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—Vas a acabar haciendo que te odie—le dijo España, viendo cómo Italia secuestraba a su hurón a pesar de que el animal huía de él porque sabía lo que le esperaba si se dejaba atrapar. Italia negó con la cabeza, abrazando con fuerza a Paella mientras el animal movía las patas traseras con molestia. 

En cuanto se vio liberado de los brazos de aquel extraño que siempre estaba con su dueño, bajó las escaleras a toda prisa y se dirigió hacia la cocina, buscando algo de paz.

—¿Lo ves? Huye de ti—dijo España, que estaba terminando de colocar su ropa en el armario (que no era poca). Italia gruñó y se sentó en la cama, mientras observaba al español. 

—Bueno, al menos la cama es cómoda—sonrió un poco de forma burlona. —¿No es una suerte, España?

—Te odio.

—"Eres muy bueno, Italia"—repitió el más alto con voz aguda, la cual no se parecía en absoluto a la de España. —¿Dónde quedaron esos comentarios?

—Quizás te los diría si dejaras de burlarte de mí—respondió, con el ceño adorablemente fruncido. Después cerró  el armario y se giró hacia él.—Por cierto, ¿Sabes si el sofá es cómodo? Espero que sí, porque es donde vas a dormir esta noche. 

—No voy a pasar nuestra primera noche en el sofá—respondió Italia, con el ceño fruncido. No iba a dejar que España hiciera eso, se negaba en redondo. Además, seguramente Paella  durmiera con ellos dos, y era horriblemente tierno cuando estaba así.

—Ajá, sí, como quieras. —Respondió España, sin hacerle el menor caso. Terminó de guardar su ropa y después se giró hacia su pareja, antes de agarrar a Michi y dirigirse hacia el baño con él en los brazos. —Voy a ducharme... Y pondré el pestillo.

Italia levantó las manos indicando que era inocente, como si no fuera él la razón por la que España le fulminaba con la mirada.

—¿Prefieres ducharte con el gato a ducharte conmigo?—preguntó, ligeramente molesto pero sin dar signos de ello. España suspiró un poco antes de agarrar con más fuerza a su mascota.

—No te quejes, paso más tiempo a solas contigo que con Michi—el más alto no quiso protestar y observó al español meterse en el baño y después cerrar la puerta, todavía con el gato en brazos. Suspiró, pensando en qué hacer.

De pronto, se acordó de que Paella todavía estaba en el piso de abajo, y se le ocurrió una gran idea. Al fin y al cabo, España había puesto el pestillo, ¿No?

(...)

Paella escapó de los brazos de Italia en cuanto pudo, y enseguida empezó a morderle, molesto. El más alto intentó quitáselo de encima, sin demasiado éxito. Parecía mentira que un bicho tan pequeño pudiera morder tan fuerte.

—¿Qué le has hecho a mi Paella?—Italia dio un respingo al escuchar la voz de España en las escaleras, el cual fruncía el ceño adorablemente.

—Nada, yo solo quería jugar con él—mintió el más alto, consiguiendo arrancar al hurón de su mano, y haciendo que en esta quedara una herida con un poco de sangre.

Paella, al ver a su dueño, se acercó hasta él, pidiendo cariño, pues aquel país que siempre estaba con su dueño no hacía más que molestarle obligándole a bailar. España le agarró en brazos con cuidado y lo acarició.

—Ya, pero creo que a Paella no le gustas. Tienes que dejarlo en paz más a menudo para que se acostumbre a ti—respondió España, sentándose en el sofá junto a su pareja, y Paella se retorció un poco en los brazos de España, pensando que iba a dejarle de nuevo junto a Italia.

Afortunadamente, eso no pasó. La sala se mantuvo en silencio durante varios segundos, antes de que Italia hablase, como si estuviera triste o preocupado por algo.

—¿Por qué parece que no me quieras?—preguntó, mirando ahora directamente a España, que acariciaba a Paella para calmarle. El menor levantó la vista y la cabeza de inmediato al escuchar eso.

—¿Qué?

—Es que... No sé, a veces me dices las cosas como si no te importara. Nunca eres tú el que me besa o me abraza, como si no tuvieras interés... —Miró hacia otro lado, intentando que España dejara de mirarle fijamente. Era muy incómodo. España no supo qué decir, pegándose un poco más a él.

—Es que... Me da vergüenza—respondió, mientras se sonrojaba un poco. —Sólo he tenido una pareja en mi vida además de ti y no estoy acostumbrado...

Después, se hizo de nuevo el silencio. No es que Italia no creyese lo que el español decía, pero seguía ligeramente triste. Sabía que el menor le quería, pero no hacía prácticamente nada por demostrarlo. Era cierto que nunca rechazaba las muestras de cariño, pero no solía hacer nada para demostrar que le quería.

—Por favor, no te enfades... —Pidió España, acercándose un poco más a él, arrepentido. Italia pasó un brazo por los hombros del menor, medio abrazándole. Después apoyó su cabeza en la de su pareja.

—No estoy enfadado—respondió, con voz tranquila para que España supiera que era verdad. Después le dio un breve beso en la mejilla y le abrazó con fuerza. España también le rodeó con los brazos, y se quedaron así hasta que, sin darse cuenta, se durmieron.

(...)

Ya había pasado mediodía cuando se despertaron, con Michi tumbado sobre las piernas de España, y Paella ocupando las de Italia, sorprendentemente dormido a pesar del miedo que parecia tenerle al italiano.

Italia fue el primero en despertarse, sintiendo cómo las tripas le rugían por culpa del hambre. Observó a España, que continuaba durmiendo mientras le abrazaba. Apartó con cuidado a Paella de su regazo, quien ni siquiera se despertó. Después le picó en la mejilla a España con el dedo, quien tardó algunos segundos en despertarse.

—¿Tienes hambre?—Le preguntó, cuando estuvo seguro de que el menor le escuchaba. —Porque yo sí.

El español murmuró algo intelegible, que Italia no consiguió interpretar, de modo que optó por levantarse del sofá con cuidado para no molestarle, y caminar hacia la nevera.

Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que no habían ido a comprar, de modo que la nevera y la despensa estaban completa y horriblemente vacías. Y sus tripas seguían rugiendo.

De modo que decidió agarrar un pequeño trozo de papel y escribirle un breve mensaje a España:

Me he ido a comprar algo de comida, enseguida vuelvo.

Italia.

Después la dejó junto al cuerpo del español, quien se había vuelto a dormir. Después subió las escaleras sin hacer ruido y se puso una chaqueta, antes de salir por la puerta principal, asegurándose de no despertar a su pareja.

Le fue algo difícil encontrar un supermercado por allí cerca, pero, cuando lo hizo, aprovechó y compró mucha comida para varios días, pues se negaba a recorrer ese camino todos los días para comprar una barra de pan, de modo que tenía que comprar para toda la semana.

No recibió ningún mensaje de España ni ninguna llamada, de modo que supuso que el menor seguía durmiendo. Cargó con las bolsas durante todo el camino de vuelta, hasta llegar de nuevo a la casa, prácticamente sudando.

Entró con cuidado y dejó las bolsas en la cocina. Le gustaría poder quitarse la camiseta para dejar de sudar, pero sabía que si lo hacía, empezaría a tener frío, de modo que optó por quitarse solamente la chaqueta.

España ni se había inmutado desde que había entrado, de modo que Italia trató de seguir sin hacer ruido mientras ordenaba la compra en la nevera, muerto de hambre.

Apenas le llevó unos segundos agarrar lo primero que encontró en la nevera cuando todo estuvo ordenado, antes de volver a derrumbarse al lado de España y volver a abrazarle con fuerza, dándole un beso en la frente.

A solas ~ España × Italia ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora