Sin darme cuenta, en cuestión de un fin de semana avancé en materia sexual más que en toda mi vida. Había dado mi primer beso. Sí, me confieso, es medio patético de mi parte, lo admito, para quien nunca salió a boliches ni tuvo una pizca de levante darlo a mi edad es tristísimo. Pero a pocos minutos, vi las primeras tetas, las toqué, las chupé me olvidé de que era un virgen empedernido... también me hicieron la primera paja, y ahora, venía el plato principal, literalmente. Vería la primera concha, y no me importaba que todo eso fuera con mi hermana.
- ¿Estas nervioso? - Me dijo al oído.
- Un poco. - Admití. Con ella sabía que hacer el papel de inocente le gustaba. - Me siento raro.
- Bueno, anda paso a paso, primero podes mirala...
Tamara puso una pierna sobre el sofá y me la enseñó dejándome pletórico. El morbo de verlas vestida así con la pierna extendida, revelándome su sexo me paralizo por un instante. La tenía depiladita, pequeña si tomamos en cuenta que Tammy era algo alta y caderona. Apenas se veía un excitante tajito oculto por dos labios perfectamente depilados.
- ¿Te gusta? Te podes acercar, tonto...- Me desafió con ternura. Ella se adelantó un poco, yo también y se la vi de cerca mientras ella separaba los labios con sus dedos.
Vi su interior húmedo y rosado, perfecto, totalmente reconocible. Además del porno, había visto con amigos, entre risas, las ilustraciones de vaginas en los manuales de medicina y esa concha frente a mí, podía ser un ejemplo perfecto.
- Me encanta, que conchita preciosa. - Me babee, hipnotizado por su sexo. Le vi todo, cada parte, desde el clítoris hasta la vagina y el pequeño orificio urinal.
- Bueno... podes dar el siguiente paso y tocar Tomy, tocame la conchita, dale...- Me invito, y tras tragar saliva, ahogándome en ella puse mi mano en su pierna, la que se apoyaba en el sofá, y viajé hacia su centro...
No tarde en posar mi mano en toda su vulva, mojándomela toda con su excitación. Tamara cerró los ojos y por poco se cae al arquearse hacia atrás mientras yo la frotaba entera, con toda la palma, sintiendo la suavidad de todos sus labios, la humedad de su zona más baja, como el botoncito rosado en su cima se endurecía levemente...
Casi instintivamente, pasé a modo precisión y con el pulgar le di masajes circulares en el clítoris que le encantaron. Tamara comenzó a gemir, sin contenerse ni un poco.
- Ah, ah, ahh, mmm, ahhh, sí, sí, seguí, así...- Me acerqué a ella, casi abrazado a su cadera teniendo su vagina bien cerca, masajeándola con el pulgar y el índice y medio juntos en su centro.
Tamara se balanceaba contra mi mano, ahora era yo la herramienta, el objeto de placer que mi hermana usaba a su gusto. Mis dedos se transformaron en una suerte de dildo, buscaron profundamente en su vagina su ardiente hueco, comenzando a profanarla...
- Despacio, despacito... no quiero desvirgarme con dos dedos.
- Okey, eso me sorprende...
Hablando de sorpresas, sonó el teléfono, abortando cualquier conversación al respecto. Cagaso aparte, pensé que Tammy no atendería, no obstante, se levantó y fue por el teléfono sobre la mesa. Casi me muero de un infarto al ver ese culo moverse por la sala libre de toda prenda, de toda tanga. Esos cachetes libres me quedaron grabados en los ojos como marcas de ganado.
- ¡Hola má! ¿Qué tal? - No necesito decir quién era la que llamaba. - No, no, todavía no dormimos, es más estamos comiendo.... Sí, ya se, se nos hizo tarde... ya sé que nos puede caer mal.
Mientras hablaba con nuestra madre, me indicó que me acostara en el sofá con gestos muy efusivos y yo obedecí. Sin dejar de hablar por teléfono, Tammy se me subió posicionándose sobre mi cabeza. Tampoco necesito decir que quería que le hiciera y no tardé en darle lo que quería. Ante mí, entre sus dos pilares de carne que eran sus piernas, el tajito rosado y húmedo aguardaba a que lo degustara como un cortesito de salmón.
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Hermana Otaku
RomanceSu hermana mayor Tamara ya no era la misma... Tomás sabía que algo había cambiado cuando dejó de pelearlo, de acosarlo con su malhumor y sus incesantes retos. Una noche de jueves, las señales se hicieron más que evidentes: Tamara deambulaba ligera...