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Lo había hecho. Había dicho que iba a ser suyo y lo había sido. Suyo y solo suyo.

Y ahora se encontraban los dos durmiendo sobre el colchón, desnudos y abrazados el uno al otro. Como si temieran que el uno se fuese a escapar de los brazos del otro. 

En cambio, apenas eran las siete y media de la mañana, cuando un fuerte dolor de barriga despertó a España. Lo primero que hizo fue asustarse y palidecer un poco. Después, se relajó levemente al ver que no era el tipo de sensación que él creía. La sensación de dolor no iba acompañada de náuseas, porque de ser así, ya estaría muerto de miedo y preocupación.

Con cuidado, apartó los brazos de Italia de su cuerpo, que le abrazaban, antes de moverse con lentitud para no despertar a su pareja. A continuación, se puso la ropa interior de inmediato, sabiendo perfectamente qué ocurría. 

Resopló al levantarse y encontrar una enorme mancha de sangre en las sábanas. 

Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero se dijo a sí mismo que no iba a llorar. Italia lo entendería. Aunque, por otra parte, le aliviaba saber que aquello confirmaba que no estaba embarazado. Algo era algo.

Se metió en el baño y salió algunos segundos, antes de detenerse frente a la cama,  preguntándose cómo iba a sacar de las sábanas la sangre ya seca. Era posible que la más reciente pudiera limpiarse después de un rato intentándolo, pero estaba seguro de que había algunas manchas de hacía más de tres horas, que iban a ser prácticamente imposibles de limpiar. 

Se sentó en la cama, con las piernas cruzadas y jugueteando con sus propios dedos, sin ganas de dormir más. Se sentía muy mal por el incidente con las sábanas, y, además, había empezado a dolerle la barriga.  Y hacía frío.

Antes de que pudiera fingir estar durmiendo, o al menos tumbarse un poco más para tapar la parte de la mancha que estaba al descubierto, vio y notó que Italia se movía un poco, cubriéndose más con las sábanas. España clavó su vista en él, deseando que volviera a dormirse.

Pero eso no sucedió, sino que, después de varios segundos, el más alto abrió los ojos con lentitud, moviéndose un poco más y suspirando. Se sorprendió al encontrar a su pareja ya despierta y sonrió antes de saludarle.

España le devolvió el saludo con un hilillo de voz. Observó a Italia sin decir nada mientras éste se enderezaba un poco con cansancio. Apenas habían dormido unas cuantas horas, de modo que era posible que el italiano se pasara el resto del día durmiendo o sin salir de la habitación. 

El español dejó que el más alto le diera un beso en la mejilla, acercándose a él con una sonrisa, y después se le quedara mirando, acariciando su cabello con lentitud. Pero notó que al menor le pasaba algo.

—España, ¿Estás bien?—Preguntó, aunque sabía que, probablemente, España no le dijera la verdad. Y así fue. El español asintió con algo de tristeza, con la vista algo baja y sin mirarle. Fue entonces cuando su pareja se dio cuenta de que ya llevaba la ropa interior puesta. Y entonces vio la gran mancha en la sábana. Volvió a mirarle, antes de hablar con suavidad para no hacerle sentir mal. —España, ¿Qué ha pasado? 

El menor empezó a juguetear de nuevo con sus dedos, nervioso. Tardó algunos segundos en responder, con la voz temblorosa.

—Me vino mientras dormía, ni siquiera me di cuenta—respondió el español, encogiéndose un poco, como si temiera que Italia fuese a enfadarse con él. Ni siquiera lo había hecho queriendo. Ni siquiera deseaba que le pasara eso. No le importaba que a la hora de tener hijos, fuese mucho más fácil que con otros países a los que no les pasaba lo que a él. No le importaba tener que hacer varios intentos, e incluso no poder tener hijos. Odiaba estar así todos los meses.

Italia, en cambio, suspiró levemente, tratando de que España no lo oyera, antes de abrazarle con fuerza,  pegando su mejilla a la del menor. Sabía que en esos días, el menor necesitaba comprensión y, sobre todo, cariño. Necesitaba sentirse querido porque en esos días, su autoestima solía bajar bastante. ¿Por qué aquello solo le pasaba a él? Bueno, había tres países que también sufrían lo mismo todos los meses pero, ¿Por qué solo ellos y no todos los countryhumans, hombres o mujeres?

—No te preocupes—le dijo Italia, tratando de que se sintiera mejor. Le dio otro beso en la mejilla. —Pondremos a lavar las sábanas y ya verás como se va la mancha —ni siquiera él estaba seguro de que se fuesen a marchar del todo, pero no lo dijo. —¿Te duele la barriga?

España asintió sin decir nada. Pero  no había nada en aquella casa que se pudiera tomar para que se le pasara el dolor. No había ningún medicamento, y era poco probable que hubiera farmacias abiertas tan temprano.

Italia lo sabía, y no dejaba de pensar en qué podía hacer para que se sintiera mejor, además de cuidarle todo lo posible para que se sintiera más o menos cómodo. Se separó de él y le sonrió.

—Bueno, ¿Y si tú te duchas y mientras tanto yo preparo el desayuno? —Propuso, intentando que la idea sonara mejor de lo que era. En realidad, lo había dicho un poco como si fuese lo más emocionante del mundo, pero al español no le pareció mala idea, porque asintió y se levantó del colchón sin decir nada. 

Italia se levantó tras él y le agarró de la mano para guiarle hacia fuera de la habitación, pues no quería que España tuviera tiempo de ver la mancha otra vez, ya que estaba seguro de que se deprimiría más y se sentiría más culpable si eso sucedía.

Le dedicó una última sonrisa antes de que el español se metiera en el baño y cerrara la puerta tras él. 

Italia, en cambio, corrió para regresar a la habitación, y tiró la colcha al suelo. Después, arrancó las sábanas del colchón tirando de ellas en apenas unos segundos, para después tirarlas también al suelo. Quería asegurarse de que esas sábanas terminaban en la lavadora cuanto antes, para que España no las volviera a ver.  

Después agarró a Michi y a Paella y los sacó de la habitación, antes de bajar las escaleras a toda prisa. Dejó a los animales en el suelo y llegó a la cocina jadeando un poco. No era demasiado bueno preparando desayunos y tampoco tenía gran imaginación para ello, pero no le importó. Tenía que empezar a cocinar rápido para que España lo tuviera todo a punto al salir, pero bien al mismo tiempo, porque se negaba a ver a España comer algo que estuviera mal hecho.

(...)

España parecía sentirse algo mejor después de una ducha y un desayuno improvisado por parte de su pareja, junto con una pequeña infusión, pero seguía lo suficientemente triste como para no hablar en ningún momento. Italia supuso que continuaba pensando que era toda su culpa que las sábanas se hubieran manchado.

—¿No vamos a hablar de lo de ayer?—Preguntó Italia con una sonrisa en los labios, viendo a España desayunar porque él ya había terminado. Sabía que quizás no era el mejor tema del que hablar, pero consideraba que era una noche digna de recordar.

España se encogió de hombros.

—Estuvo bien.

—¿"Bien", solo?—Preguntó el más alto, manteniendo su sonrisa y echándose hacia atrás. España le miró durante algunos segundos.

—Está bien, fue increíble. —Respondió España, con una leve sonrisa. —Pero hubiera sido aún más increíble si no me hubieras hecho un moratón en la pierna.

—Fue sin querer—respondió Italia, inflando las mejillas como si fuese un niño pequeño, indignado. En cierto momento de la noche, ambos se habían metido bajo las sábanas y debido a que allí debajo todo estaba incluso más oscuro que la habitación, Italia sin querer había apoyado su rodilla en una de las piernas de España con fuerza, sin tener ni idea de que la pierna del menor estaba allí, haciéndole un pequeño moratón que todavía le dolía un poco a España. —Además, ¿por qué acordarse de lo único malo? Todo lo demás fue fantástico.

España sonrió un poco más antes de suspirar.

—Está bien, como quieras.

A solas ~ España × Italia ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora