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España se quedó unos segundos quieto, tratando de pensar en una respuesta adecuada. Se llevó la mano a la nuca con nerviosismo, sin mirar a su pareja.

—La respuesta no te gustará... —advirtió el menor, con la esperanza de que así, su pareja decidiera cambiar de idea. Aunque, por supuesto, no funcionó. Italia sonrió burlonamente, acercándose un poco a él. España se incomodó un poco.

—¿Acaso a ti te gustó la mía? —Preguntó. España suspiró, dudando sobre si decirle la verdad o no. No creía que Italia se fuera a enfadar, pero sí se molestaría, quizás, un poco. Se mantuvo algunos segundos callado, mientras Italia esperaba con la sonrisa en la cara. Parecía estar ansioso por saberlo. —Que no te dé vergüenza, yo te di mi respuesta. Ahora te toca a ti.

España tomó aire una última vez, nervioso. Desvió la mirada antes de hablar.

—P-Portugal —su voz sonó bastante baja, pero Italia escuchó igualmente lo que había dicho. Abrió los ojos como platos. —A los dieciséis años.

—¡¿Qué?! —Chilló el más alto. Miró a su pareja durante algunos segundos. No era capaz de imaginarse a Portugal y a España besándose. Era una idea demasiado espantosa. —Pero, ¿Erais pareja?

Rezó para que la respuesta fuese que no, porque de ser al revés, le iba a dar un ataque al corazón. España notó sus mejillas arder, sin dejar de mirar el césped con vergüenza.

—No... Creo. Un día, no me acuerdo de qué estábamos hablando, pero el caso es que Portugal me preguntó si ya había besado a alguien alguna vez. —Explicó. —Yo le dije que no, y él me respondió, riendo, que no se creía que de verdad tuviera dieciséis años y todavía no le hubiera dado ni siquiera un pequeño y breve beso a nadie. Yo le aseguré que era verdad, y entonces, él me preguntó, con timidez, si quería que lo intentáramos, solo para ver qué pasaba.

Italia puso los ojos en blanco, y supuso que Portugal llevaba enamorado de España desde hacía mucho tiempo. Aunque tenía que admitir que se lo había montado bien. Y, en realidad, tampoco podía decir nada de España, porque él, con dieciocho años, se había acostado con Rusia por puro aburrimiento. Así que lo suyo era peor.

España no quiso mencionar que, después de esa vez, habían habido algunos besos más, pero España siempre le había aclarado a Portugal que tan sólo eran amigos, porque en el fondo no le gustaba el portugués, sino que tan sólo tenía curiosidad por todo aquello que era nuevo para él. Y no se habían vuelto a besar desde los diecisiete años.

—No me mires así, tú has hecho cosas peores. —Habló España, frunciendo adorablemente el ceño, hinchando las mejillas rojas y cruzándose de brazos, al ver cómo le miraba su pareja. Italia se rió un poco y admitió que era verdad. Pero de eso era mejor no hablar. —¿Y me vas a preguntar también si prefiero a Portugal o a ti? Porque no voy a responder.

—¿Por qué? —Preguntó Italia, acercándose mucho a España, y haciendo que sus rostros quedaran a apenas unos centímetros de distancia. —¿Acaso prefieres a Portugal?

España se quedó callado, con incomodidad, mientras sonreía tímidamente. No quiso responder, porque la pregunta era difícil. Italia era su pareja y una de las personas que más quería en el mundo. Era adorable, guapo y amable y, además, siempre sabía cómo hacerle feliz. Pero, por otro lado, Portugal era su mejor amigo desde los tres años. Aunque, en ocasiones, le hiciera sentir incómodo con sus intentos de enamorarle, al final también le quería mucho. 

No se veía capaz de elegir. 

—Bueno—habló España, tratando de cambiar de  tema. —¿Te queda alguna pregunta por hacer, o ya has terminado por hoy?

—Tendrás que dejarme pensar durante unos minutos, ahora que tengo la oportunidad de preguntarte cosas, no la voy a desperdiciar —respondió el más alto, aún con su sonrisa burlona.  Durante algunos minutos más, ambos se mantuvieron el uno pegado al otro, sin decir nada, mientras España trataba de adivinar qué le preguntaría su pareja. Más que nada porque tenía miedo y quería ir preparando la respuesta.

—¿Quién es tu otro padre? —Quiso saber Italia, mirando con curiosidad a España. El menor se quedó callado durante unos segundos, y el más alto volvió a mirar hacia delante, esperando la respuesta del español.

España sí había visto de pequeño a su otro padre, aunque no se acordara muy bien, pero Italia, directamente, ni siquiera recordaba haber encontrado a nadie más en su casa cuando era pequeño además de España Republicana. Antes de que este le abandonara y se mudara con Noruega, claro.

Pasaron los segundos, y al final Italia se giró para mirar a España, que no había dicho nada ni había movido un solo músculo.

Supo que había cometido un gran error cuando vio las lágrimas en los ojos del menor. Arrepentido, se abalanzó sobre él de inmediato para abrazarle con fuerza, mientras le acariciaba el cabello con suavidad y ternura para calmarle. Hundió la cara en el cuello del español.

—No... No llores, por favor, no quería molestarte... —Pidió Italia. Sabía que no sería capaz de ver a su pareja llorar, y menos si era por su culpa. Se sentía la persona más horrible del mundo. España dejó que le intentara consolar, mientras trataba de calmarse un poco.

—Es que no sé quién es... —Habló, mientras notaba cómo Italia le secaba las lágrimas. —Mi padre me contó que se fue cuando yo tenía dos años. No sé  cómo se llama, ni quién es, ni cómo es, ni dónde vive, ni nada sobre él. 

Italia le abrazó con todavía más fuerza, consolándole como podía. Entendía que no todos los países tenían la suerte de conocer a sus dos padres. Había algunos que ni siquiera conocían a uno solo.

—No te preocupes —le dijo, con ternura y voz tranquila. —Vamos a hablar de otra cosa, ¿Vale? De lo que quieras.

España se quedó callado hasta que consiguió frenar sus lágrimas. Cuando por fin lo consiguió, con los ojos rojos y las mejillas  húmedas, le dio un corto beso a su pareja, que no se lo rechazó, pero que quedó bastante sorprendido. No parecía esperarse que España hiciera eso.

—Gracias—le dijo el español, quedándose abrazado a él. Italia no respondió, principalmente porque no sabía qué le agradecía. Lo único que había conseguido en esos momentos era que se pusiera a llorar, aunque hubiera sido sin querer.

—¿Qué he hecho? —Quiso saber el más alto. España sonrió un poco y apoyó su cabeza en el hombro del mayor, sin decir nada. Italia, tras algunos segundos, supo que no iba a responder y tan sólo se quedó abrazado a él.

(...)

—¿Seguro que no te haré daño? Yo creo que peso demasiado —habló Italia, con una leve sonrisa burlona. España le devolvió un ceño adorablemente fruncido, y volvió a dar unas palmadas sobre su regazo, insistiendo en que no pasaba nada.

—Que sea más bajo que tú no significa que también sea flojo.

—Ah, bueno—España notó que volvía a burlarse levemente de él, sin creerle del todo. Aunque, al final, Italia terminó tumbándose entre las piernas de España y apoyándose en el torso del menor, con el cuello sobre la clavícula. España se había negado a hacer eso mismo él sobre su pareja, porque decía que quería dejar de ser el «pequeño» de la relación, e Italia no le había negado la propuesta de tumbarse él entre las piernas del español para ver la película, pero, al fin y al cabo, Italia era una cabeza más alto que España, de modo que había cosas que no cambiarían.

Italia pesaba un poco más de lo que España se esperaba, pero nada que no fuese soportable. Aunque sí era cierto que aquel peso no mejoraba demasiado el dolor de barriga que sentía, pero no quiso protestar porque se encontraba demasiado bien así. Sentía paz.

—¿Te molesto? —Preguntó Italia, algo preocupado. España negó con la cabeza, mientras apoyaba la cabeza en el reposabrazos del sofá y cerraba los ojos. Comenzó a acariciar lentamente y con la yema de los dedos la mandíbula y la mejilla de su pareja, acariciándole el cabello de vez en cuando. Italia sólo cerró los ojos, apoyando las manos sobre las piernas del menor, dejándose hacer.

En realidad, ninguno de los dos parecía tener interés en ver la película.

A solas ~ España × Italia ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora