Mañana histérica

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A pesar de dormirme tarde, me levante a las 9 de la mañana del viernes. Resacoso, repasando una y otra vez lo sucedido frente al espejo del baño como si hubiera sido un mal sueño. Un mal sueño que disfrute demasiado y me costaba interpretar.

En mi reflejo me veía como si me hubiera ido de joda y la música fuerte, el alcohol o incluso el sexo, me hubieran aturdido los sentidos. Pensándolo bien, no se alejaba mucho de eso último.

Me lavé la cara con agua fría como tres veces sin poder bajar mi temperatura, seguía sintiendo un calor latiente y febril en mi cabeza. Además, cierta parte de mi cuerpo no quería descansar y seguía en pie de guerra.

Regresé en completo silencio a la habitación de Tamara, donde está aún dormía de lo más tranquila iluminada mansamente por el sol que se colaba por los resquicios de la persiana. A un lado, en el suelo, estaba su bombachita con dibujos de frutillas, la evidencia física de que todo había ocurrido, de que no había sido un sueño erótico. Se la había sacado tras dejarla sucia al masturbarse y correrse viendo videos de incesto de su pendrive.

Los hechos ya estaban ordenados y reconocidos en mi cabeza, como si mi software hubiera terminado de procesarlos. Tammy, ni bien conecto el dispositivo de almacenamiento, buscó en un sinfín de videos morbosos de incesto, mitad hentai y mitad reales (la hija de puta tenía el pendrive lleno a rebalsar de ellos), hasta decidirse por uno titulado simplemente como "Hermano y hermana en webcam" donde dos jovencitos (de carne y hueso) que por el parecido sin dudas eran hermanos (quizás hasta gemelos o mellizos) comenzaron a realizar toda clase de perversiones frente a una cámara a pedido de un público con los mismos gustos que mi hermana.

Ni bien empezó a tocarse le pregunté si quería intimidad, si quería que me fuera. Sus palabras no las olvidaría nunca:

- No, hermanito, me calienta que estés conmigo...

Me debatí entre irme de súbito, huyendo como una rata, o fingir que dormía, hacerme el boludo en pocas palabras. Un demonio interno en mí interior, como esos diablos que aparecen en las caricaturas, me incitó a quedarme, a observar, a complacerla con mi presencia mientras Tammy comenzaba a tocarse por fuera y su respiración junto a mí se agitaba... podía sentir su respiración contra mi cuerpo.

- Podes tocarte si queres... - Me susurró, casi en un jadeo, estaba pegada a mí. Comenzaba a sentir su cuerpo vibrar con la frotación de sus dedos mientras los jóvenes del video cumplían los pedidos de su pervertida audiencia.

- Esto está mal, Tammy, si se enteran nos matan. - Le dije al oído, con la voz media atrofiada por la extrañeza de la noche. - ¿Por qué te calientan estas cosas?

- ¿No te gustaría hacer cosas sucias conmigo? - Me preguntó sin dejar de tocarse, ahora, se veía con claridad que su mano estaba bajo la bombacha. Con la mano restante se estimulaba los pechos. - Me recontra ratonean estas cosas. - Aclaró, aunque ya no era necesario.

Por más que me parecía demasiado pervertido tocarme junto a ella, o tocarla a ella, mi "amigo" no se enteró que se trataba de mi hermana e intentaba atravesar calzoncillo y pijama de la tremenda erección. Tuve que inclinarme un poco para el lado de afuera para no apuñalarla.

Aunque el video no tenía subtítulos no eran necesarios, la parejita de hermanos, ambos rusos de hermosos ojos y rasgos caucásicos, tras leer algunos mensajes reían nerviosos y llevaban a cabo los pedidos, desde besarse de manera jugosa, desnudarse revelando las pequeñas tetitas de ella hasta el pene blanco y pulcro del muchacho.

No pude llegar tan lejos como mi hermana. Ver a eso dos hermanos rusos desnudos, besándose, con el hermano exponiendo la colita abierta de la hermana a su audiencia y hasta practicarse sexo oral mutuo, fue demasiado morboso para mí y un deleite para ella, que se retorcía incontrolable a medida que sus gemidos se volvían más audibles, convirtiéndose en un auténtico peligro.

Como se dice en mi país "me cayó la ficha" del porqué de tantos cambios en mi hermana. Del porqué de sus cariños, los momentos compartidos, el contacto constante. Armé el rompecabezas en mi cabeza descubriendo que la muy pervertida se calentaba conmigo, o al menos, con el incesto entre hermanos. Perdón si soy muy lento, sinceramente no soy tan mal pensado como para calentarme con esas cosas, aunque ahora, la idea me estaba seduciendo.

Lo peor de todo, es que ahora sentía una mezcla de curiosidad y excitación, no rechazo, ni asco, tampoco pudor. Eso me preocupaba, y por ello, estaba de pie frente a su cuerpo dormido, debatiéndome si seguir con mi vida de la manera más normal posible, bajando a desayunar o a mi cuarto, o volver a acostarme a su lado, a ver qué pasaba.

Ni una cosa, ni la otra. Recordé la bombacha con frutillitas arrojada y la tomé. A pesar de estar toda la noche en el suelo, el manchón de humedad se sentía calentito al tacto. Otra vez, volví a hacerle caso al demonio sobre mi hombro izquierdo y me lleve la prenda íntima a la nariz.

- "No puedo creer que esté haciendo esto con la bombacha de mi hermana"- Pensé, mientras la olía con ganas. Nunca había sentido una fragancia tan íntima, tan excitante y afrodisíaca.

Ese olor me dejó al palo como nunca antes, me estaba agujereando el pijama con la pija, con el perdón de la expresión. Como un autómata, descubrí mi pene y empecé a pajearme oliendo la bombacha, de pie, con mi hermana a escasos centímetros durmiendo.

Un sinfín de pensamientos me abordaron mientras me la estaba cascando, como si esa mascarilla de oxígeno prohibida me estuviera contaminando. Quizás no le molestara que le tocase el cuerpo, las tetas, el culo... o ella misma me haría correr de alguna manera, manualmente u oralmente. Todos esos pensamientos solo me hicieron carburar más, como si una horda de ratones se hubiera soltado para comerme los sesos.

En pocos minutos completé el crimen y en un acto impropio de mí, le firme la dedicatoria en la bombacha, procurando que todo cayera en la prenda. Aunque estaba oscuro estoy seguro de que quedó toda enlechada, a rebalsar con mi semilla pecaminosa.

La dejé dónde estaba y me fui a mi habitación, dónde no había posters de anime sino de películas y videojuegos de guerra. Me sentía relajado, somnoliento y agotado.

- ¿Qué hice? ¿Qué hice? - Me preguntaba una y otra vez. El sueño volvía a mi cuerpo así como la culpa. Tenía la esperanza de que al despertar todo siguiera normal. Como nos pasa a todos los hombres (ustedes me entenderán) después de descargar el tanque la mente vuelve a la normalidad y funciona con mayor raciocinio, preguntándose cosas.

Una parte de mí aún se resistía a esos actos peligrosos e inmorales con mi hermana. Quizás estaba sobredimensionando todo, quizás después de ese "juego" se le pasaría o ya había quedado satisfecha.

Volví a dormirme por segunda vez, protegido por mi ingenuidad hasta que voces chillonas provenientes del living me despertaron. El despertador denunciaba las 12, y Tamara estaba levantada viendo animé al abrigo de la soledad. 

Hermana OtakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora