Capítulo XLII

89 6 0
                                    

Me aseguré de poner la alarma lo más temprano para así dejar listo el desayuno e irme al Salón Creativo, para evitarlo, no creo poder enfrentarlo sin sentirme incómoda, al igual que él seguramente lo estará.

Mi teléfono sonó a la hora exacta, al instante desperté. Me preparé en el baño y tomando aire me paré frente a la puerta y decidí salir con mi mochila ya lista.

Mire las diferentes puertas... ¿Cómo es que todas son iguales? Con razón anoche hice tremendo espectáculo cuando me equivoqué y entré sin saber en la habitación de él, es que sólo de pensarlo...

«AAAH»

Sacudo mis pensamientos y decido bajar por las escaleras, todo lo hago caminando lo más despacio y sigiloso posible. A mitad de las escaleras mientras bajo me detengo de golpe cuando escucho la puerta principal abrirse.

«¿Será la señora Ana? Aunque tan temprano no creo que venga... Ella dijo que me avisaría, y si fuese su hijo también quedó en avisarme»

Me quedo quieta hasta escuchó una voz masculina, una voz que hace ruido en mis oídos. Era el desagradable de Alejandro.

Me volteo tan rápido como puedo y me regreso a mi habitación, no esperaba en eso chocarme con Lisandro... Jah.

—Illa, illa, andava empana'. No esperaba que desper...

—¡Shsss! Ahí viene tu hermano, me esconderé. —Susurré y me fui corriendo a la habitación.

Con mucha adrenalina me encerré en el armario.

—¿Sandro? No esperaba verte despierto, illo. —Apareció Alejandro exactamente cuando me fui.

—Mira que es muy temprano pa' que me andes llamando así, que sabes que no me gusta, jo'e! ¿Y qué haces aquí, y tan temprano?

—Uyy, que genio el tuyo. En fin, que venía a buscar unos documentos solo que no sé si estarán en la habitación de mamá o en el depósito —Alejandro estaba frente a Lisandro de brazos cruzados—, ¿y con quién hablabas hace rato? Me pareció escucharte hablar...

—Con nadie, y creo que está en el depósito lo que buscas. Bajemos, haré algo para desayunar.

Lisandro bajó las escaleras; sin embargo, Alejandro decidió echar un vistazo en la habitación de la señora Ana en sus cajones, aunque no estaba allí lo que buscaba.

En un momento escuché la puerta de mi habitación abrirse, y con el corazón a millón me abracé las piernas que ya estaban comenzando a dormirse debido a la posición en la que estaba agachada.

—¡Creo que mamá bajó eso al depósito, así que busca allá mejor! —exclamó Lisandro desde afuera.

Afortunadamente los demonios lo dejaron en paz, a Alejandro, porque solo echó un vistazo por encima de la habitación y al escuchar la voz de Lisandro salió. Silencié mi teléfono y veía los minutos pasar mientras estaba encerrada en el armario.

Que plan tan patético salió, lo que se suponía que debía ser un avance entre Lisandro y yo, terminó lleno de caos y vergüenzas. Ahora estaba con las piernas dormidas que me hornigueaban, esperando ansiosa que se fuera ese ser que precisamente le dió por aparecerse hoy en la mañanita, para salir de este armario e irme al Salón Creativo.

Mientras esperaba, no dejaba de sentirme tan mal por todo esto... Forzar las cosas e insistir tanto en donde no recibes lo mismo ¿realmente valdrá la pena? ¿Estaré perdiendo mi tiempo en alguien que solo me ve como su amiga? Probablemente lo de Lisandro y yo no pase de una amistad, y me torturo ilusionandome como tonta.

«Mejor será no insistir más. Sería más lindo que las cosas... Simplemente sucedieran naturalmente»

Mis ojos se cristalizaron, unas dos lágrimas salieron sin detenerse a lo que las quité de inmediato.

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora