Capítulo XXIV

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***Narra Hedel***

El colmo, pues.

Tengo que ser de psicóloga, escuchando la vida de Lisandro con la pechugona ¿Aja, a mi qué me importa ella? Ahora tengo que calarme todo esto... No puede ser...

Entiendo que seamos amigos, pero es que... O sea, no me gusta escuchar eso.

Es que todos deberían oírlo y me entenderían ¿o yo exagero?

-Básicamente somos amigos de aventuras.

-Amigos con derecho. -Respondí embarrando la tostada con chocolate.

-Algo así. La cosa es que... Me da miedo eso que tiene por decirme, ¿Tu que crees que sea? -Decía en tono medio, llevándose un trozo de tostada con chocolate a la boca.

Puse mis ojos en blanco. -Pues o que está embarazada o que se ha enamorado de ti. O que se va a casar con el otro y quiere despedirse de ti.

-Fite, que esa última opción no la había pensado.

Luego de un breve silencio, lo rompí.

-¿Y entonces?

-¿Entonces qué? -Repitió.

Solté una risitas sarcásticas. -¿No vas a ir a averiguar de qué se trata?

-Ah. -Dejó salir como si fuese algo que haya olvidado.- La verdad no me gustaría ir. No quiero escuchar nada de esas opciones que me diste.

Sonreí porque si se notaba que no quería ir.

-Pero, deberías. Tu mismo me dijiste que dijo que si no aparecías allá, ella misma iría a tu casa.

Tomé más chocolate, y mientras comía iba detallando los gestos y la manera en cómo el se expresaba, y se veía bastante cómodo y en confianza. ¿Será así siempre o es solo conmigo? Bueno, creo que él es así.

-Lisandro. Tienes que ir a verla. -Alegue.

-Yo no quiero que esto pasé a más. Que somos amigos y ya.

-Amigos con derecho. -Volví a repetir.

-Ajá, amigos, Pero...

-Con derecho. -Repuse interrumpiendolo y el inclinó un poco la cabeza hacia la izquierda como si dijera "¿Vas a seguir, Abigail?"- Sorry... Pero es que tienes que verla.

Ya no quería que siguiéramos hablando de ella, se me hacía muy incómodo, pero bueno, si Lisandro es mi amigo debo tener que aguantar estas charlas emocionales y guiarlo.

-Yo no tendré tanta experiencia en ese campo. Pero, mi consejo sería que vayas y aclares definitivamente las cosas con ella. Y ya salgan de tantos rollos. Sea lo que sea. -Murmuré al final.

El resoplo y con su mano estuvo buscando sobre la mesa algo que me supuse que era más tostada así que como ya se había acabado puse la mía en el plato sin que lo notase y el la encontró.

-Ya tiene tostada, -dije sin darme cuenta de lo que decía hasta que reaccioné- digo, ya tiene chocolate.

El se echó a reír por mi confusión al hablar. «Necesito hacer un taller de oratoria urgentemente... »

-Entonces Hedel, ¿tu dices que tengo que irme a verla? Que creo que más bien me estas corriendo.

Me eché a reír con su comentario. -No seas tonto, ya te hubiese echado hace rato.

-Gracias por la sinceridad. -Dijo con una gran sonrisa. Luego dejó escapar un suspiro- Me has aliviado un poco, así que...

Allí se puso de pié extendiendo su bastón con elegancia.

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora