A España le resultaba triste ver cómo la actitud de Italia había cambiado tan repentinamente desde el momento en el que el teléfono había sonado. Había pasado de estar alegre, contento y cariñoso a estar serio, con el ceño fruncido y cruzado de brazos. Y ya no parecía querer besar tanto a su pareja.
Después de hablar con Portugal, el menor regresó a la habitación y se tumbó junto a su pareja, deseando que no se hubiera enfadado demasiado.
—¿Estás bien?—Preguntó, aunque estaba claro que no. Italia se encogió de hombros, negándose a decirlo. España se pegó a él para abrazarle e intentar que se le pasara el enfado.
—¿No lo entiendes?—Preguntó el italiano, indignado y enfadado a partes iguales. —Estoy harto de que Portugal siempre lo interrumpa todo. Me extraña que tampoco apareciera en nuestro primer beso o en nuestra primera vez para fastidiarlo todo como hace de costumbre.
España suspiró levemente, pensando en qué decir. A él también le molestaba un poco que Portugal llamara justo en momentos como aquel, pero tampoco podía hacer nada para evitarlo.
—Bueno, pero es que... Es mi mejor amigo, no puedo dejarle siempre colgado—respondió España, sin saber muy bien qué decir. Después apoyó su cabeza en la clavícula de Italia, esperando que no se enfadara mucho. —Por favor, no te enfades...
El más alto permaneció unos segundos callado. No quería ver a España triste por su culpa, pero es que realmente le fastidiaba mucho. Se encogió de hombros una vez más.
Ninguno de los dos dijo nada hasta que, tres minutos después, Italia se levantó de la cama sin decir nada y salió de la habitación para dirigirse hacia la cocina, sin decirle nada más a su pareja.
España inspiró hondo antes de levantarse también. Decidió escribirle un mensaje a Portugal, diciéndole que no llamara por sorpresa, sino que sería él el que le llamaría si quería.
Después siguió a su pareja hasta el piso de abajo, llevándose con él a Michi y a Paella. Cuando se lo encontró, le entraron ganas de pedirle que no cocinara porque no se fiaba de lo que pudiera pasar, pero no quería que se molestara aún más.
De modo que se sentó en una silla que había por allí cerca y después se le quedó mirando desde atrás suyo, esperando que en algún momento, se girara para mirarle o le hiciera el mínimo caso. Pero eso no sucedió.
—Por favor, no te enfades... —Pidió España, sintiéndose demasiado mal. Italia respondió sin ni siquiera mirarle.
—No estoy enfadado.
España no se lo creyó ni siquiera durante un sólo segundo. La voz del más alto sonaba lo suficientemente dura y cortante como para saber que mentía. El menor suspiró, intentando aguantar las lágrimas.
Pasaron varios minutos antes de que el más alto se sentara en una de las sillas de la mesa y empezara a desayunar, ignorando a España con el ceño ligeramente fruncido.
El menor le observó con lágrimas en los ojos, intentando retenerlas aunque le resultaba imposible.
—¿Por qué te enfadas conmigo?—Preguntó el español, llorando un poco. Italia levantó la vista hacia él y no respondió. —Yo no tengo la culpa de que Portugal me llame a veces.
El más alto siguió sin responder.
Finalmente, España sorbió un poco por la nariz y se levantó de la silla con brusquedad, antes de irse de aquella casa con un portazo, llorando. Tenía ganas de llamar a alguien, pero no sabía a quién. A Portugal no podía, porque entonces empezaría a preguntarle por qué estaba así, y no podía decirle que era por su culpa. Y quién sabía lo que le podía hacer su padre a Italia si se enteraba de que era su culpa que estuviera así.
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A solas ~ España × Italia ❀
ComédieCᴏɴᴛɪɴᴜᴀᴄɪᴏ́ɴ ᴅᴇ «A ᴄʜɪsᴛᴇ». Dᴇʙᴇʀɪ́ᴀs ʟᴇᴇʀ ᴇsᴀ ᴘʀɪᴍᴇʀᴏ ᴀɴᴛᴇs ᴅᴇ ᴇsᴛᴀ ᴘᴀʀᴀ ᴇɴᴛᴇɴᴅᴇʀ ᴍᴇᴊᴏʀ ʟᴀ ᴛʀᴀᴍᴀ. ... Después de la Feria de Navidad, se podría decir que España e Italia ya eran oficialmente pareja, después de tanto tiempo. Y ahora, ¿Qué? Ahora es...