Capítulo XII

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**Narra Hedel**

Día lunes.

Tan temprano me toca despertar y prepararme para ir a trabajar a mi departamento de redes y sistemas. Según lo que dijo Antonio hoy tendrían la celebración del aniversario de la empresa, así que como me pidió que llevara alguna gastronomía de mi país para compartir me esforce y preparé varios tequeños, que básicamente son como unos palitos de queso envueltos en masa de trigo y fritos.

Esto les va a encantar, es un hecho.

Desperté con un poco de desánimo, quizá muy pensativa, no lo sé. Pero me vestí cómodamente y salí a tomar el autobús.

No quería pensar en lo de ayer con Lisandro en el jardín y luego al llegar a mi departamento, y tal vez no quiera verlo durante unos cuantos días hasta que sienta que sea suficiente tiempo para olvidarlo todo.

Y no sólo por eso, también está lo que estuve reflexionando acerca de cómo he estado llevando mi vida.

Cuando llegamos me bajo del autobús y entró directo a mi destino, saludando a quienes ya comenzaron bien temprano su día. Veo a Camila, la que está en el departamento de soporte y mantenimiento, lucir una falda negra de cuerina muy corta, de hecho... ¿cómo es que la dejan entrar así? Es inapropiado totalmente. Ella es la única a quien no le agrado, no me lo ha dicho pero es tan evidente por su forma de ser conmigo y esas miradas tan asesinas que me da, si fuera por ella ya estaría muerta.

—Ya llegó mi ingeniera informática favorita. —Antonio me da una sonrisa tierna viéndome fijamente.

—Buenos días, Antonio. Todos fueron muy puntuales hoy. —Digo viendo los alrededores.

—Sí nena, es obvio. Hoy es el aniversario. Dentro de unos minutos llegaran los de decoración para darle vida a esta triste empresa... —él me ve y se detiene— así como tú. ¿Qué tienes, Hedel? Desde ayer te escucho tan afligida, andas con una cara más larga que la lengua de las de recursos humanos...

Ahí me hizo sacar una pequeña sonrisa.

—Nada me pasa. Toma, —le entregué los tequeños que hice en una caja— para que compartan de mi gastronomía.

Él no se veía convencido, sin embargo me centré tanto en trabajar que ignoré todo, apenas hacían un comentario donde me nombraban y yo solo asentía o decía que sí.

Durante las horas de trabajo no dejé que me molestaran, tanto estuve concentrada sin querer hablar con nadie que se hicieron las 12 y ya debíamos irnos al compartir.

—Hedel, nena —me llama Antonio tocandome el hombro—, que ya es hora de irnos, ya sal de tu hueco.

—Espera un momento.

Me levanté y fuí hasta dónde el director. Le pregunté si podía quedarme a trabajar en vez de ir al compartir, no tenía ganas de reuniones y podía comer en la oficina tranquilamente, a él como todo le daba igual me dijo que como quisiera hiciera.

Caminé con la expresión seria hasta mi silla de oficina.

—¿Ya nos vamos? —Antonio seguía esperándome.

—Ah no, yo no iré. Ve y diviértete, me dices qué tal les parecieron mis tequeños. —Me giro frente a la pantalla y vuelvo a lo mío.

Antonio me quedó viendo sin entenderme y en silencio hasta que rodó la otra silla a mi lado. Se sentó y esperó hasta que el último saliera y quedaremos solos.

—Bien, ahora sí. ¿Qué te sucede Hedel?

—Que no me pasa nada, ve o te dejaran sin comida. —Le señalo con el bolígrafo y una sonrisa.

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora