Capítulo XXXVI

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Era la hora de descanso, Paúl no dejaba de farfullar sobre cómo le había ido en una cita a ciegas en la que había quedado, y aunque lo estaba viendo a la cara con mi mayor expresión de atención, en realidad mi mente estaba en otro lado, muy lejos, y pensando en alguien, específicamente.

—¿Hedel? —me llamó para volver mi atención al presente— no escuchaste nada de lo que te he dicho...

—¿Ah? Ah, no, es decir sí, sí te escuché.

¡Vaya! que tonta me vuelvo cuando miento.
La crema del cupcake que sostenía estaba por derramarse en mi manga así que en un movimiento rápido lo pasé a mi otra mano y se me cayó el bolígrafo que tenía.

—Nena pero tu viniste hoy en otro mundo, y ni avisaste na'. —Comentó burlón, Paúl.

Nos agachamos al mismo tiempo para tomar el bolígrafo, aunque él lo tomó con más agilidad que yo. Así que me levanté otra vez, pero mi espalda baja volvió a recordarme lo mucho que me ha estado molestando estos días.

«¡Qué dolor más fastidioso!».

—¿Te duele mucho? —Me preguntó dándose cuenta.

—Es un dolor molesto, pero puedo tolerarlo.

Tomé el bolígrafo y me retiré, dejando a Paúl detrás con una cara de asombro.

El día de hoy trabajaríamos pocas horas, así que podía salir y volver al Salón para ayudar a la señora Ana quien quedaba ajetreada y sola cada vez que me iba.

Al culminar con mi turno, tomo mis cosas preparándome para salir, pero Antonio apareció antes que pudiese irme.

—¿Ya te vas, no?

Asiento con la cabeza para afirmar. —Sí.

—Puedo llevarte.

—Eh... No te preocupes, tú tranquilo.

—Lo digo en serio. Creo que fui grosero la última vez, así que déjame llevarte a la puerta de tu piso, al menos.

Él no tenía pinta de rendirse y seguiría insistiendo, así que no quise negarme más y acepté. Aunque en el camino iba un poco incómoda por lo que él iba diciendo... El sujeto a mi lado destapó su lado sensible y comenzó a expresarlo, justo a mí.

—Me siento como un idiota, pero todo tiene una razón. No suelo actuar así porque sí. Verás... Hedel, eres una chica increíble, inteligente, guapa y lista, la verdad llamas mucho mi atención.

«No puede ser... Si mamá se entera de esto ella misma organiza una boda a mis espaldas».

—Antonio...

—Solo quiero que lo sepas, es que no me gusta rendirme ni perder, por eso haré todo por ganarme tu confianza, ¿vale?

Llegamos y se estacionó. Unos segundos que parecían volverse tortuosos por el silencio incómodo se vió roto cuando abrí la puerta de golpe y en mi intentó de escape, cual Hedel descuidada, me golpee la frente con el borde del techo.

—¿¡Estás bien!? —Antonio me atrajo nuevamente de la mano, haciendo que me sentara— ¡La Virgen, Hedel! ¿Te duele mucho?

—E-estoy bien, nada grave. Solo espero que no se me haga un hematoma. —Dije riéndome para no verme tan lamentable, pero fue imposible, ya me veía así.

Haciéndo el ridículo, siempre. ¡Ya denme mi premio al menos, por favor! Esto de ser descuidada por naturaleza no me está gustando.

—Déjame ver.

Prendió la luz de su teléfono y se acercó a mí más de lo prudente, tomando mi cabeza para impedir que me alejara.

—No es grave, no te preocu...

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora