Scarlett
Era interesante la manera en la que mi madre probaba mis capacidades, se me hacía ilógico como la persona que mando a crearme ahora temía del monstruo que la acechaba entre las sombras, el lobo feroz que esperaba el momento correcto para atacar. La primera vez que me había sentido de esa manera fue alrededor de los quince, recordaba esa sensación a la perfección. La sed de sangre, la fuerza inhumana que corría por mis venas, las ganas que tenia de ver a esa mujer rogar. Según era un interrogatorio de rutina, pero, luego de las torturas más arcaicas y retrogradas, pasaron a la moderna y completamente humana. La carcajada que la rubia dejo escapar cuando me vio entrar "una niña, no lograra nada" pues esa niña jugo con su mente, mis manos se posaron en la tersa piel de esa mujer, y mis uñas se clavaron como el filo de diez cuchillos, poco a poco rasgando la piel, el carmesí líquido que empezaba a manchar mis dedos era una sensación satisfactoria. Mi hermana repitió la pregunta, la mujer trataba de ahogar los chillidos de dolor, pero era evidente el sufrimiento en su rosto.
Ni una palabra, esta vez me senté en su regazo, esta me miro completamente asqueada, hasta que sucedió. Mi mano atravesó su pecho, esta se quedó inmóvil, el shock hacia el dolor era grande, solo segundos después pego el grito al cielo con lágrimas en sus ojos, esta vez decidió hablar, solo que para mí no era suficiente, miré mi mano llena de sangre y con una grata sonrisa volví a clavar mi mano en su pecho. La mujer esta vez salto en la silla del dolor, había logrado rosar con mis nudillos los nervios de su columna, esa sensación había sido satisfactoria, el último golpe fue definitivo, aprete su corazón con la fuerza suficiente para matarla. Levante su rostro caído mirando sus ojos inertes, relamí mis dedos manchando de sangre mi rostro. Ese momento el poder que tenía sobre los demás me hacía sentir poderosa, todos podían ser presas del pánico con facilidad, y eso mi hermana no lo iba a desperdiciar.
—Scarlett Miller
Mi nombre sonó, la guardia que hacia el conteo en el camión donde nos trasladaban era bastante joven, tenía alrededor de unos dieciocho, carne completamente fresca. Justo a mi lado los hermanos Saint reposaban tranquilamente, estos habían pasado una tarde interesante, volví la mirada a la joven castaña, la guardia ya había desaparecido. Maldije por completo, llevábamos lo que parecían horas encerrados en la oscuridad de ese lugar detestaba tanto esa oscuridad como el silencio. En esos momentos estaría cómodamente acurrucada contra el hombro de la pelirroja que siempre me volvía loca, dejando suaves besos en su cuello sin separarnos en ningún momento. Ese era mi sueño, mi sueño que no sabía cuándo se haría realidad.
El movimiento se detuvo, mi mirada fue directo a la luz que nos apuntaba. Era completamente de noche cuando llegamos al lugar, diferentes guardias nos bajaron hacia el interior de la prisión, todo era silencioso y claro que lo era. Las prisiones para las mafias era un mundo diferente, para el gobierno la cárcel era reflexión y cambio, o un lugar donde desechar la mierda innecesaria del mundo. Nuestras cárceles estaban especializadas en dos cosas. La primera, te rendias o te acoplabas, cuando toda la revolución ocurrió muchas personas fueron juzgadas, terminando en esa prisión, pero no solo otros miembros de Mafias, civiles que no tenían la culpa de buscar un futuro mejor. En el interior nos separaron con los chicos, por suerte estar junto a Sid me tranquilizo.
—Bien, señoritas, necesitamos que dejen toda su ropa en estas bolsas, hasta su ropa interior — pronuncio Marie, quien estaba a cargo de recibirnos—
Las miradas incomodas de las demás me hicieron sentir hasta mal, para mí fue como una rutina, un mal recuerdo que los traumas habían plasmado en mí. Marie empezó a palmear todo mi cuerpo, cerré los ojos aguantando la respiración, me estaba por retorcer de lo asqueroso que era el toqueteo, era repugnante. Cualquiera creería que se sentiría aún más cómodo que una mujer hiciera eso a otra, aun así, la sensación de que unas manos extrañas pasaran por tu cuerpo era repulsivo.
—Está limpia —finalizo, solté el aire de mi pecho volviendo la vista a Sid—
—Tranquila, no soy un monstruo — susurro la castaña en mi oído—
—Gracias —susurre cerrando el broche de mi brasier—
En todo el rato que nos mantuvimos en esas cuatro paredes cambiándonos, la tensión era casi asfixiante. Estaba claro que Lizzie quería asesinar a Marie, Valerie estaba a punto de hacerlo y Sid...Sid, era un caso muy complicado. Los pasillos por los que nos condujeron eran en concreto macizo, me recordaba las imágenes de las antiguas cárceles alemanas.
—Bueno, ya que están aquí, les daremos las reglas — Marie hizo que todos salieran del lugar—
—¿Qué harás? —pregunto Valerie —
—Ayudarlos — menciono — miren no tengo ganas de que una psicópata como Eleanor nos maneje a todos, y Mike tampoco lo quiere, pero, no podemos hacer nada cuando sus argumentos son válidos, nuestras manos derechas enloquecerían — esta soltó un suspiro—
—No hay muchas cosas que puedas hacer, Marie — Lizzie se levantó de su asiento— encerrados aquí significa el final de nuestra historia, nadie saldrá con vida mientras ella siga haciendo de las suyas con su pandilla — murmuro —
—Si, pero olvidas que el caso sigue abierto —Mike intervino — Las cosas no acaban aquí, aún tienen una oportunidad
—¿Creen que ganemos? Por qué sinceramente tenemos un pie en la tumba —respondió nuevamente, Elizabeth—
—Los ayudaremos a ganar, solo eso podemos hacer, quienes vigilan la prisión son Guardias de Bratva y Las Serpientes, ellos se encargarán de hacerles la vida cuadros, sin decir que Jake los vigilara —Marie señalo las cámaras—
Estaba claro que no tenían micrófono, o nos estarían escuchando, nuestro plan se iría al carajo y finalmente terminaríamos todos tres metros bajo tierra.
—Genial, poco— murmuro Camil en un rincón—
—Miren, compórtense bien, no hagan escándalos y obedezcan, no tendrán problemas si siguen ese orden de ideas
—Marie — Valerie quien había estado callada hablo — te lo pondré así de simple, nosotros no somos lo que aparentamos, créeme, aunque finjamos ser los más obedientes, eso nos traerá consecuencias, sé que nos tratas de ayudar, pero créanme cuando les digo —pauso y su vista fue a los ojos de ambos— no necesitamos su ayuda, porque se meten con un uno, se meten con todos— finalizo —
—Bien, es hora de que empiece el juego — Marie asintió —suerte
—La necesitaremos
En ese instante el juego del año acaba de comenzar, las palabras que marcarían el final de una historia, y el inicio de otra. Una maldita aventura en la prisión de Oslo.
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BUENAS, BUENAS. ¿Cómo están mis pequeños psicópatas? espero se encuentren de maravilla, hoy les traigo este cap de nuestros chicos, no esta muy largo, por que pronto vendrán capítulos un tanto movidos, sin duda disfruten este capitulo por que la "paz" no dudara mucho, sin más que decir...
Bye!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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Phycothic Teens 2: The New Game
RandomAmigos, que dieron todo, que se mantuvieron juntos hasta el final, pero... ¿vencerán esta nueva amenaza? Aquella completamente inesperada, aquella que jugaba en las sombras, ocultando su verdad. Adentrate, ahora estos chicos tendrán que unir todas s...