Capítulo XI

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Busco las llaves en mi bolso, pero recuerdo que se las había dejado a mi madre quien estaba aquí con Elva. Busco en mi teléfono su número para llamarla pero recuerdo rápidamente que le había dicho que la escondiera en la maceta y solo inspecciono en la planta donde le dije que escondiera la llave hasta que la consigo y por fin puedo entrar.

Me quito toda la ropa y me pongo un camisón, me dejó caer en la cama y comienzo a divagar en mi mente, con mi rostro sin expresión alguna, tan sólo pensando que mi vida ha sido como un soplo de nada.

Me sentía conmocionada.

—¿Por qué estoy tan sensible hoy? ¿Estará por llegarme la regla? Al menos Lisandro no me vió siendo tan estúpida ¡sería el colmo! —Exclamo y cuando me levanto para ir al baño, veo que mi teléfono está encendido...

Cuando me doy cuenta que se trataba de una llamada recién colgada, quería morirme, juro que quería no existir. Mi cara iba a explotar de lo caliente y de lo rojo.

«¡Carajo! ¡Pero, qué suerte la mía! ¡Ahhh, trágame tierra, trágame!»

Justamente había llamado a Lisandro...

—¿Por qué él? Es que... ¡No sé por qué demonios la vida conspira para ser la burla de Lisandro el loco pervertido! —Lloriqueo y pataleo porque no puedo hacer más—. ¿Habrá escuchado lo que dije complemente?

Es que si hubiese un concurso de "Miss Vergüenza" Yo lo ganó de primer lugar, arraso con todo.

Me acuesto en la cama boca bajo, y dejo salir un grito que ahogo con la almohada.

**Narra Lisandro**

Voy en el coche con Pablo, quien va conversandome acerca de una película que quería ver con su mujer, una erótica, pero lo cuenta con una cosa como si fuese algo tremendamente interesante, más bien me parecía cómico.

Pero, yo seguía sintiéndome más que contento ya que pasar la tarde con Hedel ha sido mejor de lo que me imaginé, ella realmente es una chica interesante con la que hablarías de lo que sea y nunca te aburrirías.

Me hizo sentir tan cómodo que pude contarle libremente una parte de mis vivencias pasadas y que ella lo comprendiera tan naturalmente fué magnífico.

No sé porqué quería evadir la lectura de su poema si estuvo maravilloso, simplemente me hizo sentir tan en calma cuando lo leyó, pero al terminarlo ella parecía haber cambiado, de ahí se volvió un poco más callada y la sentía distante. «Me pregunto qué le habrá pasado. ¿será que le trajo tristes recuerdos de algún ex amor?»

Me dejó un tanto preocupado si su cambio fue debido a algo que dije o es por alguna razón en especial de ella.

De pronto, tan inesperado mi teléfono suena y es ella quien llama, me lo hace saber el talkback.

—¿Habrá olvidado algo? —Me digo antes de coger la llamada—. ¿Hedel?

Le hablo y no responde, escucho ruidos que supongo hace, y me río al saber que es tan descuidada que marcó mi número sin darse cuenta. Lo iba a colgar pero, me dio un poco de curiosidad así que lo dejé un rato más para divertirme. Oigo como suena una ropa, quizá esté cambiándose...

Decido colgar finalmente porque mi cerebro empieza a acusarme de verme, ahora sí, como un pervertido.

—¿Por qué estoy tan sensible hoy? ¿Estará por llegarme la regla? Al menos Lisandro no me vió siendo tan estúpida ¡sería el colmo! —La escuchó decir eso, y no sabía si soltar las carcajadas o quedarme impresionado por lo que acababa de oír.

Ahí si colgué de inmediato, y la risa salió sola.

—Joder Hedel, estás loca, que digo loca, loquisima. —Me reí tan fuerte y por un largo rato que Pablo seguramente pensaría que me volví loco. 

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora