—¡Paella!—Chilló España, levantando la cabeza. Se encontraba abrazado con fuerza a Italia desde hacía veinte minutos, cuando había escuchado un ruido no muy lejos de allí. Al levantar la cabeza, se había encontrado con su mascota hurón, que había volcado el cuenco de agua por pura diversión. El animal se encogió un poco, juguetón, y después echó a correr escaleras arriba, pensando que aquello era un juego.
El español resopló y se levantó del sofá. La calidez que sentía al estar entre los brazos de Italia se esfumó de inmediato, haciendo que incluso llegara a tener un poco de frío. Recogió el agua que su hurón había tirado por los suelos con un trapo de cocina, y después decidió no llenarle más el cuenco, para que no volviera a volcarlo. Sabía que Paella a veces hacía eso porque se aburría, o porque estaba molesto con algo o alguien.
Italia esperó sentado en el sofá, observando a su pareja ponerlo todo en su sitio, antes de regresar con él. El menor volvió a sentarse a su lado y le abrazó con incluso más fuerza que antes. El más alto también le rodeó con los brazos, sonriendo un poco, a diferencia de España, quien ya sonreía plenamente. Se agachó un poco para darle un beso en la mejilla.
En ese momento, notaron cómo Michi subía al sofá e intentaba hacerse un hueco en las piernas de los dos países, con un leve y adorable ronroneo. España se movió un poco para hacerle sitio, antes de volver a abrazar a Italia con más fuerza que antes, haciendo que al italiano se le empezara a acabar poco a poco el aire, y se viese obligado a pedirle que le soltara un poco.
España no pareció tomárselo a mal, pero sí se mostraba un poco entristecido, aunque al menos no había dejado de rodearle con los brazos. Se sentía más seguro con él al lado.
(...)
A la hora de la cena, se limitaron a agarrar de la nevera la primera comida decente que encontraron, y se sentaron en el sofá, a pesar de que tenía una mesa con sillas a unos metros. Pero en las sillas no se podían abrazar. A decir verdad, era algo incómodo estar así, pero ninguno de los dos dijo nada. Si había algo que a España verdaderamente le gustaba en el mundo, además de sus mascotas, eso era sentirse abrazado por Italia.
El menor soltó una leve risa cuando Paella, que andaba merodeando por allí, con la intención de agarrar algo de comida, le robó un buen trozo de la suya a Italia, haciendo que el más alto se quedara paralizado. Para cuando intentó recuperarlo, ya era imposible, y el hurón lo estaba chupando y comiendo en el suelo, varios metros más lejos de ellos.
—Tienes que educar a tu hurón—protestó Italia, viendo con tristeza el hueco vacío de su plato. España se rio un poco más.
—Y tú tienes que dejar de hacer el baile del hurón con Paella.
—Ya no lo hago.
—Mentira, ayer mismo lo hiciste.
—No.
—Sí.
—No.
—Como quieras—respondió España, con un pequeño suspiro, aunque sin poder evitar sonreír. —Tú también tienes que hablar con tu padre para que deje de mirarme mal cada vez que estamos juntos y nunca me haces caso.
—Hablar con mi padre sobre eso es una pérdida de tiempo—respondió Italia, pues nada en el mundo le haría ver al español como una buena persona. Al fin y al cabo, le había robado a su hijo querido, que ya de por sí antes no le prestaba mucha atención. —Seguirá mirándote mal el resto de nuestras vidas, que durarán muchísimos años si nadie nos mata antes, y también mirará mal a nuestros hijos, y a...
—¿Hijos?—España tragó saliva, de repente mirándole muy serio, e Italia diría que hasta algo asustado. Italia giró la cabeza para mirarle, sorprendido, como si no entendiera el motivo por el que España le miraba así. Dejó de comer y encogió las rodillas a la altura del pecho, como si le diera vergüenza hablar de ese tema.
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A solas ~ España × Italia ❀
HumorCᴏɴᴛɪɴᴜᴀᴄɪᴏ́ɴ ᴅᴇ «A ᴄʜɪsᴛᴇ». Dᴇʙᴇʀɪ́ᴀs ʟᴇᴇʀ ᴇsᴀ ᴘʀɪᴍᴇʀᴏ ᴀɴᴛᴇs ᴅᴇ ᴇsᴛᴀ ᴘᴀʀᴀ ᴇɴᴛᴇɴᴅᴇʀ ᴍᴇᴊᴏʀ ʟᴀ ᴛʀᴀᴍᴀ. ... Después de la Feria de Navidad, se podría decir que España e Italia ya eran oficialmente pareja, después de tanto tiempo. Y ahora, ¿Qué? Ahora es...