Una pausa necesaria

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Con mi madre en su viaje de vuelta esa misma noche de domingo, intuimos que con su llegada se marcarían puntos suspensivos en nuestra aventura. Cualquiera diría que, por llegar a la noche, nos quedaría una mañana y una tarde más de diversión, más no fue así.

A riesgo de quedar como un aguafiestas (lo dudo después de todo lo que hice con mi hermana) necesitaba descansar de la perversión, poner el cerebro en remojo, pensar. Volver a la rutina, la normalidad que siempre critiqué en mi vida, y tanto aborrecí, ahora la veía como una bocanada de aire fresco después de una maratón. Por más que a uno le gustara correr, siempre viene bien una pausa para tomar aire.

Me dediqué a reencontrarme con los avatares de mis amigos online, charlamos y reímos casi hasta la noche, mientras que Tammy, risueña como de costumbre, iba y venía en busca de provisiones para su guarida otaku, snacks, pizza, chocolatadas cindor. Cada vez que abría la puerta para salir, se oían las clásicas voces chillonas de la animación oriental o música en japonés.

Cuando mi vieja llegó, hambrienta y cansada por el largo viaje, habíamos trabajado en equipo para tenerle la cena lista y la casa impecable. Tuvimos especial cuidado en no dejar "evidencias" del crimen cometido en el sofá. Merecemos el Óscar a mejor actuación por nuestra cálida bienvenida, pensé.

- Ustedes se están llevando mejor de lo que nunca creí. - Se confesó en la mesa, mirándonos algo ojerosa. - Se peleaban por todo, me sacaban canas verdes y ahora me hicieron estas milanesas con puré tan ricas en equipo. Parecen otros.

- Hay, , ni que fuera tanto. No te preparamos una cazuela de mariscos. - Intervine, y Tammy me dio la razón.

- Ya somos grandes para andar peleando como dos chiquitos. - Reconoció mi hermana. – Me acostumbré a este tonto.

- Me alegró. - Tomándose el último trago de Sprite, juntando su plato y cubiertos.

- Deja que yo lavó, cuando Tamara cocina me toca lavar. - Informé tomando los cacharros.

- Me arrepiento de estar tan poco en casa, de haber venido antes hubiéramos podido ir al cine o algo así, como una familia unida. Ahora da placer sacarlos a pasear. – Se confesó. - Hace tanto que no estoy acá ni dos días seguidos.

-Estamos bien, , no te hagas drama. - La tranquilizó. - Sabemos y entendemos que tu trabajo es muy importante.

- Ya van a llegar las vacaciones o el momento de descansar y nos vas a tener para disfrutar...- Intervine mientras comenzaba a lavar el cacharrerío. - Como dijo Tammy, ya somos grandes para andar pidiendo esas cosas y nos entretenemos a nuestra manera...

Nuestra madre casi se emociona, por supuesto que ni cazó el doble sentido de mi última sentencia.

- Tomen dinero ¿Cuánto necesitan?

- No, no, papá nos dio, no gastamos nada estos días. - Aclaré, cosa que era cierta. Nuestro pasatiempo hogareño nos mantuvo entretenidos gratuitamente. - Compramos pizzas, comida, boludeces, nada más.

- En serio, , no necesitamos. No hay que despilfarrar.

- Mmm en que andarán ustedes dos, pillos. – Desconfió- Me asusta que no me acepten plata como antes. ¿No te estarás prostituyendo vos nena? - Dijo a modo de broma haciendo sonrojar a Tammy.

- No, ella lo hace gratis.

Me comí una patada en el culo, pero valió la pena. Había que sazonar nuestra relación con interacciones comunes de hermano y hermana o sospecharía que había gato encerrado. Casi podía sentirse la tensión sexual que manejábamos nosotros dos.

- ¡Ya tenías que volver a pelearla, vos! ¡Cuando no es uno, es otro! - Me reprimió mi vieja, sin afectarme porque con Tammy sabía que fue actuación.

Los días pasaron, volvieron las clases para mí, la escuela de arte para Tamara, mi viejo regresó y la casa entró en esos lapsos de normalidad de los que hablé al principio de mi relato. Paso casi una semana desde ese sábado de locura y Tamara me pidió que la acompañara al centro de la ciudad a comprar insumos de arte.

- Y algo más. - Me susurró en el oído mientras nos preparábamos para salir. - Se me ocurrieron ideas de cosplay así que voy a comprar varias cositas. - Me explicó.

- Pensé que todo te llegaba por internet, no es algo que vendan en cualquier lado ya sabes qué.

Me refería a las prendas reveladoras que usaba en las fotos de su instagram, algunas pertenecientes a cosplays y otras a invenciones sexys suyas. Cuando se tenía semejante cuerpo con ponerse una lencería o mostrar el culo bastaba para generar sensación.

- Sí, pero también Agustina, de "Dhoko Store" me trae cosas de vez en cuando. – Nunca me habló de esa tal Agustina, de lo que sabía era la que atendía una comiquería de esas que tienen figuras de animes, mangas, llaveros, juguetes coleccionables y cartas. De allí provenía el 80% de lo que Tammy tenía en su habitación.

- ¿Quieren que los lleven? No me gusta que viajen en colectivo. - Intervino mi viejo desde el living mientras les ponía el punto final a los planos de una obra en una mesa dedicada a eso.

- No hay drama viejo, relájate.

- Llámate un taxi, dale Tomás. - Insistió mi papa. - Esta peligrosa la calle.

- No somos la realeza de Mónaco papá, no jodas, vamos en colectivo. - Lo cortó secante. Odio decirlo, pero esos comentarios de mi viejo evidencian cuan pudientes somos, cosa que me jode bastante. - Vamos Tomás, aprovechemos la tarde...

- Al menos despídanse, puede ser la última vez que los vea. - Exageró melodramático.

- ¡Hay papa! ¡No seas pavo, chau! - Y se despidió de él con un pico, cosa que solo hacía cuando mama no estaba presente. Me había dado cuenta de eso hace años. Papa nunca le dijo nada para corregirla.

Salimos a una nueva tarde soleada. El sol no estaba tan inclemente como esa tarde de piscina que vivimos juntos hace una semana, pero igual se sentía en nuestras pieles, en especial en las de mi hermana mayor, que vestía una campera oscura con capucha a la moda (con estampados de Mirai Nikki) y una pollerita de colegiala cortísima, de cuadrados escoceses, qué, sin embargo, mi hermana tras asegurarse que nadie la veía se la bajó... debajo de esta tenía su verdadero atuendo, una minifalda de tablas aún más corta. La tela por detrás apenas sobrepasaba la línea donde las nalgas se tocaban con sus piernas.

Las miradas de los transeúntes se perdían rumbo a sus piernas y era fija que seguro volteaban para verle la cola, apenitas tapada por su pollera secreta, oculta de papá para así evitar regaños. Bastaría la más ligera correntada, el mero pasar de un vehículo cerca o una corriente de aire oportuna para que se levantara y le enseñara al mundo sus braguitas cual personaje femenino de anime.

Llegamos a la parada, no era la más cercana a casa, sino la siguiente y supe porque caminamos de más.

Tamara me enfrentó contra el poste, me tomó de la cintura y besó mis labios, en la calle, a la posible vista de cualquiera. Esa tarde empezaba una nueva aventura, como había empezado todo: con nuestros labios encontrándose.

Hermana OtakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora