Señales

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En la noche de jueves, cuando cenaba pizza con mi viejo en la cocina de isla frente al televisor, me dijo que nuevamente nos quedaría la casa sola. Mi mama viajó con su jefe en un viaje de negocios a Brasil y mi padre iniciaba una obra importante en otra provincia y tenía que cerrar documentos. Lamento repetirme, pero por protección prefiero no dar más detalles de sus trabajos o podría ser peligroso para mi familia, aunque, de todas formas, saberlo no es importante para entender lo que se viene.

- Si tenes que estudiar no vayas al gimnasio. - Me aconsejo autoritario como de costumbre mientras se servía una porción de cantimpalo y huevo. - Este año tenés que terminar de una buena vez. Es tu prioridad.

- Voy bien, pa. Falta para la prueba de matemática. - Matemática es mi pesadilla.

- Entonces no te desveles mucho. - Guiñándome un ojo. - Podrías invitar a tus amigos mañana a la salida de la escuela, así se ven para variar.

- Jugamos en red, es suficiente. No me gusta hacer quilombo en casa.

Era verdad. No es que sea obsesivo compulsivo ni nada, pero siempre me dio vergüenza enseñarles mi casa a mis amigos. Admito que mi familia tiene un pasar excelente, tenemos 2 pisos, piscina, quincho (como una 2da casa), un jardín espléndido y todas las comodidades primer mundistas que se pueden tener en un país como el mío. Mis amigos se quedan boquiabiertos al entrar y me ven como si fuera Michael Jackson enseñándole Neverland al de Mi Pobre Angelito. Prefiero por eso mantener cierta distancia y que me traten como al resto.

- Sentarse en un sillón a jugar me parece menos quilombo que jugar en red.

Mi padre no entiende del todo el funcionamiento de los juegos online y creé que era un excluido social como Tammy. La play 4 junta polvo en el living y en cualquier momento me echaría en cara que nunca invito a nadie para jugar.

- Gaste un platal con esa play, podrías invitar a algún amigo para usarla.

- La uso, pa, pero en juegos de a uno. – Repetí por enésima vez, hastiado. Ese numerito ya lo conocía. - Con mis amigos jugamos a... a juegos online en la compu. Otra cosa.

- Pero no se ven... - Continuó. En mi mente recordé un meme que decía "y la perra seguía y seguía" con una imagen de la Casa de los Dibujos (perdón por ser tan friki)

- Nos hablamos, nos escuchamos y nos coordinamos, estamos en la misma. - Retruqué iniciando un silencio necesario.

Tras tomar un trago de coca y servirse la cuarta porción, mi viejo comenzó su clásica perorata contra Tammy, que no estaba presente. A esa hora debía de estar dibujando o viendo algún anime. Con el tiempo me volví en el que mejor la conocía en la casa.

- Tu hermana esta incorregible ¿Es necesario que coma en la pieza mientras ve dibujitos? Me voy a ir por cuatro días mínimo...

- No mira dibujitos, es anime.

- No la defiendas. ¿Qué diferencia hay? Debería de estar comiendo esta tremenda pizza con nosotros. Ya suficiente con que tu madre coma afuera...

De repente, como si ese fuera su pie para entrar, Tamara bajó las escaleras y entró a la cocina.

- ¡Perdón papi! - Llegó corriendo descalza abrazándolo. Su hermana vestía la ropa de dormir de siempre: una bombacha con dibujos de frutillitas y una remera musculosa vieja. Estaba descalza y se notaba que había escuchado todo mientras estaba en su cama y se arrepentía de estar ausente en esa despedida familiar.

- Hasta que te acordaste de mí. – La retó. - Sabías que me voy y ni así dejas esos dibujos.

- Bueno, en realidad bajé porque que no comí y el olorcito de la pizza llega hasta allá.

- Tanto dibujito te quemó los ojos pero no el olfato. - Todos reímos mientras Tamara se sentaba a upa de mi viejo de repente. - ¡Ufff, Tamara! Despacio que ya no sos una beba he, me vas a dejar inválido.

Y con razón. Mi hermana tiene un cuerpazo. Es de altura normal, pero se había puesto pulposa y muy nalgona. No estaba para hacerle upa y menos de golpe, aunque más de uno desearía tenerla así.

Para que me entiendan a la perfección, si ella fuera una categoría de porno, sería "chubby latina". Me siento algo sucio por describir a mi hermana mayor así, pero en cuestión de horas me sentiré más sucio por otras cosas.

- Ya sabes, cuidado al usar el gas, desenchufa todo y...

- Sí, sí, ya se. No tengo diez años. - Le respondió altanera. Aunque mi viejo repetía como loro lo mismo cada vez que se iba, no era necesario. Tamara mientras tenga una pc con internet y luz no provocaría ningún incidente.

- Pero todavía te sentás a upa como una nena. - Intervine filoso, para ponerle humor a la cena.

- Cállate baka Shinji. - Me susurró, un insulto sacado de Evangelion.

- Y nada de abrirle a extraños. - Siguió mi padre haciéndole poner los ojos en blanco a Tamara.

- ¡Agh ya sé! No es la primera vez que nos quedamos solos, sabes que nunca pasa nada. Estamos acostumbrados a esta altura.

- El que era el terror de las niñeras era Thiago. – Agregue para aliviar el ambiente. - Más de una nos bloqueó el número, y la tía Fer vino una sola vez y no volvió a cuidarnos nunca más. – Recordé ocasionando una avalancha de recuerdos felices de sus travesuras. Todos extrañábamos a nuestro hermano mayor y en especial, mi viejo, que día a día parecía más entristecido por lo distantes que estaban de sus hijos.

Esa noche me eché al hombro la tarea de limpiar los cacharros para que cuando mi viejo (que ya se había ido al sobre) se vaya temprano en la mañana, deje un hogar presentable. Para mí es importante que encuentre una casa en pie tanto al partir como al llegar. No obstante, no sabía que, al regresar, encontraría una casa muy distinta, patas arriba en cierto modo.

- Gracias por limpiar hermanito. – Dijo Tammy, abrazándome de sorpresa desde atrás, frotándome el pecho con una mano. - ¿Mañana pensas ir la escuela?

- Hay paro, no tengo que ir así que tengo fin de semana largo. - Contesté aún atenazado a ella. Esos gestos cariños me tenían cada vez menos extrañado. Como les digo, estaba más cariñosa que de costumbre.

- Falta mi profe de historia del arte y debería ir por dos horas de Taller de Dibujo, pero estaría bueno faltar, así pegamos otra noche de Netflix ¿Qué te parece?

- Muy tentador... - Admití con sinceridad. - Me cambio y subo si queres.

- Te espero, hermanito. - Dándome un sonoro beso en la mejilla desde atrás y dejando el comedor meneando esa portentosa cola que tenía. Me encontré sorprendido de mí mismo, que no pude dejar de mirarla hasta que se perdió escaleras arriba. Últimamente estábamos teniendo cada vez más "noches de Netflix" dónde nos acostábamos en su cama a mirar series y películas hasta muy tarde.

La manera amorosa con la que me trataba y quizás, su costumbre de andar ligera de ropas de acá para allá, fue lo que yo llamo "primera señal" de que tenía intenciones obscenas. La segunda y más confirmatoria, llegaría en pocos minutos, compartiendo su cama en la oscuridad de su habitación, mientras disfrutábamos de una serie muy juntitos.

Hermana OtakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora