Capítulo XIV

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—¡Buenos días, mi linda despistada!

La voz chillona de mi madre me hizo despertar inmediatamente, solo que aún mi cuerpo pedía seguir descansando. Mas atrás oí la de mi padre.

«Ya llegaron todos... que flojera tan grande».

Doy vueltas en la cama y me estiro intentando obtener algo de energía para terminar de levantarme.

—Hay que agradecer a Dios porque de verdad te cuida muchísimo, contigo no la tiene tan fácil si siempre andas por la vida como si fueses inmortal y no le tuvieses miedo a nada.

—Te refieres a que... —Murmuré entre dientes sin terminar de hablar. Los cabellos me caían a un lado de mi cara, casi se me meten a la boca.

—Sí, otra vez te dormiste sin cerrar la puerta. Si sigues así tendré que mudarme contigo. —Solté un gruñido de estrés hasta que ella me hizo despertar definitivamente— ¿¡Estás estudiando braille!? ¿Y eso?

Expandí mis ojos cual esquizofrénica. Me levanté de la cama quitándole con mucha habilidad el cuaderno donde había anotado algunos tips y los tipos de letras.

—¿Y eso que vinieron tan temprano? —Le cambié la conversación al instante porque conociendo a mi madre ella se afincaría de ese tema para no dejarme en paz hasta obtener la respuesta que busca.

Metí el cuaderno en mi mochila negra y tomando una coleta para amarrar mi cabello salí de la habitación.

«Ay Dios, mi mamá si es intrépida... mejor huyo ahora o nunca»

—Hedel, pero no me...

—¡Hola, pa'! —dije antes que siguiera hablando ella— ¿Cómo te va en el trabajo?

—Bien, no me quejo. Pero sí es agotador, hoy lo tuve libre por lo que decidimos venir a visitarte.

Me senté en un taburete cerca del mesón de la cocina. —Eso genial, pero por favor avisen antes de llegarse aquí en sorpresa...

—¿Tienes miedo de que algún día te encontremos con alguien? —El tono tan irónico en que lo dijo sonó casi como una exaltación de su parte.

Mi madre suelta unas carcajadas saliendo de la habitación, aunque aún se le veía la curiosidad rebosar por los poros.

—Hedel, tranquila. Es solo que es más divertido venir sin avisar. Pero, avisaremos la próxima vez —susurró acercándose a mi— solo no seas tan descuidada.

Arrugué mi entrecejo dándole una mirada de desconcierto a ella.

Mi mamá no es muy normal, lo descuidada es obvio que lo heredé de papá, porque ella es todo un lince mitad águila, porque su vista es tan perfecta que da miedo, tiene mejor vista que yo...

—Quizá es porque pasas mucho tiempo frente a la bendita computadora o a la pantalla del teléfono ese... —Respondió ella haciéndome caer en cuenta que dije lo que pensé que estaba pensando.

—Creí que lo estaba pensando... Pero mamá, si sabes que trabajo con la computadora, ella es la razón por la que hoy estoy aquí.

—Buen punto. —Atribuyó papá recostado del sofá.

—Terminarás usando gafas mas gruesas que los dedos del gordo. —Dijo mi mamá refiriéndose a papá.

—Como sea... ya vuelvo.

Terminé de despertarme cuando me lavé la cara y cepillé mis dientes, me encantaba el sabor y la sensación de menta en mi boca, tanta que podía sentir que al soplar saldría humo frío (obviamente no, pero se sentía así).

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora