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—Atrévete a reírte de él y no te vuelvo a hablar en el resto del día. —Amenazó España, lanzándole una mirada asesina a su pareja, que parecía estar haciendo grandes esfuerzos por no reírse de Paella, a quien España había puesto una correa para que pudiera salir a pasear con ellos.

Pero es que era muy difícil.

—Está bien—respondió Italia, aguantando la risa de forma medianamente aceptable. España no se fiaba demasiado de que el más alto fuese a permanecer sin reírse, pero apartó su mirada de él para continuar recorriendo las calles del pueblo. —Oye.

—¿Sí?

—¿Y si vamos a cenar esta noche a algún restaurante? —Era cierto que no había visto demasiados por aquel sitio, pero alguno seguro que había si se ponían a buscar. España sonrió tiernamente antes de asentir con algo de entusiasmo. Hacía bastante que no salían a cenar los dos juntos, y le apetecía tener un rato a solas con Italia aunque fuera para cenar.

El más alto sonrió al ver que la idea parecía haberle gustado al español. Después, le agarró de la mano y le dijo que él lo prepararía todo, y que no se preocupara. España asintió y no protestó. Le gustaban las sorpresas, aunque aquella no fuese del todo una sorpresa.

Por otra parte, no habían dejado de llegarle notificaciones de sus redes sociales, donde Portugal interactuaba mucho con sus perfiles. Resopló y decidió ignorarlo. Seguramente el portugués hubiera bebido de más o le hubiesen retado a hacer aquello, solo para ver la cara que ponía Italia. Pero no se iba a dejar engañar.

El colmo llegó cuando recibió un mensaje suyo por privado, donde lo único que había era un corazón rojo.

Se sonrojó muy levemente sin saber ni siquiera por qué —menos mal que España no lo podía ver— y le mandó como respuesta unos signos de interrogación. Pasados unos segundos, le llegó otro mensaje de Portugal.

Portugal: perdón, me equivoqué de cuenta.

A Italia no le pareció demasiado convincente. Al fin y al cabo, se había pasado la mañana dándole me gusta a  sus publicaciones y ahora resultaba que se equivocaba de perfil, como si no supiera que había estado interactuando todo el tiempo con él.

Pero, por otra parte, ¿Para qué le iba a enviar a él un corazón rojo sabiendo lo mucho que se odiaban?

O lo que era peor, ¿Y si ese corazón se lo quería mandar a España?

Decidió dejar de pensar en eso para no volverse loco y dejó el móvil de lado, aunque sin entender nada.

(...)

Por alguna razón, Italia parecía estar muy cansado después de la comida, tanto que incluso insistió en dormir un poco de siesta. Lo que significaba que España tenía la casa para él solo. Ahora que su pareja se encontraba durmiendo, se daba cuenta de lo tranquilo que se estaba sin tenerle a él secuestrando a Paella, cocinando o abrazándole con fuerza en el sofá. No era que no le gustara que le hiciera eso, pero en ocasiones le apetecía algo de tranquilidad.

Pensó en llamar a Portugal ahora que Italia no estaba alrededor para ponerse celoso, pero decidió no hacerlo debido a que ni siquiera tenía nada interesante que contarle.

De modo que se limitó a buscar a Paella para agarrarle y dormir también con él, ya que Michi estaba un poco borde últimamente y no quería que le molestaran a menudo.

Más tarde, se dio cuenta de que el hurón estaba acurrucado en el pecho de Italia, durmiendo también. España no pudo evitar sonreír ante lo tiernos que se veían los dos. A pesar del miedo que parecía tenerle Paella a Italia en ocasiones, se había acurrucado a su lado para dormir junto a él.

A solas ~ España × Italia ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora