Capítulo VI

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El cumpleaños de la señora Ana, bueno solo Ana, como me dijo ella que la llamara, fue agradable sacando a los mentes de cucaracha y a su hijo Alejandro, se comportaron como todos unos cerrados con ideales antiguos y denigrantes. No pensé que iba a tener que pasar por la xenofobia, y me toco. Aunque no tanto por ser extranjera sino más bien por ser venezolana, eso me hizo molestar demasiado y solo con sus miradas indiferentes e indiscretas hacia mí me llenaban más de rabia, y lo menos que quería era arruinarle el cumpleaños a Ana solo por culpa de esas estúpidas personas.

Había escuchado por parte de muchos de mis conocidos que al irse a otro país habían pasado por eso, por el maltrato y rechazo por parte de los habitantes, sin embargo... ¿Por qué? Cuando solo escapamos por una oportunidad de vivir, ya que lamentablemente en nuestro país de orígen sobrevivimos, luchamos por existir y nos agotados tanto física como mentalmente cada día.

Entiendo que hay algunos que van y llegan con una actitud y comportamiento del asco, incluso cometiendo faltas graves. Pero, sería ridículo generalizar por esa pequeña parte. Cuando somos muchos los que salimos para trabajar honradamente, dejando todo para volver a empezar, adaptándonos a culturas y estilos de vidas diferentes, incluso idiomas.

Nadie es más que otros, todos somos seres humanos que buscan superarse. La humanidad necesita entender esto, saber lo que es la empatía y practicarla. Creo que, aunque sea solo un pequeño gesto, haría una diferencia grande. Es por eso que... Los valores, hay que ponerlos en practica.

Amar más, odiar menos.

Me cambié mi atuendo para ponerme mi pijama, y me lancé a la cama marcándole a mi mejor amiga. Desde que llegue a España no había tenido la oportunidad de llamarla, claro que si estuvimos hablando por chat pero necesitaba hablar libremente y directamente con ella.

—¡Mi Romi! ¿Como estás? Ay amiga, te extraño tanto.

Romina es mi amiga desde que entré al liceo o secundaria. Desde el primer año ella supo llegar a agradarme, yo era sumamente tímida y socializar no era mi fuerte, sin embargo nos volvimos muy unidas y ahora la considero como otra hermana.

—¡Hel, hasta que te dignas a llamarme! No sabes cuanto te extraño más... Cuando voy por las tiendas y veo algún mom jean o algún jean tiro alto con ese estilo ochentero es inevitable no pensar en ti. Pero cuéntame ¿cómo te está yendo?

Ella tan entusiasmada como siempre, nunca para de ser tan extrovertida y por eso la amo, aunque a veces es un poco estresante.

—Me está yendo bien, en mi trabajo todos son respetuosos y hay uno que ya es mi amigo, se llama Antonio y...

—¿Es lindo? ¿Es alto? ¡Dime, cómo es! —Los ojos parecían brincar de sus cuencas.

—Tranquilízate. —Le digo soltando unas risas— Es sólo un compañero de trabajo que es mi amigo, —La veo hacer esa cara que significa que le diga lo que quiere o se va a molestar— vale tu ganas. Es alto, sí, usa lentes cuadrados, su cabello es largo y es bien parecido, lo voy a admitir.

Ella no deja de reírse y hacer miradas con ojos llenos de picardía que atraviesan la pantalla.

—Ya basta, no empieces que todavía lo estoy conociendo y sería raro tener una relación con alguien de tu trabajo, sería rarísimo. Es más, descartado. —Hago una equis con las manos y ella voltea los ojos.

—No seas tan radical, es cuestión de saber separar lo profesional y lo sentimental. Es sencillo Hel.

—Y hoy estuve en cumpleaños de la señora que te comenté. ¿Recuerdas?

Mientras le estoy hablando ella nuevamente me da una mirada perspicaz haciendo que no pare de reír.

—¡Obvio! Dime ¿conociste a alguien guapo allí?

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora