hubiesen hecho eso sin tener sentimientos mutuos.

Y le daba miedo que, algún día, después de varios años siendo pareja, Italia comenzara a aburrirse con España y decidiera engañarle con Daniel. Sabía que, en esos momentos, tenían tanto por descubrir el uno del otro, tanto física como mentalmente, que Italia no se iría con otro. Llevaban algunos meses siendo pareja, pero eso era todavía muy poco. 

Y España temía el día en el que el más alto conociera todos y cada uno de los rincones de su cuerpo y de su mente, cuando no quedara nada más por probar, porque entonces... Quizá entonces era cuando empezaba a aburrirse con él. 

Y tenía que quitarse a Daniel de encima, porque no pensaba permitir que se lo robara. Obviamente, la expresión no significaba matarlo ni mandarlo al otro continente mediante algún engaño, sino asegurarse de que Italia no volvía a interesarse por él nunca más.

—¿A qué viene esa pregunta?—quiso saber Italia, aunque no parecía molesto, sino todo lo contrario. Tenía una sonrisa en la cara, como si el asunto no le preocupara, como si no viera lo serio que estaba España y lo mucho que parecía importarle su respuesta. Giró la cabeza y movió un poco el cuerpo para acomodarse, debajo de España, antes de estirar el brazo para agarrar un baso de agua que había sobre la pequeña mesa de café de delante del sofá.

España apretó aún más las manos, hundiéndolas en el cuerpo de su pareja. Alargó su brazo para agarrar el del más alto y detenerle. Luego se acercó mucho a su cara, todavía serio, hasta que quedaron separados por apenas unos milímetros. Pero España no parecía tener la mínima intención de besarle. Seguía con el ceño fruncido.

—Te he hecho una pregunta: ¿Daniel o yo?—Habló, apretando los labios con fuerza tras hablar. 

Italia suspiró un poco, sin sonreír apenas, antes de rodear las caderas del menor con los brazos y pegar el cuerpo del menor al suyo, casi abrazándole. España apoyó su cabeza en la clavícula de su pareja.

—Claramente, tú. —Respondió, casi de inmediato. Acercó su cara al cuello del menor para aspirar su aroma. —¿Pero a qué viene eso ahora?

España suspiró un poco, algo más tranquilo, pero sin creerse del todo lo que el italiano decía.

—Es que... Tengo miedo de que, dentro de algunos años, te canses de mí y te vayas con él. —respondió, con un hilillo de voz que apenas se escuchó. Italia se puso levemente pálido antes de abrazarle con fuerza. 

—Sabes perfectamente que nunca haría eso—era verdad. Hizo una breve pausa. —Y aunque se me fuera la cabeza y le prefiriera a él, sería un aburrimiento no poder verle, porque se pasaría (y se pasa) la vida viajando de país en país. Y a ti te tengo siempre. 

Sonrió antes de abrazarle con más fuerza para que el menor no se sintiera mal. Aunque, por otra parte, le entendía perfectamente. Él también temía a veces que España terminara engañándole con Portugal. Y, al fin y al cabo, Daniel era muy guapo. Mucho, mucho de verdad. Pero no se iría con él a menos que España le dejara, cosa que no iba a suceder. No iba a permitir que nada ni nadie le separara de él.

—Además—continuó diciendo el chico. —Él ha perdido la cabeza por uno de sus músicos y no hace más que observarle todo el tiempo cuando puede. Ahora mismo no tiene ojos para  nadie que no sea él. 

Y la cosa, de hecho, estaba yendo bastante bien, porque según le había contado Daniel, el chico, Evan, también parecía tener interés por él. Y, ciertamente, hacían una pareja demasiado buena.

España no dijo nada, un poco más tranquilo. Si eso era cierto, entonces se podía calmar un poco, pero aun así iba a continuar vigilando a Daniel, solo por si acaso.

No se quiso separar de su pareja, porque se sentía demasiado cómodo y demasiado contento abrazado a él. Se sentía más seguro. Esa era una de las razones por las que muchas de las veces se paraba a pensar y se preguntaba por qué demonios había tardado tanto en empezar a sentir interés por Italia. Cómo era posible que no llevara años enamorado de él.  Cómo era posible que nunca se hubiera parado a mirarle, se hubiera dado cuenta de lo hermoso que era y hubiera empezado a quererle.

Aunque, en ese caso, también habría sido bastante horrible, porque si el italiano sentía celos solo de verle con Portugal  durante mucho tiempo, sin hacerle caso a él, no se quería ni imaginar lo mal que lo hubiera pasado el español de haber sido él el primero en enamorarse. Porque Italia tenía muchos amigos (a pesar de que prácticamente siempre se juntaba con los mismos), y, de hecho, seguramente había muchos países que andaban detrás de él antes de ser pareja. Y esos países, probablemente, se morían de celos al verlos agarrados de la mano o pegados el uno al otro en las reuniones de la ONU. Pero Italia estaba tan interesado en él que ni siquiera se había dado cuenta de la cantidad de países que su encanto arrastraba. España, tan sólo con sus sospechas, probablemente muy ciertas, había contado siete países. Quizás hasta ocho. 

Pero el  menor tenía la suerte de ser el único en su vida. 















Ola :D

Puede que el capítulo sea un poco más corto que los demás, pero es que en España es algo tarde y ando bien muerta de sueño (por eso no tengáis en cuenta los errores, más tarde los corregiré). Pero aun así quería actualizar porque dentro de muy poco empiezo con semana de exámenes y probablemente ni tenga tiempo para actualizar. 

A solas ~ España × Italia ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora