27. Simplemente tú y yo

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Madisson

LUGAR DESCONOCIDO—HORAS ANTES

El único lugar donde podría estar a salvo, el único maldito lugar a donde nadie iría a buscar, seria ese hogar. A pesar de todo, la señora Saint era la persona más cuerda de todas, ella siempre sería la más cuerda. Tan solo llegar a la dirección la mujer ya había salido al porche de que entrada con una escopeta en la mano, a pesar de su edad, su aspecto seguía casi intacto, sus ojos ámbar brillaban y el contraste de su cabello rubio con las canas le daban un buen aspecto.

—Señora Saint

—No des un paso ¿Cómo me conoces? ¿Cómo me encontraste? ¿Qué quieres?

El detalle de la discreción y el lugar secreto no había llegado a mi mente tan rápido como lo planeado, tome una bocanada para armarme de valor, porque las palabras no pensaban salir de mis labios.

—Señora Saint, no vengo a hacerle nada

—Te doy una última oportunidad y solo porque estas con esa niña

—Caliope, soy Madisson Miller hija de la peor persona en este mundo y quien te lo arrebato todo —grite soltando un pequeño suspiro.

—Entren, no esperemos algo peor

Violett tenía el miedo reflejado en su mirada, por un segundo no supe si lo correcto sería entrar, aunque conociendo a los Saint — la única familia fiable en todo Ohio— era el lugar más seguro en el planeta tierra. El hogar en realidad era muy agradable, el silencio alrededor hacía que la paz se instaurara en un aroma a calor de casa, la calma de vivir a las afueras de la ciudad, retirada de todos, de todo. Caliope volvió al salón con dos tazas de té, galletas y lo que parecia ser dulces de miel, la mire extrañada por un segundo ante de que se sentara justo delante mío. Violett no tardo en dejarse caer sobre uno de los sillones que se encontraban alrededor, seguía dudando...pero ya estaba ahí, no había a donde huir. La suavidad de la silla me sorprendió, se sentía lo reconfortante del olor a lavanda que llenaba la instancia, el sol de mediodía dejaba colar sus hermosos rayos por la ventana, la madera se teñía en un baño de oro. Era sin duda hermoso.

—Pueden comer, no está envenenado, deje eso hace años — murmuro la mujer con una risa suave en sus labios, las arrugas junto a sus comisuras le daban un aspecto cariñoso, con sus orbes volvió a verme — Madisson Miller...sí que has crecido niña, ya tienes una hija y todo, felicidades.

—Oh, Lett no es mi hija biológica, pero es mía —respondí tomando una de las tazas, el romero del aroma me obligo a inspirar antes de hablar— Señora Saint, necesito su ayuda.

—Primero, dime ¿Por qué tienes un aspecto tan deplorable?

Tarde unos segundos en recordar mi aspecto, el de Violett...la catarata de emociones bajo por mi mente en un estallido de recuerdos, tuve que resistir el impulso de gritar.

—Es una historia de la cual...no quisiera hablar — con un gesto sencillo señale a la pequeña a mi costado.

—Ya veo...—por un momento el silencio lo invadió todo— dime Madisson, ¿Qué puedo hacer por ti?

—Se que aquí está el...sé que Camil se lo encargo, porque es la única persona cuerda de todas nuestras familias y la única viva...—¿hacía bien en recordar eso? A mí no me gustaría que hablaran de mis amigos si todos estuvieran muertos. — necesito que cuide de mi hija, no puedo exponerla más.

—Jum—fue el único sonido que dejo sus labios.

La mujer se acercó a Violett con una sonrisa amable, parecia que tenía un don para empatizar con los niños, puesto que Violett apenas se inquietó.

Phycothic Teens 2: The New GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora