Capítulo X

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No estuvimos ni un minuto sin compartir o hablar de algo.

Lisandro fue tan gentil en enseñarme cómo usar el sistema braille, que es la manera en que escribe y lee. Sí me pareció un poco difícil ya que no me se las letras del sistema y obviamente debía aprendérmelas para poder escribir algo, aunque me enseñó a escribir mi nombre.

—Solo pasas las yemas de tus dedos sintiendo los relieves que acabas de hacer. —Él tomó mis menos y me indicó cómo debía leerse— Se lee claramente He-del.

Se sentían los puntitos que recién hicimos, me volví como una niña a quien le enseñan por primera vez algo increíble y fascinante.

—Gracias, Lisandro. —Le regalé una sonrisa, aunque no me viera.

—Ahora que dices mi nombre suena raro.

—¿Prefieres que te llame loco pervertido? —arquee mis cejas.

—Llámame guaperico, mejor.

—Jah, igual te tengo registrado como el loco pervertido.

«Okay... No debí decir eso»

—Que mala eres, escandalosa.

De allí buscó en su cuaderno los poemas que había escrito, y me dijo que leería uno llamado "El recuerdo de mi antigua vida".

—Vale, a continuación leeré un poco de lo que en mis momentos de soledad puedo plasmar. El primero lo titulé "El recuerdo de mi antigua vida".

>>En mi antigua vida te conocí en medio de un lago con flores a los alrededores,
El sol se comenzaba a ocultar y transformaba el cielo en un ocaso lleno de nostalgia,
Tu voz apareció irrumpiendo mi tranquilidad,
Cuando voltee y te vi sabía que eras lo más hermoso que mis ojos hayan podido apreciar,
Incluso el ocaso se sintió celoso de tu aparición.
En mi antigua vida te vi, me sonreíste y yo me enamoré,
Me acerqué a ti, un beso te di sin preguntar y la lluvia nos arropó para bautizar nuestro amor.
En mi antigua vida me enamoré de ti, y ahora sólo sueño en volvernos a reencontrar.

Su tono de voz combinado con la manera tan suave en que lo recitaba me hizo teletransportarme a lo que describía, verdaderamente fue placentero escuchar aquel poema escrito con tanto sentimiento.

No pensé que fuese a ser tan romántico...

—Ahora creo que los míos son insignificantes. —Dije en voz baja con una sonrisa algo tímida.

—¿Qué te pareció? —Me preguntó ignorando mi comentario.

—Es hermoso, simplemente. Pude sentirlo.

Él se sentó tratando de quedar en frente de mí. —Cuando lo escribí tenía ese objetivo en mente, que el que lo leyera o escuchara, pueda sentirlo igualmente.

—Pues créeme que trasmite mucho.

Quedé en silencio con la mente aún en lo que acababa de escuchar de él.

—Oye podrías...

—Creo que vienes...

Ambos nos reímos por hablar al mismo tiempo.

—¿Qué ibas a decir? Las escandalosas primero. —Me dice con su tono burlón.

—Iba a decir que podrías hacer podcast, sería tu fan, sin duda.

—Bueno no me esperaba esto. Pero ¿podcast? No tengo nada de extraordinario en mi hablar.

—Para mi tiene mucho. El tono, más tu acento, la manera en que lo lees. Suena tan relajante. —Alegué viéndolo sacar de su bolso algo.

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora